20 enero 2011

¿Cómo funcionan los recuerdos?

Disculpen la entrada a lo Punset pero hoy toca ida de olla. Resulta que con el tiempo he confirmado que mi memoria es algo caprichosa, por decirlo amablemente. Siempre tuve claro que su comportamiento era problemático, por ejemplo, soy un pésimo fisonomista y sería un testigo inútil ante una rueda de reconocimiento. Sin embargo puedo recordar una fotografía vista en un libro aunque haga años de ello. Y poco a poco me he dado cuenta de que hay episodios de mi vida que recuerdo con cierta nitidez pero hay otros, tal vez demasiados, que han sido borrados íntegramente de mis neuronas. Por ejemplo, un viaje que sé que hice en un momento dado y del cual no queda rastro alguno.
No sé si han visto La ley de la calle, de Coppola. En la película, el protagonista dice que ve la vida como en un televisor en blanco y negro y con el volumen bajo. En mi caso, cuando miro hacia atrás es como si rebobinara una cinta de vídeo donde solo se ven secuencias más o menos largas pero siempre sembradas de fragmentos donde todo se oculta bajo una interferencia. Debajo de ese ruido deberían estar partes de mi vida.
Al hilo de esta historia veo que así como vivimos con diferentes intensidades los diferentes tiempos, también los recuerdos tienen diferentes brillos y persistencias.


A veces lo veo como una red, una telaraña casi caótica de finos hilos de luz que se conectan en nodos que brillan con una menor o mayor intensidad. La telaraña crece y se expande en un espacio vacío según pasa el tiempo. Los nodos son los recuerdos, aquella tarde lluviosa que por algún motivo se convirtió en un hito vital, o un momento en el que nos despedimos de alguien que ya no volvimos a ver. Los hilos son la frágil sujeción de la memoria, el camino que enlaza nuestra consciencia con esos recuerdos, los soportes de nosotros mismos. A veces los hilos se deterioran, como un sendero abandonado que poco a poco se ve cerrado por la vegetación. Entonces el recuerdo se apaga, tal vez para siempre, porque los caminos de la memoria deben ser utilizados. Otras veces una relación fugaz tiende un hilo en el vacío que alimenta un recuerdo que estaba ahí, aunque no tuviera la luz que le da presencia consciente.
Otras veces la metáfora es distinta. Imaginen una especie de cometa que avanza en el tiempo según vivimos (el tiempo es el único camino real que recorremos). El núcleo eres tú en el efímero presente y la cola del cometa son los recuerdos en los que, día a día, se convierten las vivencias. En ese viaje inexorable en el tiempo los recuerdos más recientes y luminosos aún están sólidamente unidos a ese núcleo por un brillante hilo pero según se alejan en el pasado se van apagando y haciendo invisibles, tal vez se desprenden y se pierden en el negro e infinito espacio del olvido.


Sin embargo, a veces ocurre que en un lugar de esa cola de recuerdos algo se enciende y vuelve a la vida, un recuerdo revive y se hace presente. Recuperamos con ello una parte perdida de nosotros.
Me preguntaba E. hace poco la razón de hacer cierto tipo de fotos. Es difícil contestar pero sí puedo asegurar que para mí son un seguro ante el olvido. Cuando miro una foto de hace diez o veinte años se enciende una luz en alguna parte del cometa y ese recuerdo se afianza en su sitio reduciendo mi riesgo de desaparecer.
Y es que somos lo que recordamos (y seremos lo que los demás recuerden de nosotros).

Nota: si han llegado aquí abajo (a mí me ha costado) recuerden que les avisé que era una ida de olla, no se quejen. 

3 comentarios:

JL Salgado dijo...

Has tomado tu suplemento de vit B12?
Te olvidarás lo mismo pero tendrás menos cargo de conciencia.

Unknown dijo...

Y lo peor de todo: dejaremos de ser cuando ya nadie nos recuerde. Esta perogrullada anidó en mi cabeza al morir mi padre, cuando me di cuenta de que dejará de existir cuando a mí me entre el Alzheimer :S

Anónimo dijo...

pedazo película la ley de la calle!
Pues si ves tu memoria así, imagínate la de un fumeta como yo, la cola de mi cometa esta bastante oscura...

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