20 agosto 2007

Gulen (13.12.1893-28.4.1895)

El 17 de junio de 1896, un gentlemen con traje de cuadros estrechaba una mano grasienta en cuyo otro extremo estaba un individuo greñudo y apestoso vestido con prendas indefinibles negras de hollín. El aspecto de este segundo individuo no era de extrañar ya que llevaba 16 meses sobreviviendo sobre los hielos del casquete polar ártico lo que incluía un invierno completo. Este último era el noruego Fridtjof Nansen y el primero el inglés Frederick Jackson.

La historia comenzó años antes aunque podríamos fijar su etapa madura en una conferencia impartida por Nansen ante la Sociedad Geográfica de Londres en noviembre de 1892. Nansen era ya conocido como explorador polar por la nada desdeñable hazaña de haber cruzado Groenlandia sobre esquíes pero la idea que proponía no tenía nada que ver con las técnicas convencionales de exploración polar. Nansen había llegado a la conclusión de que la banquisa ártica no permanecía estática en su conjunto sino que las placas de hielo derivaban llevadas por las corriente marinas. La clave de su idea era la hipótesis de que estas corrientes podrían arrastrar un barco varado sobre los hielos hacia el Norte y llegar muy cerca del Polo geográfico. La estrategia era, por tanto, acercar un barco a la banquisa en el verano, dejarse atrapar por los hielos y viajar "cómodamente" con ellos hasta salir de nuevo a aguas libres por el otro extremo del casquete polar. No se planteaba como objetivo la conquista del Polo Norte pero bueno, si se ponía a tiro tampoco iban a rechazar la oportunidad.

Nansen era prudente tanto respecto al derrotero como al material. Por ejemplo, planteaba que la travesía duraría probablemente tres años y tal vez hasta cinco. Lógicamente, durante este tiempo las necesidades básicas deberían estar garantizadas en lo posible: comida, combustible, entretenimiento y, sobre todo, seguridad.

Los precedentes eran malos: unos años antes, en 1879, el Jeanette se vió atrapado por los hielos al Norte de Siberia. La presión aplastó su casco con el resultado de la muerte de casi toda la tripulación, bien en el naufragio, bien en la huida en botes hacia las costas siberianas. Algunos restos del Jeanette aparecieron tres años después en el otro lado de los hielos, en la costa Oeste de Groenlandia. Este fue uno de los argumentos usados por Nansen para apoyar su idea de una corriente a través del Polo que habría transportado estos restos.

Para evitar la catástrofe, Nansen tuvo muy claro que el barco debía ser especial, no uno convencional más o menos adaptado a la expedición. Así se construyó el Fram, con 39 m de eslora, 11 de manga y 400 t de registro bruto. Entre las novedades destacaba la forma del casco, de sección redondeada y sin quilla aparente, con el fin de que el hielo, al comprimirlo, lo levantase en vez de aplastarlo. El Fram era original en muchos otros aspectos. Además de su forma, la protección contra el frío incluia calefacción, múltiples revestimientos en las paredes y suelos, cuatro puertas en cada escalera de salida al exterior, ventanas con triple vidrio... Pero, además, contaba por primera vez con iluminación eléctrica mediante lámparas de arco. Para alimentar la dinamo cuando la máquina de vapor estuviera parada se incorporó un generador eólico desmontable que funcionó a la perfección. Fue embarcada comida para cinco años, tanto para la tripulación como para los treinta perros. Su elección y empaquetado, en latas herméticas o cajas de zinc soldadas, lograron su conservación y evitaron el escorbuto.

A finales de julio de 1893, el Fram abandonaba las tierras noruegas en su extremo noreste y se dirigió hacia las islas de Nueva Siberia para dejarse atrapar, cosa que ocurrió a finales de septiembre. Los tripulantes se organizaron para pasar una larga noche polar que según el diario de Nansen transcurrió con comodidad y sin problemas.

La deriva no les llevó al Polo Norte pero les acercó mucho ya que el 9 de abril de 1895 llegaron a la latitud más septentrional nunca alcanzada: 86º 14'. Habían pasado casi dos años desde su salida. Pero Nansen no había esperado tanto. Mientras transcurrían los meses dedicados a las observaciones científicas y al mantenimiento y conservación de la nave, la idea de alcanzar el Polo no le abandonaba. Consideraba que si tenían un poco de suerte con el estado del hileo podían alcanzar la meta sin demasiado esfuerzo. Se equivocaba.

