27 mayo 2018

Incoherencia

Acabo de escuchar un debate en la radio sobre incoherencia y se me ha ocurrido improvisar cuatro líneas al respecto. Por adelantar mi primera conclusión, aunque parezca extraño, creo que hay muy poca gente incoherente, si es que la hay.
Ya comenté en otro momento que tenemos un gran banco de datos en nuestro cerebro fruto de la experiencia, la reflexión (poca o mucha, da igual) y la lectura o el estudio, entre otras cosas. Este banco de datos no son sólo hechos, sino también reglas, modelos, hipótesis... Tener esta herramienta nos permite tomar decisiones valorando múltiples factores y múltiples objetivos simultáneamente. Nuestra vida transcurre así, tomando decisiones de forma continua ante lo que nos pasa día a día. Si llamamos coherencia a aceptar y actuar de acuerdo con esas decisiones, que consideramos las mejores, considero casi imposible que resolvamos hacer algo que no creamos lo más adecuado, es decir, somos coherentes.
El problema viene, creo, de que confundimos la coherencia con observar reglas inmutables que deben respetarse con independencia de las circunstancias. Yo creo que el concepto puede abordarse de forma diferente.


Un ejemplo clásico es el médico que, mientras fuma, te dice que fumar es malo. Eso, para mí, no es incoherencia. En efecto, él te está dando una información correcta de acuerdo con lo que sabe pero, sin embargo, parece no aplicarse a sí mismo. ¿Cuál es la explicación? Creo que lo que pasa es que el médico, a la hora de decidir sobre fumar o no fumar, ha tomado una decisión basada en varios factores, no sólo en su salud (las decisiones rara vez son unifactoriales). Los otros pueden ser el placer que le da fumar y la dificultad que le supondría superar la adicción, por ejemplo. Otro factor, esta vez en contra, podría ser el coste económico de fumar. Ante estos factores, decide que, al menos por el momento, seguirá fumando. No ignora el daño a largo plazo, por supuesto, pero valora más el beneficio (placer) a corto. Advertirte a ti del peligro es su forma de introducir ese factor en tu sistema de decisión para que luego llegues a tu conclusión, la que sea, con la información adecuada (es también su obligación como profesional). Él ha tomado la suya y si ha valorado y ponderado los factores (aunque sea erróneamente), esa decisión es coherente.
Otro ejemplo es que yo defiendo respetar los límites de velocidad en la carretera. Y claro, no sólo lo defiendo, sino que lo creo, y como soy coherente, circulo siempre dentro de esos límites. Eso no fue obstáculo para que un día, hace un par de años, fuera a Sevilla superando holgadamente los 120 km/h de la autopista. ¿Qué pasó? Pues que nos retuvo un atasco a la salida de Mérida durante casi media hora y teníamos que llegar a un examen. Aquí el sistema de toma de decisiones usó las circunstancias del momento, no habituales, y el llegar a tiempo pesó más que los límites establecidos (y que yo, insisto, respeto porque creo que debo hacerlo).
En consecuencia: coherencia no es hacer siempre lo mismo, en toda circunstancia, sino hacer lo que consideras adecuado o "bueno" en función de los escenarios o circunstancias. Eso, obviamente, puede llevar a actuar de formas diferentes pero no necesariamente incoherentes. Respetar la velocidad será habitualmente lo que haga porque en circunstancias normales creo que es lo adecuado, pero eso no quita para que haya excepciones y ahí lo coherente, porque lo ves como opción idónea, sea llegar al examen.
Otro problema en esta discusión es que comúnmente y por error o mala interpretación, llamamos incoherencia a algo que no lo es.
El caso de Pablo Iglesias es de lo más comentado esta temporada: tras criticar en el año 2012 la compra de una propiedad por parte de Luis de Guindos (dice su tuit "¿entregarías la política económica de un país a quien se gasta 600.000 € en un ático de lujo?"), él hace algo similar en el 2018. Esto, en mi opinión, no manifiesta incoherencia sino falsedad, que es algo bastante diferente. Todo apunta que el tuit transmite un mensaje ideológico que realmente él no asume: lo escribió con el objetivo de vapulear a un personaje de un partido diferente y ganar crédito entre los que se podían sentir identificados con una posición ideológica en la que él no se integra. Obsérvese que yo no hablo sobre la ética de las compras, sino sobre las declaraciones hechas públicamente con suposición de veracidad.
Por no centrarme sólo en este ejemplo, ahora estamos asistiendo a las fintas y contorsiones que casi todos los partidos hacen para apuntarse o no a la moción de censura que presenta el PSOE contra el PP. ¿Son incoherentes los partidos que no se apuntan a pesar de autodefinirse en contra de la corrupción? Estoy seguro de que no, de que lo que pasa es que ese factor pesa muy poco en la estrategia de los partidos. Queda bien su mención porque la gente está sensibilizada con el tema de la corrupción y sería perjudicial no subirse al carro de la virtud, pero hay otro factor muy por encima de ese: la conveniencia política en cada momento. Hay partidos que prefieren mantener este gobierno durante un tiempo porque consideran que eso será beneficioso para ellos a medio plazo y ese, al final, es el bien mayor desde su punto de vista y desde su sistema de decisión. Es decir, falsedad (a la hora de criticar la corrupción de forma absoluta y sin matices) más que incoherencia, mensajes rotundos (porque venden) a sabiendas de que habrá que obviarlos cuando se presente un escenario donde el objetivo entra en contradicción con las declaraciones de moralidad.
Como resumen, tres conclusiones: 1) la incoherencia "privada" (de nosotros con nosotros mismos) no existe o es rarísima, 2) la aparente incoherencia "pública" (declaraciones dirigidas a los demás) suele ser, más bien, un indicador de falsedad y de mentira y 3) el pecado no es su incoherencia, es nuestra credulidad.
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