11 septiembre 2007

De dudosa certeza

La noticia científica de la década (o más) sale a la palestra en múltiples blogs, webs y noticiosos en general. La fuente citada como original es Russia Today donde aparece lo siguiente (traducción recreativa):

Científicos rusos han hecho un importante descubrimiento científico en las Montañas Khibinsly en el Círculo Polar Ártico. Han encontrado un nuevo mineral que absorbe la radiación. Todavía no tiene nombre oficial y sólo se le conoce como el número 27-4. Puede absorber radiactividad de los líquidos de desecho nuclear.

"Puede extraer sustancias radiactivas de cualquier solución acuosa lo cual tiene una gran importancia práctica" dice Yakov Pakhomovsky, el director del Kolsky Research Institute.

Tras entrar en contacto con el mineral, el agua radiactiva se vuelve completamente segura. De haber dispuesto los físicos de este mineral tras los desastres de Chernobyl o Three Mile Island, las consecuencias podrían haber sido muy diferentes ya que ambos accidente generaron contaminación por agua radiactiva. Sin embargo, no es tan simple como parece. Los científicos dicen que se necesitan toneladas del mineral y hasta ahora sólo se han descubierto unos pocos gramos. Pero están seguros de que pueden reproducirlo químicamente a mucha mayor escala.

"Necesitamos comprender sus propiedades de forma que los químicos puedan reproducirlo a escala ilimitada" ha dicho Grigory Ivanyuk del Kolsky Research Institute.

[...]

Este último hallazgo puede resultar ser extremadamente relevante para la industria nuclear.

Hace unos meses publiqué un post sobre la verosimilitud de este tipo de noticias (Leyendo noticias de ciencia)donde intenté dar alguna idea sobre cómo distinguir las noticias reales de las falsas o exageradas. No hay reglas completamente fiables pero esta de los rusos cumple condiciones que la hacen enormemente sospechosa. Eso, por supuesto, no ha sido impedimento para que salga en portada de Menéame o de Digg, faltaría más.

Sólo les comentaré algunos detalles:

  • el Kolsky Research Institute parece no existir. El que no aparezca en internet no es suficiente para asegurar su inexistencia pero en el mundo en que vivimos es altamente sospechoso.
  • Yakov Pakhomovsky existe pero, localizada su biografía, parece que no trabaja en el Kolsky Research Institute sino que dirige el Laboratory of Physical Methods of Rocks, Ores and Minerals Investigation, en el Geological Institute del Kola Science Centre. Aunque la web de este Instituto Geológico está sólo en ruso, ahí podemos encontrar a nuestro querido Paco y confirmar que su puesto es, en efecto, заведующий лабораторией физических методов исследования пород, руд и минералов (aquí) y no en el Kolsky.
  • el otro que ha hecho, supuestamente, declaraciones es Grigory Ivanyuk, trabaja también en el Kola Science Centre pero en el Laboratory of Self-Organizing Mineral Systems (Лаборатория самоорганизации минеральных систем, aquí) y, de nuevo, no en el Kolsky.
  • breve pero importante: no hay ninguna reseña del descubrimiento en las páginas del Instituto Geológico ni en la empresa que tienen, Laplandia Minerals Ltd. ni en la Academia Rusa de Ciencias (aunque aquí parece que están de vacaciones desde primeros de año).
  • respecto a su curriculum científico, Paco tiene 22 publicaciones indexadas en el ISI y casi todas son, en efecto, de descripciones de nuevos minerales de la Península de Kola pero no hay ninguna respecto a este último descubrimiento. Tampoco hay nada en el curriculum de Ivanyuk, con 18 publicaciones.

Respecto a la noticia en sí, hay alguna cosa más que "canta". Una que parece haber pasado desapercibida es la incongruencia de las descripciones sobre las capacidades del mineral. Primero se dice que absorbe la radiación y luego que extrae las sustancias radiactivas. Ambas cosas son esencialmente diferentes. La primera supone una barrera a la radiación (¿alfa, beta, gamma?) y la segunda la adsorción de sustancias. Una sustancia que sea las dos cosas a la vez sería la maravilla del siglo: se mete en el agua radiactiva, adsorbe la sustancia y, por añadidura, bloquea la radiación. Hecho extraordinario que exige pruebas, aunque sean normales.

