Walsh, en primer término, y Piccard a bordo del Trieste
El Trieste fue diseñado por Auguste Piccard y fue botado en 1953. En 1958, la Marina estadounidense lo compró para el Proyecto Nekton, cuyo objetivo era observar directamente en punto más profundo de mundo, el Abismo Challenger, en el extremo Sur de la Fosa de las Marianas. Hoy se sabe que ese punto está a casi 10924 m de profundidad y sus coordenadas son 11º22.4’ N y 142º35.5’ E.
Esfera inferior (habitable) del batiscafo Trieste (fuente)
Once kilómetros no parecen mucho pero cuando cada diez metros se suma una presión atmosférica la cosa se complica rápidamente: la presión allá abajo multiplica por más de mil la existente en la superficie. Eso no fue obstáculo para que Piccard y Walsh observaran desde la ventanilla del Trieste un pez plano (algo fantasmal, supongo, aunque sólo fuera por su color blanco) aunque no he conseguido localizar fotografía alguna de la expedición. Actualmente, el Trieste descansa en el Museo Naval de los EE.UU.
La aventura del Trieste fue única y parece que va seguir siéndolo. Hubo más batiscafos, claro, como el Alvin (usado en la exploración del Titanic), pero ninguno se diseñó para las enormes profundidades del Abismo Challenger. La única excepción fue el sumergible japonés Kaiko, que descendió y recogió muestras de bacterias del fondo marino, pero el Kaiko era robótico, no tripulado por personas.
Recientemente se ha anunciado otro descenso al Abismo Challenger, esta vez por parte de un sumergible bautizado Nereus pero que tampoco será tripulado. Este trasto de apenas 2800 kg podrá realizar algunas tareas cartográficas y posee una autonomía de 20 horas con lo que podría cubrir unos 70 km de terreno. También podrá recoger muestras y tomar imágenes. Para ver los primeros resultados no habrá que esperar mucho ya que la misión comienza el próximo 23 de mayo y si todo va bien estará concluida a mediados de junio. Personalmente me parece lógico que todas estas misiones no sean tripuladas ya que el riesgo es grande y las decisiones pueden tomarse desde la superficie sin mayores problemas. Pero, lo mismo que en la exploración espacial, a veces echo en falta algo de componente épico, un condimento que hizo que las exploraciones polares, las primeras travesías por los grandes desiertos de Asia y África, o los azarosos viajes de los grandes navegantes perduren aún hoy en nuestra memoria y, al menos a algunos, nos hagan soñar.
El Kaiko ancló su firma en el fondo oceánico a 10911 m de profundidad. Creo que era innecesario.
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