El Fram varado en los hielos

El 14 de marzo de 1895, en los 84º N, Hjalmar Johansen y Fridtjof Nansen abandonaron el Fram con 3 trineos cargados con unos 240 kg de peso cada uno (incluyendo 2 kayaks) y 28 perros. Llevan comida para un centenar de días, tiempo suficiente para cubrir los 665 km que les separan del Polo Norte y regresar hacia el Sur.

Nansen y Johansen abandonan el Fram y parten hacia el Polo Norte

Pero las previsiones optimistas de Nansen no se cumplen. Apenas tres semanas después, tras recorrer penosamente 220 km deciden volver. Habían llegado a los 86º 14', el punto más septentrional alcanzado hasta la fecha, pero las malas condiciones del hielo, todo bloques y grietas, el gran peso de los trineos y problemas con los perros, algunos de los cuales mueren de agotamiento o de convulsiones, les persuaden de la inutilidad del esfuerzo. La distancia media recorrida fue de apenas 10 km diarios mientras que la temperaturas nocturnas bajaban de -40 ºC. Lamentablemente no pueden volver a la comodidad del Fram porque no saben donde está. Deberán alcanzar la Tierra de Francisco José, a más de 600 km al SO.

Semana tras semana avanzan lentamente. Verán después que su camino se cruza con el del Fram, aunque a destiempo. Poco a poco empiezan a matar a los perros más débiles, que sirven de comida a los demás. Algunos se niegan al principio a probar esa carne pero cuando el hambre aprieta acaban cediendo. A mediados de mayo les quedan doce, a finales sólo siete. Johansen cumple 28 años.

A los tres meses de salir del Fram no han encontrado tierra firme a pesar de que sus cálculos les decían que debían haber llegado. En realidad, y a pesar de haber perdido el odómetro en uno de los múltiples vuelcos y accidentes, los cálculos eran correctos sólo que la tierra que esperaban, supuestamente avistada por otros exploradores, no existía. En junio han tenido que racionar la comida, muy escasa, y todos, perros y hombres, están hambrientos. Aunque llevan armas de caza no ven nada vivo en esta travesía hasta que el 22 de junio logran cazar una foca.

A partir de aquí deciden usar los canales en vez de evitarlos. Suben los trineos a los kayaks y reman hacia el Sur con los tres perros que quedan, acampando sobre bloques flotantes para dormir. La tierra no aparece hasta finales de julio en el horizonte. Les parece cercana pero aún tardarán quince días en llegar. Se trata de un islote del NE del archipiélago de la Tierra de Francisco José.

El viaje sigue semana tras semana. Ya no hay perros. Aparecen plantas entre las rocas y a mediados de agosto llegan a lo que parece, por fin, un mar abierto. Pero Nansen y Johansen se dan cuenta de que se les acaba el verano y entre días de mal tiempo y vientos en contra deciden construir un refugio para invernar en una isla que luego bautizarán como Isla Jackson. Sin herramientas, arrancan piedras del suelo helado y levantan poco a poco unas paredes de apenas un metro de altura intentando sellar los huecos con musgo. Cavan en el suelo con huesos de morsa y un patín de trineo pero está lleno de piedras y no llegan a igualarlo bien. El techo tienen que hacerlo con pieles de morsa que cazan en los alrededores y un tronco que encuentran varado. También abaten osos blancos cuya carne será la base de la monótona comida durante varios meses. La grasa de morsa les sirve para alimentar una cocinilla y un fanal.

En el diario de Nansen hay grandes vacíos en estos 9 meses ya que intentan pasar el tiempo durmiendo lo máximo posible. Las condiciones son malas, con mucho frío, viento y humedad. Sus ropas se les caen a pedazos e intentan no salir de los sacos que se han confeccionado con piel de oso.

El refugio de invierno

No pueden reemprender la marcha hasta el 19 de mayo. Uniendo sus kayaks en forma de catamarán e improvisando una vela navegan hacia el Sur y el 17 de junio de 1896 llegan a Cabo Flora. Una noche, en uno de sus campamentos, les parece oir ladridos a lo lejos. Por la mañana, 16 meses después de dejar la seguridad del Fram, Nansen se encuentra con Jackson. La conversación debería ser tan famosa como la de Livingstone y Stanley:

—¿No es Vd. Nansen?
—Sí, soy yo.
—¡Por Júpiter! Me alegro de verle.

