La obra completa de Aristóteles estaba en la Biblioteca de Alejandría. No desapareció sola ya que en su destrucción se acompañó de cientos de miles de rollos: 700000 según Aulo Gelio (Noctes Atticae, Libro VI: XVII) y Amiano Marcelino (Ammiani Marcellini Historiae, Libro XXII: 16,13); otros dan cifras menores pero, en cualquier caso, enormes.
La Biblioteca de Pérgamo, en la costa occidental de la actual Turquía, fue fundada hace algo más de 2000 años. Fue contemporánea de la de Alejandría y llegó a reunir entre doscientos y trescientos mil volúmenes sobre pergamino, material más resistente que el papiro. El esfuerzo fue vano ya que, tras ser parcialmente destruida en las guerras de Asia Menor, lo que pudo quedar desapareció sin dejar rastro, tal vez en la conquista de la ciudad por Marco Antonio o poco después en Alejandría, donde se dice que fueron a parar los fondos que quedaban como regalo de Marco Antonio a su Cleopatra.
No fueron las únicas, aunque sí las más famosas de la antigüedad. Se mencionan en fuentes clásicas las bibliotecas privadas del propio Aristóteles, Eurípides, Pisístrato o Hierón, las públicas de Atenas o Rodas. De otras sólo queda registro en alguna mención o inscripción: Cos, Milasa, Delfos...
Las bibliotecas islámicas fueron muchas y preservaron durante siglos oscuros el saber anterior y desarrollaron el propio. No por ello se libraron de la destrucción (los libros arden tan bien). Por mencionar dos: Dar al-Hikmah, fundada por el califa abbasí Hārūn al-Rashīd a finales del siglo VIII en la ciudad de Bagdad y que alcanzó su cénit con su hijo al-Mámun. La biblioteca fue destruída junto con la ciudad de Bagdad completa por los mongoles de Hulagu Khan en 1258.
La otra podría ser Dar al-I'lem, fundada en el año 1005 en al-Qáhira (El Cairo) por el sultán de la dinastía fatimí al-Hakim y destruida por Saladino el año 1172.
En España también tenemos casos notables ya que época omeya hubo hasta 70 bibliotecas entre públicas y privadas. La más famosa fue la fundada por Al-Hakem II (961-976), califa de Córdoba que compró o mandó copiar todo lo que consiguió, incluyendo viajes a Bagdad, Damasco o Alejandría. Se estima que atesoró unas cuatrocientas mil obras. La biblioteca de Córdoba duró poco ya que fue quemada en su mayor parte por Al-Mansur (Almanzor en nombre cristiano) en un intento, eliminando libros impíos, de aparecer como adalid de la religión ante sus críticos.
Cosas de antiguos, podríamos suponer si no tuviéramos memoria. Pero los avances cientificos y tecnológicos no han supuesto necesariamente avances culturales equivalentes.
Así, muy cerca tenemos ejemplos magníficos por lo recientes y por lo que podríamos aprender de ellos. Cuenta Fernando Baéz, citando al escritor Ivan Lovrenović, la destrucción de la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina en Sarajevo (pueden ver un artículo de Lovrenović sobre estas destrucciones aquí):
La biblioteca tenía 1500000 de volúmenes, 155000 obras raras, 478 manuscritos, millones de periódicos del mundo entero, pero fue devastada por órdenes del general serbio Ratko Mladic por medio de 25 obuses incendiarios...
Y en otra ocasion hablé del peor acontecimiento, permitido, cuando no alentado, por las potencias que se supone más desarrolladas en cultura y derechos.
La Biblioteca Nacional de Iraq, en Bagdad, fue quemada en abril de 2003. El día 10 comenzó el saqueo. Las tropas de los EE.UU. estaban allí pero no hicieron nada para proteger el edificio. Una semana más tarde un grupo no identificado entró, de nuevo sin oposición alguna, y provocó el incendio. En el mismo también desapareció el Archivo Nacional, con 10 millones de documentos. Sólo por mencionar un libro entre tantos: el Canon en Medicina de Avicena (980-1037 d. C).
No fue esto lo único, claro, la Biblioteca Awqaf, en el Ministerio de Asuntos Religiosos, quedó en ruinas. Algo parecido pasó en la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Hikma) y en la Academia de Ciencias de Irak.
En el archivo de Bagdad (foto de NYT)
Donald Rumsfeld lo explicó con claridad "la gente libre es capaz de cometer fechorías, y eso no puede impedirse". En el Ministerio del Petróleo no se extravió nada. Ahí sí pudieron impedirlo ya que estaba fuertemente custodiado.
Algo más de información:
Artículo de Fernando Báez con fotografías.
Artículo de Javier Gimeno.
Quema de libros en Berlín, 10 de mayo de 1933. Fue coordinada en Bonn, Braunschweig, Bremen, Breslau, Dortmund, Dresden, Frankfurt, Göttingen, Greifswald, Hannover, Hannoversch-Münden, Kiel, Königsberg, Marburg, München, Münster, Nürenberg, Rostock y Worms.
Nota: no me olvido de la quema sistemática de códices en América tras la conquista. Otro día hablaremos de ello pero es un excelente ejemplo de destrucción sistemática destinada a borrar el pasado y sustituirlo por "valores" nuevos.