28 septiembre 2006

Y en esto llegó Linneo

Carl Linné, Carolus Linnaeus, Carlitos Linneo, son expresiones binomiales, es decir, están formadas por dos términos que juntos identifican a un sujeto. Han visto ustedes que en las entradas anteriores he escrito sobre especies animales y vegetales usando nombres como Vanessa atalanta, Podranea ricasoliana, Claviceps purpurea, Homo neanderthalensis, Thermus aquaticus, etc. Fíjense en que el primer término está escrito con mayúscula inicial, que el segundo no, que siempre son dos términos y que ambos están escritos en letra cursiva.
Los que no estén en esta historia de la biología o paleontología, pensarán que es una forma de complicar las cosas o tal vez de darles seriedad acudiendo al latín para hacerse deliberadamente oscuro. Pero esta vez, sin que sirva de precedente, se equivocan.

El problema básico no existiría si nadie saliera de su pueblo. Pero si lo hace empiezan las confusiones. Uno va a Argentina, pide “bifé de chorizo” y le sueltan un filete de lomo de medio palmo de grueso (ahí conocí el cielo según Kijas). Un argentino viene a España, pide chorizo y recibe un embutido. Bueno, pues con bichos y plantas pasa lo mismo.

Los estudiosos fueron conscientes del problema y ensayaron soluciones diversas, algunas chocantes para nuestra forma de ver las cosas hoy, pero ninguna llegó a imponerse con claridad. A principios del siglo XVIII se había avanzado pero el panorama era complicado y no muy prometedor: los botánicos daban nombre a las especies mediante frases que enumeraban características diagnósticas. Como además eran gente muy seria, las descripciones estaban en latín; un ejemplo estupendo para un musgo: Hypnum palustre erectum trichodes, ramulis crebris, luteo & rufo-virentibus glabris.
Podrán suponer que la cosa se ponía intratable con cierta facilidad añadiendo el problema, además, de que los nombres podían ser cambiados parcialmente porque no había ningún “registro” que recogiese denominaciones unificadas.

Aquí entró Linneo con la aspiradora y una idea simple: las especies se definirían con dos nombres que, además, tendrían valor jerárquico. El primero sería el género y el segundo la especie . La migración no debió ser especialmente traumática y fue aceptada más pronto que tarde en toda Europa:
A.C. (antes de Carolus): Eupatorium cannabinum, foliis in caule ad genicula ternis, floribus parvis, umbellatim in summis caulibus dispositis, Marilandicum.
D.C. (después de Carolus): Eupatorium purpureum.
¿Un avance, no? El nombre genérico es una especie de apellido, que puede englobar a varias especies siempre que estén suficientemente emparentadas. Canis es un género de animales como el lobo, el coyote o el chacal común cuyos nombres específicos son, respectivamente, lupus, latrans y mesomelas.

Actualmente todas las especies animales y vegetales se denominan con este esquema, que ha sido estrictamente regulado para que funcione, porque problemas no faltan. Uno de ellos es la cantidad: un millón de especies vegetales más uno y medio de animales más un número mal desconocido pero enorme de otros grupos menos populares…
Las normas son prolijas. En el caso de la Botánica, están recogidas en el International Code of Botanical Nomenclature (ICBN) cuyo articulado respecto a la corrección de las denominaciones merece la pena ser ojeado si tienen insomnio. La zoología también tiene su correspondiente ICZN. Curiosamente ninguno de ellos define explícitamente qué es una especie.

En resumen, Linneo no propuso la primera clasificación científica, ni la primera forma de poner nombres pero su tuvo éxito por dos razones: su simplicidad y el enorme trabajo que hubo detrás. Su obra más conocida es Systema naturae que en sus últimas ediciones formaba tres tomos dedicados a los “tres reinos”: Regnum animale, Regnum vegetabile y Regnum lapideum. Esta obra, junto con muchos otros clásicos, puede descargarse completa en formato PDF en un sitio realmente sorprendente por su contenido y que se llama Gallica.
Valga esta entrada como conmemoración de don Carolus aprovechando que este año celebramos el bicentésimo nonagésimo noveno aniversario de su nacimiento.

4 comentarios:

Psicopanadero dijo...

Menos mal que has publicado la entrada este año. Un simple "este año celebramos el tricentenario de su nacimiento" hubiese quedado la mar de soso.

Anónimo dijo...

Curiosamente ninguno de ellos define explícitamente qué es una especie.

Entonces, ¿qué es una especie?

Porque, según comentaste hace unos días: Lobos y perros domésticos hibridan sin mayores problemas luego no hay criterio para separarlos. ¿Son de la misma especie, a pesar de que a uno se le llame Canis lupus y al otro Canis familiaris (según creo recordar)?

Ángel M. Felicísimo dijo...

Próximamente en su pantalla por el mismo precio: ¿qué es una especie?
Creo que merece una entrada porque el concepto se escurre hábilmente.

Y sí, un 300 es demasiado redondo, había que adelantarse :-)

Andrés Diplotti dijo...

Actualmente se considera al perro como una subespecie del lobo. En 1993 se cambió su nombre de Canis familiaris a Canis lupus familiaris. De modo que sí, el perro y el lobo son la misma especie: Canis lupus.

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