Jackson está esperando un barco de avituallamiento que devolverá a los dos supervivientes, ya limpios, a Noruega.

En la Tierra de Francisco José

Apenas un par de semanas después, el 20 agosto de 1896, Nansen recibe la buena noticia de que el Fram ha aparecido después de tres años de su partida. Se reunen todos en el puerto de Tromsø. Como Nansen y Johansen, han pasado este último invierno polar confinados pero en inmejorables condiciones.

Si han llegado leyendo hasta aquí tal vez se pregunten quien era el Gulen que da título a este post. Gulen era uno de los perros y Nansen lo menciona en su diario de esta forma:

En el transcurso del día le llegó la hora a Gulen. Apenas se sostenía en pie, completamente extenuado. ¡Pobre animal! Trabajó leal, bondadosa y valientemente hasta su última hora y en pago a sus servicios iba a ser sacrificado para servir de comida a sus compañeros. Gulen nació en el Fram el 13 de diciembre de 1893 y, auténtico hijo de la noche polar, nunca vió otra cosa que nieve y hielo.

Gulen fue sacrificado el 28 de abril de 1895.

En 1922, a Fridtjof Nansen se le concedió el Premio Nobel de la Paz por su actividad en defensa de los refugiados y exiliados.

Un buen libro para seguir esta travesía:

Fridtjof Nansen
En la noche y entre los hielos. La expedición polar noruega de 1893 a 1896.
Planeta, Col. Viajes y Aventuras, Booket 9056, 1ª ed. junio de 2004. ISBN 84-08-05332-9.

Existe el Museo del Fram en Noruega.

16 agosto 2007

[Breves] El Amigo de Ulises nos hace un regalo

Hice un par de posts recomendando el decapitado programa Vanguardia de la Ciencia, antes lo mejor de nuestra ciencia en la radio pública, ahora sumido en esa oscuridad que crece. Pero el verdadero trabajo, el meritorio y eficaz, se lo ha dado el amigo.de.ulises, que ha subido un montón de programas en formato mp3 a eSnips para que podamos recuperarlos y escucharlos.
Les sugiero que visiten el lugar y, si tienen sus propios mp3 que puedan rellenar posibles huecos, díganselo a amigo.de.ulises. Y a este, mil gracias por su trabajo y que disculpe por no comentarlo aquí antes, que debería haberlo hecho.

Nota: la difusión y redistribución de estos archivos de audio está expresamente autorizada con la condición de mencionar su origen: Radio Exterior de España que, por el momento, mantiene el servicio de podcast de los últimos programas emitidos (buscar en "podcast de REE" o usar el RSS).

[Breves] Nature Collections

Nature pone en su web un librito monográfico sobre energía construido con artículos de las secciones de divulgación de la revista (no específicamente de investigación). Son de acceso libre y se accede desde el enlace Nature Collections: Energy. También puede pedirse un ejemplar impreso gratuito.
En Collections Archive encontramos otros monográficos de acceso libre: SIDA, Nanotecnología y cáncer, Metagenómica y Genoma humano.

Libros de "viajes"

¿Qué similitud hay entre las experiencias de Davis y Plowman relatadas en "El río" y las de Manuel Córdova-Ríos, contadas en "Un brujo del Alto Amazonas?

Estas semanas estoy leyendo bastante, cosa conveniente para la salud en este pueblo de Tierra de Campos aislado de internet. Entre los libros está el último citado ya que "El río" lo lei, comenté y recomendé en otro post.

El del brujo me lo recomendó un estusiasmado E que se maravillaba de las sabias experiencias que en él se mencionan. Les cuento lo esencial: hace cien años un adolescente Manuel Córdova-Ríos fue raptado por una tribu del Alto Amazonas. Prisionero durante 7 años descubrió que el anciano jefe de la tribu le estaba preparando para su sucesión transmitiéndole la ancestral sabiduría sobre la selva, la caza y la medicina tradicional. El método de enseñanza por antonomasia fue a través de la ingestión de ayahuasca o yagé. En el libro se defiende que los viajes de ayahuasca permiten una suerte de telepatía comunal, clarividencia y aprendizaje a partir de experiencias ajenas.