Se podría seguir un rato más pero creo que basta la aureola amarillista de la noticia para meter este artículo en la fresquera y esperar a ver de qué va la cosa. Mientras tanto, su credibilidad es baja, muy baja.

La moraleja es la de siempre: la tendencia a repetir sin demasiada reflexión cualquier cosa que sea espectacular o asegure la solución a alguno de nuestros problemas más graves, independientemente de la fiabilidad de las fuentes ni de lo exótico de los descubrimientos. La energía gratuita, las curas del cáncer, los remedios caseros milagrosos... todo alcanza la popularidad para luego desaparecer una temporada y volver a resurgir bajo otra versión.

Y si dentro de unos meses se demuestra que este artículo es cierto no sólo admitiré mi error sino que como penitencia les pondré en video como veo un episodio completo de un programa rosa.

01 septiembre 2007

Más sabe el diablo...

Fausto ha sido traducido de cien formas diferentes pero el mensaje permanece. Habla Mefistófeles:

Si desdeñas la razón y la ciencia, la más potente fuerza de los hombres, y te abandonas al espíritu de la mentira mediante el embuste y la hechicería, entonces, ya te tengo en mis manos.

Mínimo homenaje a L. A. Gámez y su tarea en Magonia, incómoda y difícil pero necesaria.

29 agosto 2007

Razón, ciencia, anatema...

En "Ciencia versus religión", Stephen Jay Gould propone una visión de las relaciones entre ciencia y religión que difiere claramente a la de Richard Dawkins en "El espejismo de Dios". La idea central de Gould es que convivencia pacífica es posible si se realiza y respeta una nítida separación de ámbitos de competencia, lo que él llama "magisterios que no se superponen" —non-overlapping magisteria—. En resumen y sin matizar, un "zapatero a tus zapatos" donde las religiones se limitarían a actuar en el ámbito religioso sin interferir en aquellos otros donde la ciencia genera conocimiento objetivo y la ciencia a lo suyo sin meterse en camisas de once varas. Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia: sea anatema.

Gould se limita a las religiones cristianas en sus diversas variantes, católicos, protestantes de ramas diversas, Testigos de Jehová... y aborda a lo largo del libro debates históricos relacionados principalmente con el caso Galileo, los primeros debates darwinistas y la más actual corriente creacionista en los EE.UU.

La solución de Gould parece estupenda pero, en mi opinión, es tan bienintencionada como inexistente. Por un lado, es muy difícil definir los ámbitos de ambos magisterios sin superposición. Hay que tener en cuenta que las Iglesias se ocupan no sólo de la fe sino de la moral y en este último campo la injerencia es difícil de evitar. Véase, sólo por poner un par de ejemplos, la oposición al uso del preservativo en las relaciones sexuales o a la vacuna del papiloma humano en las niñas. En ambos casos, el argumento es que incita a la promiscuidad sexual, uno de las obsesiones morales de la Iglesia Católica, mientras que desde la ciencia está claro que preservativo y vacuna reducen la prevalencia de un conjunto no despreciable de enfermedades.

Refiriéndose al creacionismo y afines, Gould mantiene que el problema no es tan profundo como aparenta porque, en realidad, los literalistas bíblicos son una minoría y la inmensa mayoría de cristianos está abierta al avance de la ciencia. Ojalá tenga razón aunque recientes estadísticas sobre las creencias creacionistas/evolucionistas en los EE.UU. no son tranquilizadoras. De todas formas no se trata del número de fundamentalistas sino de su capacidad para influir en la sociedad, algo mucho más importante.

Tampoco tengo nada claro que la principal oposición venga de minorías fundamentalistas —que también y además arman más escándalo— sino que hay principios, al menos en la ortodoxia católica, que son claras injerencias en el papel de la razón en general y de la ciencia en particular. Estas injerencias pueden tener una repercusión enorme a pesar de ser aplicadas con sordina y sin la algarabía característica de los extremistas.

