25 junio 2006

Naciones, identidades y evolución

Estados y naciones ¿cuál es el problema?

Estamos en España algo liados con disquisiciones semi-apocalípticas sobre la organización del Estado. Sin meterme en la política de los partidos, que me importa una higa, me gustaría plantear las cosas desde otro punto de vista, no sé si escéptico pero si librepensador (creo). Vaya por delante que los conceptos de Nación y Estado no son nuevos y que su sentido original está bastante claro por lo que una nueva interpretación debería justificarse adecuadamente. Vaya aquí la mía.
Las Naciones son agrupaciones humanas que en cierta medida funcionan como un metaorganismo. Tienen su individualidad y como consecuencia, tienen su identidad, su metabolismo y su filogenia. Cada uno de estos tres factores suele tener dos componentes: el físico y el cultural. Por ejemplo, la identidad física está definida por la población que forma esa Nación, por las personas. No por el territorio, que es carácter identitario sólo de los Estados. La identidad cultural está definida por un conjunto de rasgos de conducta y conocimiento que consolidan el grupo y mantienen su identidad ante otras Naciones. El idioma, cuando existe, es un rasgo importantísimo porque además de ser carácter distintivo, facilita la comunicación dentro del grupo y la dificulta con los “otros”, aumentando el aislamiento que garantiza la continuidad de las “esencias”.
El metabolismo físico se refiere a su dinámica como población humana. Hay naciones que crecen progresivamente o que decrecen hasta desaparecer, teniendo en cuenta que una nación debe compartir características genéticas para poder mantenerse como tal en el tiempo. Hablamos, por tanto, de una extensión en magnitud de la tribu, que ya comenté hace unas semanas. El mestizaje es una estrategia inadecuada para la supervivencia de la Nación poque conduce a la dilución de las imprescindibles relaciones de parentesco.
El metabolismo cultural se refiere a los mecanismos de consumo interno de los elementos identitarios culturales. Una Nación debe mantener y promocionar deliberada y reiterativamente las tradiciones, cultos y ritos que refuerzan su identidad ante las demás. Normalmente, todos los aspectos esenciales de su vida estarán acompañados de ritos propios, venga a cuento o no, con el fin de que acaben siendo inseparables los unos de los otros. Estos ritos pueden pervivir incluso después de degradarse en su significado y función.
Finalmente, las filogenias física y cultural son las respectivas historias como población y como cultura. La primera puede estar jalonada por mitos de origen cultural y pueden no ser fácilmente separables. Los orígenes de una Nación suelen ser difusos pero las lagunas estrictamente históricas se cubren con invenciones miticas que, como otros factores tribales, ayudan a consolidar el grupo. ¿Ejemplos de naciones? Los coya, los bosquimanos, los aborígenes australianos, los kurdos, los gitanos... Las Naciones son lo que aún queda de una antigua segregación geográfica que llevó a una identidad genética. La globalización las deshace lo cual no me preocupa nada en el componente físico y sí mucho en el cultural.
La historia ha hecho que las Naciones se diluyan por mestizaje. La mezcla genética es en general positiva para las especies (también la especie humana) pero es nefasta para las Naciones porque tanto la identidad física como cultural se mezclan, el metabolismo se desequilibra y las filogenias convergen impidiendo separar lo “nuestro” de lo de los “otros”.