Libros que prometen mucho y dan más bien poco ("Un brujo del Alto Amazonas") o todo lo contrario ("El río")

Más tarde, en 1971, Frank Bruce Lamb cuenta la historia en el libro Wizard of the Upper Amazon: the history of Manuel Cordova Rios (hay versión en castellano en la colección Terra incognita). Según Bruce la historia debía ser contada debido a la "gran cantidad de valiosa información que contenía sobre las potencialidades del espíritu humano". Igual se lo tomó mi amigo E y más o menos al contrario me lo tomé yo.

En realidad, el libro no contiene prácticamente nada de información valiosa. Es un relato interesante del que uno podría esperar datos novedosos dada la experiencia que se supone se transfirió al protagonista. Lamentablemente sólo se obtienen descripciones de experiencias psicodélicas y supuestos hechos vagamente creíbles como lo de que los indios son capaces rutinariamente de alcanzar flechas al vuelo con otras flechas o partirlas a la mitad como en la película de Robin Hood.

Es interesante comparar el libro con otros que pueden dar ejemplo de variedades dentro del género fantástico-iniciático. El ejemplo más conocido es probablemente la famosa serie de Carlos Castaneda, con el brujo yaqui don Juan como maestro. Igualmente atractiva que el libro de Frank Bruce e igualmente ausente de contenido tangible. Otro ejemplo más grave, trasplantado a los aborígenes australianos, es el perpetrado por Marlo Morgan que comenté ácidamente en Marlo Morgan ilumina mi espíritu.

Y en el otro extremo situaría "El río" de Wade Davis, donde un par de jóvenes botánicos se meten todo lo que pillan siguiendo las huellas de Richard Evans Schultes. Las experiencias de Schultes (12 años desaparecido en la Amazonia y dedicado a estudios etnobotánicos) o de Wade Davis y Tim Plowman son igualmente apasionantes pero mucho más creíbles además de estar llenas de información contrastable.

Mi amigo E utiliza el libro para reforzar el moderno mito de la existencia de ancestrales fuerzas y conocimientos que, como son secretos, no podemos ver pero que sin duda son reales. La prueba, según él, es que el comportamiento del animal X se aprende introduciéndose en él mediante un trip lo cual, lógicamente, da mucho más conocimiento que la observación y la experiencia convencionales. O sea, que se cree sin cuestionar nada todo lo que se cuenta. Curiosamente, E también ha leído El antropólogo inocente de Nigel Barley pero eso no socava su fe en lo más mínimo.

No cuestiono que la historia básica del libro sea real pero mi impresión general es que se exagera como tributo al espectáculo y al marketing. He encontrado alguna reseña que sin negar el atractivo del libro achaca al autor estadounidense un excesivo estusiasmo que le lleva a introducir contenidos inexistentes en la experiencia real.

¿Qué me falta para tomarme con seriedad este libro? Hay que darse cuenta de que Manuel Córdova existió y que Frank Bruce tuvo mucho trato con él, tal como relata en el prólogo. Hubiera sido una evidencia aplastante que los vegetales usados en alguna de las maravillosas experiencias hubieran sido identificados y su forma de preparación documentada. El caso de la ayahuasca ha sido estudiado (ver abajo) pero otros no. Y son espectaculares. Por ejemplo, en las primeras páginas del libro se describe la "zombificación" de una cautiva cuya voluntad es sometida mediante la aplicación de emplastos vegetales. Pero este tipo de información jamás aparece en estos libros, qué lástima. Hubiera sido fácil ya que hay excelentes especialistas en flora amazónica en centros y universidades del mundo.

En fin, le diré a mi amigo que no dude en probar la ayahuasca en su próximo viaje y que use la clarividencia para algo palpable, como ver el número premiado en el siguiente sorteo de la lotería. O, algo menos pragmático: que me envíe una carta con 5 números de 3 cifras y luego se comunique conmigo en sueños y me los de a conocer. Les contaré si tuvo éxito.

Mientras tanto y a pesar de todo no dudaré en buscar y leer el otro libro titulado "Río Tigre y más allá" dedicado, parece ser, a la medicina de don Manuel. Tal vez allá sí encuentre información fresca.