Gould recoge algunos de estos casos a través de citas de los documentos generados en el Concilio Vaticano I (1869-1870) convocado por el Papa Pío IX. He confirmado la corrección de esos párrafos porque su redacción, tal como aparece en el libro, deja muy pocas esperanzas de convivencia relajada entre el catolicismo y la ciencia.

El Concilio Vaticano I se conoce principalmente por hacer dogma de fe la doctrina de la infalibilidad papal pero hubo bastante más. Entre otras cosas, se quiso dejar clara la oposición a las corrientes racionalistas de la época, que ponían en entredicho tanto el poder terrenal del Papado, ya muy deteriorado respecto a los siglos anteriores, como la propia autoridad de la Iglesia en cuestiones que antes eran aceptadas sin más. Para solucionar estos problemas hubo una intensa dedicación a definir claramente "los errores del racionalismo, materialismo y ateísmo modernos" (1).

Se utilizó para ello un listado de proposiciones que terminaban, todas, en "sea anatema". Roma locuta est causa finita est. Asunto resuelto y a otra cosa, los católicos ya tienen una guía para sus relaciones con las razón. Gould incluye tres en su libro y yo he rescatado cinco que estoy seguro considerarán sugerentes; piensen si caen en alguno de estos errores, mi preferido es el cuarto:

Si alguno fuere tan osado como para afirmar que no existe nada fuera de la materia: sea anatema.
Si alguno dijere que la razón humana es de tal modo independiente que no puede serle mandada la fe por Dios: sea anatema.
Si alguno dijere que todos los milagros son imposibles [...] o que los milagros no pueden ser nunca conocidos con certeza, ni puede con ellos probarse legítimamente el origen divino de la religión cristiana: sea anatema.
Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia: sea anatema.
Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema.

No tengo noticia de que estos cánones hayan sido revisados en los últimos ciento treinta años pero mi impresión es que si se desea una convivencia armónica entre ciencia y religión católica, algunos de estos párrafos lo dificultan. La otra opción es que no haya demasiados científicos católicos porque recordemos que anatema conduce a excomunión. Menos mal que la mayor parte de los católicos desconoce la religión que dice profesar.

Respecto a los anatemas, hay más, yo he utilizado como fuente la Biblioteca Electrónica Cristiana donde encontrarán otros, resultado también del Vaticano I.

La referencia del libro de Gould (edición en español, traducida por Juandomènec Ros):

Stephen Jay Gould, 2007, Ciencia versus religión. Un falso conflicto. Drakontos Bolsillo, Crítica, Barcelona, 232 páginas.

En síntesis, el entendimiento es posible pero siempre que se cumplan las condiciones adecuadas, explicadas ya hace mucho tiempo:

"Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento". San Vicente de Lerins, Commonitorium primum, siglo V.

26 agosto 2007

¿Vida inorgánica?

Estos días se ha levantado cierto revuelo en internet sobre un trabajo publicado en el New Journal of Physics. La referencia concreta es la siguiente:

Tsytovich, V.N.; Morfill, G.E.; Fortov, V.E.; Gusein-Zade, N.G.; Klumov, B.A.; Vladimirov, S.V., 2007, From plasma crystals and helical structures towards inorganic living matter, New J. Phys., 9(8): 263-274.

El artículo puede descargarse completo en el enlace del título ya que la revista es de libre acceso.

