31 diciembre 2005

Meta, orto, paraciencia

He hablado en varias entradas anteriores del rollo del analfabetismo numérico y, lo que es peor, la ausencia del simple sentido común. La más conspicua manifestación de este problema (yo creo que es un problema) se refleja en los periódicos, radios y televisiones. Pillas una radio y los voceros de turno suelen tratar los temas de ciencia y tecnología con enfoques manifiestamente mejorables. A los de a pie no les echo la culpa ya que no suelen dejarles tiempo para informarse ellos mismos de una noticia y apenas para elaborarla; sospecho que a veces no saben ni lo que están leyendo. A los que deberían revisar lo que van a emitir sí les echo en cara sus frecuentes actos de incompetencia.
Por poner un ejemplo reciente: hace unas semanas se hizo un programa en la 2 de la televisión española sobre "medicinas alternativas" (Enfoque, dirigido por Pedro Piqueras). Entre los invitados había gente pintoresca pero lo más granado era Fernando Sanchez Dragó. ¿A quién se le ocurrió elegir a don Fernando para este debate? ¿Cuáles son sus méritos en una discusión médica? ¿Porqué él y no Pocholo Martínez Bordiú, por ejemplo?
Bueno, aparte del improperio anterior ¿porqué hacer énfasis en el periodismo, pobre criatura, precisamente? Pues porque esta profesión tiene una influencia inmensa. Se supone que los periodistas captan, resumen, analizan y trasmiten aquello que ocurre en la sociedad y que los demás podemos aprovechar esta benéfica síntesis para llegar adonde nuestro tiempo o conocimiento no nos permite directamente.
Pues bien, hoy recomendaré dos blogs dedicados a temas que sus propios nombres explican: Malaprensa y Malaciencia. En esta última hay dos entradas muy interesantes sobre el sistema Galileo, tan de moda últimamente.
Y aprovechando la jugada, échenle un vistazo a un programa de divulgación científica que creo poco conocido. Se llama Vanguardia de la ciencia, es de Radio Exterior de España y está dirigido por Ángel Rodríguez Lozano. Este programa semanal lleva 10 años emitiéndose y ha tenido el sentido común de poner las grabaciones de sus emisiones en su página web en formato mp3. Probablemente ha sido una estrategia para compensar el horario de madrugada que sistemáticamente se les asigna a este tipo de programas, no vaya a ser que los vea alguien.

29 diciembre 2005

Cortando por lo sano

Nos envían un correo donde parece que algunos países como Israel o India están mosqueados con las imágenes del mundo que Google Earth permite consultar a través de internet. La solución parece estar en la censura de "lugares sensibles" por aquello de que los terroristas no usen Google en vez del atlas escolar de la editorial Everest, que supongo es su libro de cabecera actual.
A mí me parece insuficiente para prevenir todo el mal que nos acecha y propongo un conjunto de medidas complementarias que harán, por fin, de nuestro primer mundo un lugar seguro.
Adelante pues, vamos a vaciar de contenido los mapas y las imágenes para que no sepan donde está, por ejemplo, la central nuclear de Almaraz, potencial objetivo (hay que acordarse también de poner una pantalla opaca en la autopista que pasa al lado). De forma general, podemos cambiar los mapas e imágenes con información falsa para que los terroristas se suiciden (se autoinmolen, que dijo algún cabestro) en alta mar creyéndose en la plaza mayor del pueblo.
Luego podríamos seguir por borrar el catastro, no sea que alguien haga un uso malicioso localizando el domicilio de algún famoso y dándole pasaporte como a John Lennon (¿había Google Earth entonces?).
A continuación incluimos la "disponibilidad selectiva" en el sistema Galileo de forma que siempre salgan las coordenadas de Las Batuecas (con la única excepción del rally París-Dakar, o cómo se llame ahora eso).
Y como medida definitiva, como puntilla final para ponernos por delante de los primos yanquis en la protección de los valores occidentales, podemos restringir las revistas científicas, donde puede encontrarse información perniciosa, impidiendo el acceso a todos los que no sean socios de la Asociación Nacional del Rifle. Bueno, a esos tampoco, porque habría que enseñarles a leer antes y no merece la pena.

16 diciembre 2005

El desatascador que lo desatasque...