Aclaración: aquí se unen dos circunstancias diferentes que quiero dejar claras. Por un lado, la ayahuasca tiene efectos descritos abundantemente de los cuales no me cabe duda aunque mi experiencia al efecto es nula. Pero no hablamos de eso sino de crear un aura de misterio impenetrable para añadir a esos efectos la adquisición de habilidades telepáticas y de precognición entre otras.

Información: se conoce como ayahuasca a un preparado hecho con una liana de nombre científico Banisteriopsis caapi (descrita para la botánica por Spruce) y con hojas del arbusto Psychotria viridis (las posibilidades son mucho más amplias ya que se han descrito un centenar de especies vegetales con DMT y susceptibles de ser mezcladas con la liana, ver abajo). Los alcaloides encontrados en los preparados son principalmente la harmina, la THH (1,2,3,4-tetrahidroharmina) y el DMT (N,N-dimetiltriptamina); todos han sido ya sintetizados artificialmente.
El funcionamiento de la mezcla es interesante: la DMT no tiene efectos psicotrópicos si se ingiere aisladamente debido a que es eliminada por un enzima presente en nuestro organismo, la monoamino-oxidasa (MAO). Pero la THH y la harmina actúan como inhibidores de la MAO permitiendo que la DMT manifieste su actividad.

03 agosto 2007

De la curiosidad aI desasosiego

No hacemos ciencia ni creamos arte para conocer o disfrutar sino como consecuencia de la necesidad de sobrevivir. Somos animales culturales, lo cual  nos diferencia del resto. Pero el surgimiento de la cultura no ha sido fruto de la casualidad sino un efecto de la curiosidad. Y la curiosidad es una potente característica evolutivamente ventajosa, probablemente porque lleva al conocimiento y éste al progresivo control del medio.

La curiosidad y el consecuente conocimiento permitieron dos logros esenciales en nuestra evolución como humanos. El primero fue la capacidad de elaborar modelos de la realidad lo que permite adelantarse a ella, reconocer sus ciclos, establecer causas y consecuencias. La segunda, que dió aún más importancia a la primera, fue el nacimiento de la tecnología que nos permitió en momentos muy difíciles vestirnos previniendo los ciclos meteorológicos, resguardarnos de los enemigos tras barreras artificiales, desarrollar trampas e instrumentos de caza como el propulsor o la honda, usar el fuego para iluminar la noche, cocinar o defendernos del frío... Ambos aumentaron la estabilidad ante la incertidumbre, nos aisló del azar y permitió a nuestros antepasados lejanos experimentar un éxito evolutivo inédito para una única especie en tan corto espacio de tiempo.

Es importante reparar en que sólo en un contexto de estabilidad, de razonable independencia del azar, puede desarrollarse la complejidad. Complejidad cultural en nuestro caso, que necesitó y llevó a la búsqueda y desarrollo de métodos de comunicación entre individuos y el surgimiento, consecuentemente, de la cultura como patrimonio colectivo.

Aquí aparece otro tipo de evolución, la cultural, que debe cumplir, como la biológica, algunas condiciones. La más importante es que debe transmitirse entre generaciones. Esta transmisión supone la existencia de un mensaje, el acervo cultural, y de un soporte o medio. 

En sus estadios iniciales el proceso encontró rápidamente sus límites técnicos ya que el medio era la transmisión oral, un mecanismo incompleto, ineficaz y muy sensible a los errores. Cualquier descubrimiento o avance individual apenas tenía repercusión más que en el ámbito inmediato, espacial y temporal.

La solución vino, ya lo sabemos, con una creación revolucionaria que garantizaba el éxito del proceso y lo catalizaba: la escritura. De construcción lenta pero muy eficaz como medio de transmisión, permitió que el conocimiento se propagara, por fin, rompiendo límites temporales y espaciales. En la época de la transmisión oral la cadena era estricta: una persona hablaba con otra sólo cuando coincidían en un lugar y en un momento; además el hecho era único, difícilmente repetible. La escritura rompió esas limitaciones y hoy leemos textos con independencia de donde y cuando hayan sido escritos.

La eficacia de la escritura es efecto de varias causas. Una de ellas es la tecnología implicada: la copia manual, un método ineficaz y trabajoso, duró muchos siglos. Las imprentas permitieron que nacieran las  bibliotecas y con ellas la generalización del acceso a la cultura.

