Wade Davis hizo su tesis doctoral sobre algo muy raro. Antes diremos que Davis nació en Montreal a finales de 1953, estudió en Harvard donde se graduó en antropología y se doctoró en etnobotánica.
Ya hablé de él en este blog por su maravilloso libro "El río". Copio ese breve post para ir haciendo boca.
"En 1941, el profesor Richard Evans Schultes desapareció en la selva amazónica donde pasó los siguientes 12 años de su vida explorando ríos que no figuraban en los mapas, recolectando plantas desconocidas para la ciencia y estudiando la sabiduría y las costumbres de docenas de tribus indígenas de Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Venezuela y, particularmente, Colombia." Treinta años después, dos alumnos suyos, también botánicos, Tim Plowman y Wade Davis siguen sus pasos. Tim Plowman morirá y Wade Davis escribirá este libro que recomiendo a todos los que quieran evadirse, al menos un rato, de la ponzoñosa actualidad de este país. Ojo, que luego hay que volver.
Wade Davis; foto tomada de su página en National Geographic
La historia que les cuento hoy es, creo, posterior a las aventuras compartidas con Tim Plowman. Comenzó en 1982, cuando Nathan S. Kline, un pionero en psicofarmacología, convenció a Davis para viajar a Haití. El objetivo era nada menos que investigar la existencia de un fármaco utilizado para la "zombificación", es decir, para la conversión de seres humanos en zombis.
El interés de Kline se debía a que, por primera vez, creían haber localizado un caso zombi "casi" verificable, el de Clairvius Narcisse, que reapareció en su pueblo tras 18 años de ausencia contando que le habían convertido en un zombi y esclavizado durante ese tiempo. Las historias de muertos vivientes eran comunes en el folklore local pero nunca habían sido verificadas. Intervenían en ellas la víctima, recientemente muerta, y el brujo o bokor que la revivía desde su tumba para reducirla a la esclavitud. Otros casos mas o menos comentados fueron los de un tal Natagete Joseph, reconocido a los 13 años de su supuesta muerte, y una chica llamada Francina, localizada en estado catatónico a los 3 años de enterrada y cuyo ataúd se encontró lleno de piedras. Noten que estos casos no están comprobados y proceden todos de declaraciones o relatos.
A mediados de los años 30 del siglo pasado se propuso la primera alternativa no sobrenatural a la historia. Según Zora Hurston, entonces estudiante en la Universidad de Columbia, la "zombificación" se conseguiría drogando a los vivos y no resucitando a los muertos. Con la droga se simularía la muerte del individuo que podría luego ser reanimado aunque con las funciones cerebrales severamente afectadas, lo que facilitaría el control sobre él y su sumisión.
Siguiendo con nuestra historia, al cabo de unos pocos meses, Davis dijo haber resuelto el misterio zombi desde un punto de vista estrictamente farmacológico. Su trabajo constituyó su Tesis Doctoral y se publicó con el título de The ethnobiology of the Haitian zombi en el Journal of Ethnopharmacology en 1983 (vol. 9(1): 85-104).
Davis consiguió muestras del supuesto "veneno de zombi" de cuatro fuentes distintas y encontró que contenían ingredientes bastante desagradables. Aunque la fórmula era diferente en cada lugar, había ingredientes comunes. Tres de ellos eran plantas psicoactivas: Datura metel, Datura stramonium y Albizia lebbeck. Otra media docena era fuertemente irritante. Finalmente, aparte de aditamentos propios del Callejón Diagon como restos de huesos humanos (lo más inocuo del mejunje), se localizaron cinco constantes de origen animal: una rana arborícola, un poliqueto, un sapo y dos o más especies de dos géneros de peces globo: Sphoeroides y Diodon. Todos ellos son químicamente raritos pero Davis se fijó especialmente en los peces globo, que tienen una propiedad interesante: contienen tetrodotoxina (TTX).
Uno de los involuntarios protagonistas de la historia: Diodon holocanthus.
La TTX bloquea los canales de sodio de las células produciendo insensibilidad y parálisis muscular. Como veneno se trata de un producto potente ya que la dosis letal es de unos 8 microgramos por kg corporal, miles de veces más tóxica que el cianuro.
Según Davis, el bokor usaría el mejunje para inducir a un estado de intoxicación no letal pero indistinguible de la muerte en un examen superficial debido a la parálisis, cianosis y desplome de la tensión arterial. Posteriormente sería desenterrado y revivido de alguna forma (las fórmulas de "resurrección" eran inconsistentes). Todo ello, unido al shock, al envenenamiento por el conjunto de productos, al pánico y a las propias creencias en la realidad de los zombies sumirían a la víctima en un estado de profundo desconcierto y terror. El bokor le mantendría en ese estado mediante drogas o sugestión o ambas cosas.
Y aquí podríamos parar diciendo que la ciencia logró solucionar un misterio reduciéndolo a su dominio terrenal. Pero no lo vamos a hacer porque el trabajo de Davis también debe ser examinado críticamente y posee algunos rincones oscuros.
