
El recuerdo: es de noche, hacia las 11 la plaza está llena de gente en silencio y tengo el placer de estar en primera fila. Una jovencísima orquesta de percusión y el coro de Tunja interpretan Carmina Burana, de Carl Orff. Nada menos. No se imaginan la sensación cuando en el final se funden las voces y los timbales con las explosiones de fuegos de artificio perfectamente sincronizados. Un milagro.
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