El meollo de la cuestión es que Tsytovich y colegas dicen que han encontrado estructuras en el polvo espacial que tienen propiedades que asignamos a la "vida". La noticia ha dado lugar a comentarios como, por ejemplo, este:

Hallan en partículas inorgánicas de polvo espacial todas las propiedades de la vida

¿Puede la vida extraterrestre florecer a partir de pequeñas partículas inorgánicas de polvo interestelar? Esa es la pregunta que atormenta a los investigadores después de haber realizado un descubrimiento, cuando menos, intrigante: una serie de estructuras procedentes del espacio exterior que, a pesar de no estar basadas en el carbono, tienen características muy parecidas a las mostradas por las moléculas orgánicas que aquí, en la Tierra, dan sustento a la vida (ABC.es)

Normalmente, los noticieros y los blogs se han limitado a repetir la noticia con más o menos detalles. Pocos se han decidido a comentarla, de hecho sólo he encontrado a uno, Juan José Ibáñez, en cuyo blog aprendo mucho de edafología. Juanjo elabora dos posts (uno y dos) donde se muestra estusiasmado con los descubrimientos y se extraña de la poca repercusión del trabajo al menos en nuestro país. "¿Somos tan paletos?" pregunta.

Creo que no o, en todo caso, yo soy uno de ellos porque no me entusiasma la publicación de Tsytovich y colegas por los motivos que expondré después. Vaya por delante que el tema básico entra completamente en mi amplio campo de incompetencia pero hay cosas que creo que pueden ser comentadas a pesar de todo. Intentaré explicar primero la cuestión en términos generales extrayendo fragmentos del resumen:

Toda la vida terrestre está basada en el carbono y sus compuestos y no conocemos excepción a eso. Tsytovich et al. dicen que conjuntos de partículas en plasmas complejos pueden autoorganizarse de forma natural formando estructuras helicoidales con propiedades que suelen usarse para definir lo que llamamos "vida". Estas estructuras interactúan mostrando propiedades termodinámicas y evolutivas exclusivas de la materia viva. Por ejemplo: bifurcaciones que actúan como "marcas de memoria", autoduplicación, tasas metabólicas en un sistema termodinámico abierto... Y concluyen que estas estructuras poseen todas las propiedades necesarias para calificarlas como "vida inorgánica" con posible existencia en el espacio.

Verán que la cosa es muy fuerte. De hecho Tsytovich y colegas mencionan al final del artículo que la vida inorgánica tal vez haya "inventado" la orgánica.

En fin, asumiendo el riesgo de columpiarme y de romperme la crisma, al menos seré sincero: mi impresión es que Tsytovich y colegas han hecho un artículo que no es mucho más que una elucubración.

La primera cuestión, esencial, es que los autores no han descubierto nada real. La noticia no existe tal como se plantea. Los resultados que presentan no responden a observaciones reales sobre la materia sino a simulaciones realizadas con un ordenador. Ya he manifestado antes en otros posts de este blog que las simulaciones no tienen valor de demostración. Como mucho, son prospecciones sometidas a los riesgos inherentes a los modelos, cuya relación con el objeto real debe ser comprobada, cosa que no se ha hecho en ese trabajo.

La segunda cuestión, tampoco banal, es que no hay evidencia de que las estructuras reales tengan las propiedades que aparecen en algunas de las simulaciones. De hecho, ni siquiera me queda claro que la existencia de estructuras helicoidales iguales a las simuladas esté confirmada.

Y la tercera cuestión es sobre la transmisión de información contenida en las estructuras helicoidales, cuestión que sería esencial para hablar de "vida". Según los autores, las estructuras pueden tener "bifurcaciones" —dos estados de diferente diámetro― cuya secuencia podría codificar información. Pero hasta donde entiendo, no se ha demostrado que contengan información alguna y mucho menos que esa información sea relevante para una posible replicación y éxito en un mecanismo de competencia tampoco descubierto.

Creo que con cualquiera de esas tres objeciones la espectacularidad de algunos titulares y declaraciones del autor principal quedan algo aguadas. También quiero comentar un detalle que creo manifiesta un deseo de llamar la atención algo fuera de lugar: se insiste que las estructuras helicoidales son "similares a las del ADN".