Los Estados son otra cosa. Son una forma de organización social y su estructura es esencialmente administrativa. En este sentido pueden carecer de rasgos identitarios más allá de unos límites o fronteras que son necesarios porque aquí no hay identidades genéticas o culturales o están enormemente diluidas. Mientras las naciones son de origen tribal y filogenia genética, los estados, salvo raras excepciones, son el resultado de conquistas territoriales alcanzadas mediante guerras. Su identidad es frágil y para reforzarla es frecuente que se intente hacer equivalentes Nación y Estado, cuando no lo son.
Debido a su carácter administrativo, su filogenia es errática: Filipinas, Cuba, y antes muchos otros territorios fueron parte del Estado español. Ahora conforman estados independientes sin que sus pobladores hayan cambiado significativamente. Alaska fue comprada por los EE.UU. a Rusia. Alemania se unificó, Checoeslovaquia hizo lo contrario. En estos casos, como en el aún más reciente de Montenegro, los procesos se realizaron sin violencia, cosa inédita en la historia. Con las Naciones, las divisiones o agrupaciones son insólitas: los gitanos no cambian a payos, ni un bosquimano puede sentirse kurdo.
El diseño de los Estados debería ser exclusivamente la eficacia en la gestión de la res publica. Sin embargo, hasta ahora no ha sido así porque su filogenia se ha basado en criterios de dominación.
Mantengo, por tanto, que las Naciones existen aunque su razón original y su sentido biológico pierden fuerza poco a poco. La conservación de una identidad cultural es el argumento básico de los defensores de la persistencia de las Naciones y es una razón que merece atención porque contribuye a la complejidad de nuestro mundo y eso es algo que ya he mencionado como valioso. La pérdida de culturas es una pérdida objetiva y debe evitarse a toda costa.
Defiendo también que los Estados carecen del carácter de las Naciones y pueden y deben modificar su organización y límites de forma flexible con el objetivo de aumentar su eficacia.
No veo, por tanto, motivo objetivo alguno para que un Estado no se separe, se una o evolucione de cualquier forma que le parezca pertinente a sus integrantes. La idea de “España se rompe” parte de un principio falso al identificar el Estado con una Nación que a mí me parece de identidad borrosa. No en vano somos una de las zonas del mundo con mayor mestizaje histórico de lo cual, por cierto, me alegro: celtas, iberos, cartagineses, griegos, romanos, árabes, godos... un sinfín de Naciones ha pasado por aquí dejando genes y cultura, una riqueza enorme. Yo creo que si hablamos de Nación deberíamos extender el término a todos los que rodeamos el Mare Nostrum, ya que compartimos muchas más cosas que las que nos separan.
Pero tampoco cabe acudir a la Nación para defender modificaciones en el Estado. Estas modificaciones, que deben realizarse sin complejos, deben definirse con criterios de eficacia y equilibrio administrativos y económicos, no llamando a rebato a la tribu y mezclando las churras con las merinas.
Pero esto es sólo mi idea, probablemente sesgada por lo poco que me llaman las músicas militares y los pendones nacionales. Ya argumentarán ustedes las suyas.

23 junio 2006

Cómo salir en Science sin dar un palo al agua

¿Quiere usted salir en Science? Es complicado por la vía convencional, hay que hacer una investigación sobre algo, que salga bien, describirla en inglés, que te la admita el editor, soportar a los pelmazos de los revisores..
Don Miguel Ángel Quintanilla Fisac ha encontrado la forma de cortocircuitar este camino escabroso. Basta con salir en un periódico haciendo algunas declaraciones para que éstas salten a la primera, con permiso de Nature, revista científica del mundo. Eso sí, no pueden ser declaraciones cualesquiera, tienen que ser molestar bastante (al menos a uno, y mejor más, colectivos de investigadores), no proponer solución alguna a los problemas existentes ni, por supuesto, aceptar que el problema es de política científica nacional sino descargar la responsabilidad en otros.
Y sí, lo ha conseguido: página 1727, volumen 312 de 23 de junio de 2006:

(pincha encima para ampliar)

No sé, tal vez pido demasiado pero ¿podría plantearse el señor Quintanilla salir de nuevo, dentro de unos meses, por otra cosa más positiva? ¿Podría ofrecer una entrevista al mismo periódico o a otro presentando soluciones concretas a los problemas, y no creando otros nuevos? ¿Podría la ministra decir algo al respecto en vez de quedarse calladita?

20 junio 2006

Una foto al azar: Villa de Leyva

Villa de Leyva, Boyacá, Colombia. Hace unos años el Instituto Humboldt me invitó a impartir un curso.


El recuerdo: es de noche, hacia las 11 la plaza está llena de gente en silencio y tengo el placer de estar en primera fila. Una jovencísima orquesta de percusión y el coro de Tunja interpretan Carmina Burana, de Carl Orff. Nada menos. No se imaginan la sensación cuando en el final se funden las voces y los timbales con las explosiones de fuegos de artificio perfectamente sincronizados. Un milagro.

19 junio 2006

La derrota de la universidad

Derrota: f. Mar. Rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones (mal pensados, que son unos mal pensados)

Hay veces que me veo en el reflejo de la pantalla y veo a Alien, salivando ante la inminencia del festín. Y es que escribir posts puede ser hasta fácil, nos lo ponen en bandeja, aunque sea para lamentarlo. A saber:
Don Miguel Ángel Quintanilla Fisac es el Secretario de Estado de Universidades e Investigación.
Y ha concedido una entrevista al periódico El Mundo. Una entrevista interesante para aquellos que teníamos alguna incertidumbre sobre los cambios que estaban planteándose en la universidad española. Ahora ya no tengo incertidumbre sino mareo y un comienzo de náusea, probablemente debido a la escora del barco. Me explicaré a continuación.
Don Miguel habla de todo y aunque no dice gran cosa en concreto, sí podemos vislumbrar su opinión (o no-opinión) sobre algunos temas candentes. Sobre los becarios en general les remito aquí.
Aunque sea un poco reiterativo, me han llamado especialmente la atención sus comentarios sobre los futuros profesores/investigadores. Por ejemplo (pregunta/respuesta, las cursivas son mías):

P.- Por otro lado, a los investigadores del Programa Ramón y Cajal se les acaba el contrato ya y no saben qué será de ellos.