En primer lugar, Davis y Kline (que moriría en febrero de 1983) aceptaban de entrada que el fenómeno zombi era real, aunque resultara producto de las drogas. Y este punto sigue hoy sujeto a la más razonable de las dudas porque nada ha podido verificarse al respecto nunca. El caso de Narcisse no es fiable como no lo fueron ninguno de los anteriores ni siguientes.
Tampoco es fiable la naturaleza del "veneno de zombi". Davis cita fuentes que hablan de su existencia, así como de un antídoto pero en ningún caso hubo pruebas concretas sino sólo rumores o declaraciones personales, la menos fiable de las fuentes. El supuesto antídoto fue también conseguido por Davis pero su composición era distinta en cada sitio y completamente inconsistente. Davis pasa de puntillas sobre este producto en su artículo centrándose en el que produciría la muerte aparente sin reparar en que la falsedad de uno arroja más dudas sobre la autenticidad del otro.
Davis afirmó haberse introducido en pocos meses en el cerrado mundo de los brujos y sus sociedades secretas hasta el extremo de que le prepararon y dieron los venenos y fue testigo directo de una exhumación. Era algo sorprendente teniendo en cuenta que nadie lo había logrado nunca, incluyendo a Kline en sus 30 años de trabajos en Haití. Incluso creyéndole, la sospecha de una manipulación o engaño está siempre presente, especialmente sabiendo que las muestras del veneno fueron encargadas y compradas, lo cual pone en duda aún más su autenticidad: si alguien está dispuesto a pagar una fuerte cantidad por "veneno de zombi" ¿por qué no dárselo aunque haya que inventarlo?
Pero las dificultades de la hipótesis de Davis no son sólo por cuestiones circunstanciales. En realidad Davis no analizó las muestras de veneno sino que dedujo sus propiedades, y especialmente la presencia de TTX, por los componentes. Tras sus publicaciones, algunas de las muestras fueron analizadas químicamente. Dos lo fueron por C. Y. Kao y Takeshi Yasumoto en la Universidad de Tohoku en Japón y son los únicos resultados publicados. Inicialmente, Kao no encontró que el producto tuviera efecto alguno administrado a ratones. El análisis posterior sólo mostró minúsculas trazas de TTX en ambas muestras lo que le llevó a escribir que su posible efecto en la "zombificación" carecía de fundamento. En otras seis muestras analizadas en Lausanne por Laurent Rivier entre 1983 y 1985 no se encontró nada de TTX y un segundo análisis en la Universidad de Niza dio esencialmente los mismos resultados: se encontró TTX en una sola muestra pero en concentraciones minúsculas de algunos nanogramos por gramo. En cambio, más recientemente Rivier se desdijo y señaló haber encontrado TTX en una muestra en concentraciones mucho mayores (5-20 microgramos/gramo).
¿Qué pasa aquí? Por qué desaparece la TTX de las muestras si es que hubo en algún momento? Según Kao, las muestras muestran valores de pH muy alcalinos (10) lo cual descompone irremediablemente la TTX en productos inocuos lo cual invalida la hipótesis original. Sin embargo, Davis argumenta que ese pH no se expresa en el polvo seco por lo que es el uso de un disolvente en el análisis lo que degrada la muestra. Un auténtico lío que sigue sin aclararse.
La prueba directa más simple hubiera sido administrar el famoso veneno a nuestros sufridos compañeros de investigación, los ratones, y ver que pasaba. Lo hizo un tal Leon Roizin a la vuelta del primer viaje de Davis a Haití. Davis escribe como "comunicación personal" de Roizin que este vió que los ratones entraban en estado comatoso y con ausencia de respuesta a los estímulos. Tras unas horas (hasta 24 en algunos ejempares) se recuperaron son daño aparente. Roizin se mostró muy molesto por que estos resultados fueran divulgados por Davis ya que se trató de un experimento sólo preliminar y "entre amigos". La sospecha de que no se llegó a realizar o de que los controles fueron deficientes es grande porque nunca fue publicado ni repetido. Roizin devolvió el material y rechazó volver a hablar del tema.
Tras todas las críticas, Davis acabó defendiéndose diciendo que su investigación tal vez necesitaría de más trabajo y tal vez fuera incorrecta pero nunca fraudulenta. Señala que el veneno tal vez no funcione siempre pero que es suficiente que lo haga en algún caso para que la "zombificación" sea un fenómeno real. Como ese posible caso sigue sin verificarse, el trabajo de Davis no puede considerarse de forma alguna como una prueba de nada. "No es mi propósito generar verdades absolutas", dijo. Y a mí me suena a salida por la tangente.
Acabo insistiendo en que, aunque este trabajo huele a fiasco por demasiadas hipótesis ad hoc, demasiadas suposiciones y posibilidades no contrastadas y un método de trabajo deficiente, el libro que mencioné al principio, "El río", es magnífico. Si les gusta el género de viajes no duden en leerlo.