Hace un mes estuve en un pequeño congreso nacional. Durante los dos días que duró y cada vez que la ocasión lo permitía pregunté a la peña sobre su situación laboral (algo como aquello de ¿estudias o trabajas? de antes).
Los resultados no son estadísticamente defendibles (aunque conste que lo mismo que algunas encuestas aparentemente serias) pero sí claros: de 13 participantes, 10 cumplian las siguientes condiciones:
(a) eran investigadores de los que hacen investigación (hay otra subespecie de la que hablaré otro día), y (b) estaban en una situación laboral precaria o peor.
Lo cual me recordó a un trabajo publicado en El País Semanal hace unos meses dedicado a las mujeres jóvenes con peso en la ciencia en España. Bueno, pues de los 4 ejemplos del reportaje, 2 eran becarias Ramón y Cajal lo que significa que al fin de su beca se van a ir a hacer encaje de bolillos para ganarse la vida a menos que se les haga un hueco en el sistema.
Y ese hueco es difícil de abrir. El nulo interés por la ciencia (y en general por la cultura) en España se manifiesta por la escasa inversión y el discutible reparto de la tarta entre los supervivientes. Eso no sería un problema muy grave en algunas áreas porque los latinos somos capaces de hacer robots reciclando latas, pero lo que sí es dañino es el mínimo reciclado del personal.
Y es que en la universidad, una vez rellena la patera ya no cabe uno más. No defiendo el constante trasiego de las universidades estadounidenses pero tampoco es razonable la estabilidad sin límites y el café para todos actualmente imperante.
Hace un par de meses nos solicitaron propuestas para otra reforma de la Ley Orgánica de Universidades. Yo, desde mi inmensa inocencia y mi nula capacidad de influencia, propuse que se planteara de una vez una diferenciación entre carrera docente e investigadora. ¿Cuál sería la ventaja de esta medida? Lo explico brevemente: actualmente sólo se conceden nuevas plazas cuando hay exceso de docencia. El resultado, vista la dinámica demográfica, es fácil de suponer: no hay nuevas plazas y los departamentos se estancan durante décadas porque sólo pueden renovarse por jubilación de los profesores actuales. Los becarios que entran en el sistema saben que sus opciones a medio plazo son prácticamente nulas ¿Vivir de la investigación? Una risa. Con suerte 4 ó 5 años de beca predoctoral y n años de becas o contratos postdoctorales. Luego a hacer puñetas de ganchillo.
Comentario al margen: hacer depender la plantilla del número de alumnos refleja claramente (a) la dependencia de la clientela = escasa inversión, y (b) la nula fe en la labor investigadora del profesor cuya actividad al margen de la docencia se considera de segunda fila y de escaso interés de acuerdo con los criterios economicistas imperantes en esta política de pacotilla de la new age.
La definición de una carrera preferentemente investigadora permitiría considerar otras variables a la hora de ampliar plantilla, introduciendo personas nuevas con ganas de trabajar (que no faltan). Y tampoco sería necesario separar completamente ambas carreras ya que los docentes podrían integrarse en grupos de investigación para no perder el tren y los investigadores dar clases especializadas en los nuevos postgrados.
Como corolario, comentaré que estos días se ha hecho público el borrador de las modificaciones de la LOU. Lo he leido y me sube la bilirrubina, que decía Juan Luis Guerra. Qué desperdicio, qué falta de atrevimiento y de imaginación. Y siento ser tan pesimista pero las modificaciones propuestas tienen la misma transcendencia que la reforma constitucional que comenté en la entrada anterior. Marear la perdiz para nada. ¿Tal vez en la próxima reencarnación?

11 diciembre 2005

La chapuza legislativa

Las leyes y decretos deberían ser como los medicamentos, y sólo salir al público tras estudios que garanticen tres cosas esenciales: que realmente son funcionales contra la enfermedad que sea, que sus efectos secundarios, aunque existan, están bajo control y que sus interacciones con otros medicamentos no darán sorpresas desagradables.
Las leyes deberían ser iguales y pasar, antes de publicarse en el BOE y afectar a toda la comunidad, un control de calidad equivalente sobre su función, efectos e interacciones. Pero nada más lejos de la realidad.
En política, que lo es todo, vivimos del titular. Esta tendencia es perversa en sí misma porque prioriza chapuceras actuaciones de cartelera sobre otras más meditadas pero menos útiles para el escaparate por depender de planes a medio plazo. Pero hay más: al no existir una planificación general que las guíe, las iniciativas pierden su contexto y generan frecuentemente "efectos colaterales" no previstos e indeseables. Finalmente, al generar las normas con prisas, su mala calidad técnica genera problemas al ser parcialmente incompatibles con otras normas.
Todo ello genera normas efímeras o, como mínimo, que deben parchearse para reducir las vías de agua que amenazan con hundir la chalupa.
Les voy a poner un único ejemplo porque tengo en mente cebarme a fondo con la legislación universitaria próximamente. A finales del año 2001 se publicó la Ley Orgánica 6/2001 de Universidades. A grandes rasgos, esta ley nació tarada con problemas de los cuales los tres siguientes son sólo una muestra:

  • al ignorar el contexto de la convergencia europea ya en funcionamiento, una buena parte de sus artículos estaban ya fuera de lugar, perpetuando un esquema que caducaría en los siguientes años y haría la ley inútil.
  • se modificó el sistema de selección del profesorado funcionario adoptando un nuevo modelo absolutamente insostenible por su complejidad y coste.
  • se planteó un sistema de acreditación para el profesorado contratado mal diseñado por, entre otras cosas, la ausencia de baremos explícitos en las evaluaciones.

Consecuentemente, en los años siguientes se han publicado normas complementarias, modificaciones y chapuzas varias que han hecho que la legislación universitaria esté, hoy, hecha unos zorros. Estos cambios han intentado tapar los agujeros o errores de la ley básica pero su calidad es aún peor. El resultado más grave, en mi opinión, es que la entrada de gente nueva en el sistema se convierte en una carrera de obstáculos pero donde las reglas se cambian de año en año, generando frustración tras frustración, con efectos que sin duda veremos en un futuro próximo.
Conste en acta que no estoy satisfecho con este post porque me gusta más tratar las cosas con ironía y cierto distanciamento. Pero estamos tratando del futuro de la educación superior, jodido por unos y otros, y también del futuro de muchas personas que ven cerrada su entrada en el sistema de investigación porque el ministro/ministra y adláteres fueron unos incompetentes. Y aquí ya no cabe ironía.

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