"Similar al ADN" es una frase espectacular pero gratuita ¿similar en qué? Pues de lo leido, la "similitud" no es más que formal y relativa al aspecto helicoidal ya que lo poco que comentan sobre la posible replicación, además de ser puramente especulativo, no tiene nada que ver con lo que se conoce del ADN, su estructura y su funcionamiento. Eso sí, llama la atención. Pero además ¿sería realmente relevante esta similitud? Según ellos, estamos hablando de "vida" esencialmente diferente de la conocida hasta ahora por lo que, al menos en mi opinión, la estructura replicante podría tener cualquier forma siempre que se mostrara su funcionalidad para el objetivo de la replicación —cosa que aquí no se ha producido—. Que fuera o no helicoidal no añadiría ni quitaría verosimilitud. Por cierto, el ADN es una molécula y nadie hasta donde conozco le atribuye la propiedad de estar viva como pretende Tsytovich con sus hélices.

En fin, que mi impresión del artículo es que los autores se han dejado arrastrar por un estusiasmo que no parece justificado por lo que describen. Seguramente esté yo equivocado, el tiempo lo dirá, pero hay un tufillo a amarillismo científico que debería disiparse. Mientras tanto, no parece que haya habido reacciones al trabajo salvo las repetitivas notas de prensa y blogs. A ver si en los próximos números de New Journal of Physics se abre algún debate o todo se diluye en un vórtice de polvo virtual.

Para terminar, quisiera dejar claro que no tengo mayores razones para negar la posible existencia de vida extraterrestre ni, supuesta ésta, de vida no basada en el carbono. Es una de esas posibilidades sobre las que no existe evidencia ni a favor ni en contra por lo que afirmar o negar carece de sentido.

Nota: el artículo parece basarse en las observaciones de The Plasma Crystal Experiment que se lleva a cabo en la Estación Espacial Internacional con el objetivo de estudiar el comportamiento del plasma en condiciones de microgravedad. Tsytovich no parece pertenecer a este grupo aunque alguno de los coautores sí.

24 agosto 2007

15 posts 15

Pues eso, se me ocurrió pasar algunos a PDF y hacer alguna anotación:



20 agosto 2007

Gulen (13.12.1893-28.4.1895)

El 17 de junio de 1896, un gentlemen con traje de cuadros estrechaba una mano grasienta en cuyo otro extremo estaba un individuo greñudo y apestoso vestido con prendas indefinibles negras de hollín. El aspecto de este segundo individuo no era de extrañar ya que llevaba 16 meses sobreviviendo sobre los hielos del casquete polar ártico lo que incluía un invierno completo. Este último era el noruego Fridtjof Nansen y el primero el inglés Frederick Jackson.

La historia comenzó años antes aunque podríamos fijar su etapa madura en una conferencia impartida por Nansen ante la Sociedad Geográfica de Londres en noviembre de 1892. Nansen era ya conocido como explorador polar por la nada desdeñable hazaña de haber cruzado Groenlandia sobre esquíes pero la idea que proponía no tenía nada que ver con las técnicas convencionales de exploración polar. Nansen había llegado a la conclusión de que la banquisa ártica no permanecía estática en su conjunto sino que las placas de hielo derivaban llevadas por las corriente marinas. La clave de su idea era la hipótesis de que estas corrientes podrían arrastrar un barco varado sobre los hielos hacia el Norte y llegar muy cerca del Polo geográfico. La estrategia era, por tanto, acercar un barco a la banquisa en el verano, dejarse atrapar por los hielos y viajar "cómodamente" con ellos hasta salir de nuevo a aguas libres por el otro extremo del casquete polar. No se planteaba como objetivo la conquista del Polo Norte pero bueno, si se ponía a tiro tampoco iban a rechazar la oportunidad.

Nansen era prudente tanto respecto al derrotero como al material. Por ejemplo, planteaba que la travesía duraría probablemente tres años y tal vez hasta cinco. Lógicamente, durante este tiempo las necesidades básicas deberían estar garantizadas en lo posible: comida, combustible, entretenimiento y, sobre todo, seguridad.

Los precedentes eran malos: unos años antes, en 1879, el Jeanette se vió atrapado por los hielos al Norte de Siberia. La presión aplastó su casco con el resultado de la muerte de casi toda la tripulación, bien en el naufragio, bien en la huida en botes hacia las costas siberianas. Algunos restos del Jeanette aparecieron tres años después en el otro lado de los hielos, en la costa Oeste de Groenlandia. Este fue uno de los argumentos usados por Nansen para apoyar su idea de una corriente a través del Polo que habría transportado estos restos.