Hoy todo está cambiando. Al mensaje escrito se ha unido la imagen y el sonido. Desde el daguerrotipo o el colodión húmedo hasta la fotografía actual, desde los discos de cera o pizarra hasta la grabación magnética apenas nos separan un siglo. La información ya no se codifica en formatos analógicos sino digitalmente lo que permite, si fuéramos cuidadosos, la réplica exacta e ilimitada. La difusión ya no se hace mediante el intercambio de material tangible sino de secuencias de estados de energía. La revolución tecnológica ha permitido unificar soportes, medios y procedimientos de transmisión para las tres formas básicas de información cultural: escritura, imagen y sonido.

Pero la revolución tecnológica lleva aparejada otra silenciosa: la del contenido, el mensaje. Y en esta última somos seres inadaptados. 

Estamos adaptados a recibir por nuestros sentidos un ingente flujo de información de forma continua. Nuestros ojos son equivalentes a una cámara de algo más de 1 Megapíxel y funcionan de forma continua en la vigilia. Nuestros oídos reciben un flujo continuo de sonido. Otros sentidos están captando también continuamente información del medio: el tacto, la presión, el equilibrio, el olfato, la temperatura...

Toda esa información debe ser procesada por nuestro cerebro de forma, además, de que quede "CPU" libre para cualquier análisis consciente que estemos haciendo, desde manejar una herramienta hasta examinar un mapa. 

Pero eso ya sabemos hacerlo, en parte porque la información que recibimos por nuestros sentidos es muy redundante y en parte porque lo que queda es filtrado bastante eficazmente hasta separar lo útil de lo irrelevante, una herencia evolutiva.

Lo que ya no sabemos hacer, ya que la evolución no nos ha preparado para ello, es aplicar ese mismo proceso a la información cultural. Esa información nos llega desagregada, aislada, independiente una de la otra a través de los medios de transmisión: radio, televisión, libros, discos, internet, fotografía... Estamos ante ella en una situación de desamparo derivada de la falta de mecanismos para conocer y filtrar. Obviando incluso la información basura, ya no podemos leer lo que se escribe, ni mirar lo que se fotografía, ni escuchar lo que se compone. Ni una fracción ínfima. Estamos en una situación equivalente a cuando imperaba la tradición oral: antes no había tiempo de viajar y hablar con todos los maestros; hoy, que ya no hay que viajar, no lo hay de seleccionar entre todo lo desplegado ante nosotros.

Y seguimos, con mucho esfuerzo, analizando y seleccionando nuestras lecturas... Pero el tiempo pasa y la labor pendiente crece. Por eso la sensación ante lo que existe y la porción minúscula a la que el tiempo nos permite acceder es a veces de vértigo y las más de desasosiego. Necesitamos vivir más ¿se apuntan?

30 julio 2007

Una aventura fotográfica (1862-1866)

Una de las aventuras españolas más singulares del siglo XIX fue la llamada Comisión Científica del Pacífico (CCP). Se trató de una expedición científica, una como otras, acordes con el espíritu romántico de la época, pero ésta tenía una característica nueva. Además de tres zoólogos, un geólogo, un botánico, un antropólogo y un taxidermista se incluyó a un fotógrafo llamado Rafael Castro Ordóñez.

Rafael Castro llevó adelante su cometido en unas condiciones difíciles. Las fotografías se hacían con una técnica nueva, introducida por Gustave Le Gray y Frederick Scott Archer apenas 10 años antes de la expedición: el colodión húmedo sobre placas de vidrio. Esta técnica permitía unos tiempos de exposición relativamente breves debido a la "alta" sensibilidad del soporte (ISO 6º), entre 2 y 30 segundos en buenas condiciones de luz. La técnica alternativa, el daguerrotipo, exigía unas 15 veces más.

Rafael Castro no vió su obra acabada pero documentó fotográficamente una de las aventuras científicas más importantes del siglo XIX. Sólo muy recientemente los fondos han sido digitalizados y salvados del olvido.