Para evitar la catástrofe, Nansen tuvo muy claro que el barco debía ser especial, no uno convencional más o menos adaptado a la expedición. Así se construyó el Fram, con 39 m de eslora, 11 de manga y 400 t de registro bruto. Entre las novedades destacaba la forma del casco, de sección redondeada y sin quilla aparente, con el fin de que el hielo, al comprimirlo, lo levantase en vez de aplastarlo. El Fram era original en muchos otros aspectos. Además de su forma, la protección contra el frío incluia calefacción, múltiples revestimientos en las paredes y suelos, cuatro puertas en cada escalera de salida al exterior, ventanas con triple vidrio... Pero, además, contaba por primera vez con iluminación eléctrica mediante lámparas de arco. Para alimentar la dinamo cuando la máquina de vapor estuviera parada se incorporó un generador eólico desmontable que funcionó a la perfección. Fue embarcada comida para cinco años, tanto para la tripulación como para los treinta perros. Su elección y empaquetado, en latas herméticas o cajas de zinc soldadas, lograron su conservación y evitaron el escorbuto.

A finales de julio de 1893, el Fram abandonaba las tierras noruegas en su extremo noreste y se dirigió hacia las islas de Nueva Siberia para dejarse atrapar, cosa que ocurrió a finales de septiembre. Los tripulantes se organizaron para pasar una larga noche polar que según el diario de Nansen transcurrió con comodidad y sin problemas.

La deriva no les llevó al Polo Norte pero les acercó mucho ya que el 9 de abril de 1895 llegaron a la latitud más septentrional nunca alcanzada: 86º 14'. Habían pasado casi dos años desde su salida. Pero Nansen no había esperado tanto. Mientras transcurrían los meses dedicados a las observaciones científicas y al mantenimiento y conservación de la nave, la idea de alcanzar el Polo no le abandonaba. Consideraba que si tenían un poco de suerte con el estado del hileo podían alcanzar la meta sin demasiado esfuerzo. Se equivocaba.

El Fram varado en los hielos

El 14 de marzo de 1895, en los 84º N, Hjalmar Johansen y Fridtjof Nansen abandonaron el Fram con 3 trineos cargados con unos 240 kg de peso cada uno (incluyendo 2 kayaks) y 28 perros. Llevan comida para un centenar de días, tiempo suficiente para cubrir los 665 km que les separan del Polo Norte y regresar hacia el Sur.

Nansen y Johansen abandonan el Fram y parten hacia el Polo Norte

Pero las previsiones optimistas de Nansen no se cumplen. Apenas tres semanas después, tras recorrer penosamente 220 km deciden volver. Habían llegado a los 86º 14', el punto más septentrional alcanzado hasta la fecha, pero las malas condiciones del hielo, todo bloques y grietas, el gran peso de los trineos y problemas con los perros, algunos de los cuales mueren de agotamiento o de convulsiones, les persuaden de la inutilidad del esfuerzo. La distancia media recorrida fue de apenas 10 km diarios mientras que la temperaturas nocturnas bajaban de -40 ºC. Lamentablemente no pueden volver a la comodidad del Fram porque no saben donde está. Deberán alcanzar la Tierra de Francisco José, a más de 600 km al SO.

Semana tras semana avanzan lentamente. Verán después que su camino se cruza con el del Fram, aunque a destiempo. Poco a poco empiezan a matar a los perros más débiles, que sirven de comida a los demás. Algunos se niegan al principio a probar esa carne pero cuando el hambre aprieta acaban cediendo. A mediados de mayo les quedan doce, a finales sólo siete. Johansen cumple 28 años.

A los tres meses de salir del Fram no han encontrado tierra firme a pesar de que sus cálculos les decían que debían haber llegado. En realidad, y a pesar de haber perdido el odómetro en uno de los múltiples vuelcos y accidentes, los cálculos eran correctos sólo que la tierra que esperaban, supuestamente avistada por otros exploradores, no existía. En junio han tenido que racionar la comida, muy escasa, y todos, perros y hombres, están hambrientos. Aunque llevan armas de caza no ven nada vivo en esta travesía hasta que el 22 de junio logran cazar una foca.