El colodión húmedo actuaba como sustrato donde quedaban inmersos los minúsculos cristales de yoduro de plata. Para fabricar un negativo debía mezclarse celulosa de algodón con nitroglicerina y diluirse con éter y alcohol. Intenten recrear el proceso posterior en condiciones tropicales y dentro de una tienda de campaña a oscuras (tomado de aquí):

Una vez obtenida la solución correcta de nitrocelulosa, éter y alcohol se saturaba ésta con bromo-yoduro de potasio. En la botella se veian suspendidas las partículas de bromo y iodo todas equidistantes y muy bien distribuidas. Esa suspensión se colocaba por goteo continuo sobre un vidrio perfectamente limpio y sin imperfecciones. Emulsionado el vidrio con una capa uniforme de colodión, se pasaba a una solución de nitrato de plata. La placa de vidrio se introducía por inmersión total y a oscuras en el nitrato de plata por algunos segundos y vigilando si la reacción de cristalización de sales de plata era homogénea, constante y progresiva. Cuando la placa presentaba un color blanquecino, casi nacarado, la sensibilización era correcta y la placa húmeda se colocaba en el chasis de la cámara para su exposición. Una vez expuesta, aún húmeda, se revelaba con nitrato de celulosa y ácido pirogálico. El proceso de fijado se realizaba con hiposulfíto de sodio y cianuro de potasio. Acto seguido, se lavaba con agua destilada abundandante y se dejaba secar.

Dado que las placas debían ser elaboradas in situ, expuestas y reveladas inmediatamente, era obligatorio llevar tiendas-laboratorio a donde quiera que se tomaran las imágenes. Como curiosidad, el colodión es conocido también como algodón-pólvora, un explosivo.

Rafael Castro, que era dibujante además de fotógrafo, no tuvo tiempo de rematar su faena. Volvió a Madrid desde Guayaquil a finales de 1864 pero murió al año siguiente. Su legado, depositado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, está formado por 282 negativos de colodión húmedo, 131 copias a la albúmina (positivos, otro procedimiento espectacularmente complejo) y nueve copias al platino.

Este fondo documental quedó inédito y casi perdido en el MNCN, donde se redescubrió en 1984. Se hicieron copias a partir de 1990 pero por procedimientos convencionales con lo que los resultados no eran especialmente buenos.

En 1995 se descubrieron más fotografías en el Fondo Marcos Jiménez de la Espada de la Biblioteca General de Humanidades del CSIC: 524 copias a la albúmina que no sólo complementaron el fondo anterior sino que permitieron la identificación de algunos lugares antes indocumentados. Los resultados finales se resumen así:

En el MNCN:

  • Fotografías: 392 imágenes (113 fotos únicas y 271 fotos iguales a las copias de la BGH)
  • Soporte original: 285 placas de vidrio (colodión húmedo, negativos) y 105 positivos (albúmina). Aún hay 76 imágenes no identificadas. El resto pertenecen a Argentina, California, Chile, Ecuador, España, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela.

En la BGH:

  • Fotografías: 586 imágenes con 184 duplicados y 133 imágenes únicas. El resto son copias similares a las existentes en la colección del MNCN.
  • Soporte original: positivos (albúminas).

Los fondos del MNCN y del BGH fueron finalmente digitalizados a partir del año 2005 y una parte de las reproducciones se muestran en una exposición itinerante por las sedes del Instituto Cervantes. Las fotografías de abajo son sólo una muestra mínima de esta expedición cuyos detalles pueden visitarse en la web Comisión Científica del Pacífico. Y es que en los museos aún hay muchas cosas por descubrir.

Río Solís Uruguay 1862/1863

Mujer con niño (sin fecha ni localización)

El fondo textual está (parcialmente) disponible aquí y el iconográfico aqui. (Nota: a la hora de escribir este post el servidor no responde). Y es muy recomendable el breve viaje virtual de la expedición.

Los componentes de la CCP fueron:

  • Patricio M. Paz (1808-1874), marino, presidente de la comisión científica.
  • Fernando Amor y Mayor (1822-1863), se encargó de la geología y la entomología hasta su fallecimiento en San Francisco de California en 1863.
  • Francisco de Paula Martínez y Sáez (1835-1908) y Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), encargados de los estudios zoológicos.
  • Manuel Almagro y Vega (1834-1895), encargado de los estudios etnológicos y antropológicos y redactor de la memoria oficial.
  • Juan Isern y Batlló (1825-1866), responsable de los estudios botánicos. En el viaje a través del Amazonas contrajo una enfermedad que le costó la vida.
  • Bartolomé Puig y Galup (1826-?), encargado de los trabajos de taxidermia y conservación.
  • Rafael Castro Ordóñez (?-1865), dibujante y fotógrafo de la expedición.
Parte de los expedicionarios
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