A partir de aquí deciden usar los canales en vez de evitarlos. Suben los trineos a los kayaks y reman hacia el Sur con los tres perros que quedan, acampando sobre bloques flotantes para dormir. La tierra no aparece hasta finales de julio en el horizonte. Les parece cercana pero aún tardarán quince días en llegar. Se trata de un islote del NE del archipiélago de la Tierra de Francisco José.

El viaje sigue semana tras semana. Ya no hay perros. Aparecen plantas entre las rocas y a mediados de agosto llegan a lo que parece, por fin, un mar abierto. Pero Nansen y Johansen se dan cuenta de que se les acaba el verano y entre días de mal tiempo y vientos en contra deciden construir un refugio para invernar en una isla que luego bautizarán como Isla Jackson. Sin herramientas, arrancan piedras del suelo helado y levantan poco a poco unas paredes de apenas un metro de altura intentando sellar los huecos con musgo. Cavan en el suelo con huesos de morsa y un patín de trineo pero está lleno de piedras y no llegan a igualarlo bien. El techo tienen que hacerlo con pieles de morsa que cazan en los alrededores y un tronco que encuentran varado. También abaten osos blancos cuya carne será la base de la monótona comida durante varios meses. La grasa de morsa les sirve para alimentar una cocinilla y un fanal.

En el diario de Nansen hay grandes vacíos en estos 9 meses ya que intentan pasar el tiempo durmiendo lo máximo posible. Las condiciones son malas, con mucho frío, viento y humedad. Sus ropas se les caen a pedazos e intentan no salir de los sacos que se han confeccionado con piel de oso.

El refugio de invierno

No pueden reemprender la marcha hasta el 19 de mayo. Uniendo sus kayaks en forma de catamarán e improvisando una vela navegan hacia el Sur y el 17 de junio de 1896 llegan a Cabo Flora. Una noche, en uno de sus campamentos, les parece oir ladridos a lo lejos. Por la mañana, 16 meses después de dejar la seguridad del Fram, Nansen se encuentra con Jackson. La conversación debería ser tan famosa como la de Livingstone y Stanley:

—¿No es Vd. Nansen?
—Sí, soy yo.
—¡Por Júpiter! Me alegro de verle.

Jackson está esperando un barco de avituallamiento que devolverá a los dos supervivientes, ya limpios, a Noruega.

En la Tierra de Francisco José

Apenas un par de semanas después, el 20 agosto de 1896, Nansen recibe la buena noticia de que el Fram ha aparecido después de tres años de su partida. Se reunen todos en el puerto de Tromsø. Como Nansen y Johansen, han pasado este último invierno polar confinados pero en inmejorables condiciones.

Si han llegado leyendo hasta aquí tal vez se pregunten quien era el Gulen que da título a este post. Gulen era uno de los perros y Nansen lo menciona en su diario de esta forma:

En el transcurso del día le llegó la hora a Gulen. Apenas se sostenía en pie, completamente extenuado. ¡Pobre animal! Trabajó leal, bondadosa y valientemente hasta su última hora y en pago a sus servicios iba a ser sacrificado para servir de comida a sus compañeros. Gulen nació en el Fram el 13 de diciembre de 1893 y, auténtico hijo de la noche polar, nunca vió otra cosa que nieve y hielo.

Gulen fue sacrificado el 28 de abril de 1895.

En 1922, a Fridtjof Nansen se le concedió el Premio Nobel de la Paz por su actividad en defensa de los refugiados y exiliados.

Un buen libro para seguir esta travesía:

Fridtjof Nansen
En la noche y entre los hielos. La expedición polar noruega de 1893 a 1896.
Planeta, Col. Viajes y Aventuras, Booket 9056, 1ª ed. junio de 2004. ISBN 84-08-05332-9.

Existe el Museo del Fram en Noruega.

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