R.- Los 'cajales' son contratos de 'posdoc' y temporales y no podemos obligar a nadie a que contrate indefinidamente a una persona si lo hizo sólo por unos años. Creamos un programa de ayuda para su integración y está dando resultados. Muchos han optado a plazas permanentes. Otros se irán fuera, pero es inevitable. Dicen que se van porque aquí no les hacen caso. Pues qué pena... Habrá que incentivar a las universidades, pero no podemos dramatizar. El problema no es tanto que se vayan. Lo sintomático es los pocos investigadores que vienen aquí de fuera.

Lo que sugiere muchas preguntas: ¿por qué no da cifras concretas? ¿Por qué será que vienen pocos de fuera? ¿Por el mal clima? ¿El problema no es tanto que se vayan? ¿Cuál es entonces? ¿Este es todo el análisis que el responsable de investigación sabe hacer?
Contextualicemos: el Programa Ramón y Cajal se lanzó hace cinco años para aumentar el número de investigadores en España y reducir así las distancias con otros países desarrollados. La selección fue dura y a nivel internacional, con fuertes exigencias curriculares. Todo más o menos bien, con problemas a veces absurdos pero el programa salió adelante. Pero han pasado ya los cinco años y a los "cajales" se les acaba la historia y tendrán que irse porque tras esos cinco años no se ha habido demasiadas iniciativas para consolidar a estos investigadores en nuestro sistema de ciencia. ¿Cuál es el comentario del don Miguel? "Pues qué pena..." Tal vez yo sea muy exigente pero viniendo del responsable de universidades e investigación en España me parece una respuesta más bien pobre.

Algo parecido piensan otros. Por ejemplo, José L. Alonso y Ernesto Freire opinan en El País sobre el asunto (pasado por el escáner). Su opinión puede no ser despreciable vistos los cargos que ostentan. Fíjense que trabajan en áreas de ciencias: Física Teórica y Biología y Biofísica, respectivamente.
Y no están solos tampoco. En una carta de uno de los "cajales" en ese mismo periódico empieza ya a vislumbrarse una explicación ante el aparente desprecio:

En el tenis, el ranking de la ATP clasifica a los tenistas según sus victorias en torneos. Todo el mundo sabe que el cabeza de serie número 2 es Nadal, y pocos sabrán quién es el 125 de la serie. En ciencia, el sistema es parecido. El número de artículos en revistas serias hace las veces de los torneos. Alguien que ha publicado en las mejores revistas equivale a alguien que ha jugado, y ganado, muchos torneos. Si uno sólo juega al tenis en su pueblo con los amigos, su ranking en la ATP no va ser muy alto, aunque los machaque a todos por 6-0. Ante las recientes declaraciones del secretario de Estado de Universidades e Investigación, Miguel Ángel Quintanilla, sobre los RyC, en las que nos considera equivalentes a los recogepelotas de un torneo de tenis de pueblo, creo que los españoles tienen derecho a saber que los RyC son los que en España juegan y ganan los torneos, mientras que muchos catedráticos como Quintanilla, que se permiten decir que el que se va a investigar fuera es porque quiere y que él no puede hacer nada, jamás han ganado un torneo fuera de su pueblo. Como muestra, un botón. Yo, que soy un Ramón y Cajal de los jovencitos y vagos, tengo ocho artículos en revistas de impacto. La ministra y catedrática Cabrera, sólo dos. Y el catedrático Quintanilla, que dirige la política científica de este país, uno. Como diría Forges, fastuoso.

Como da la casualidad que conozco de rebote al "cajal" en cuestión y lo tengo en alta estima, me puse a rebuscar para ver si tenía razón en lo de las publicaciones. Y no, querido F.J., no tienes razón. La realidad es peor.

En la ISI Web of Science (de pago) puede uno buscar por autores a ver qué ha publicado la gente. Ahí están indexadas las revistas con cierto nivel (con factor de impacto) y algunas otras que no lo tienen. Los resultados son los siguientes

Don Miguel Ángel Quintanilla: dos (2) publicaciones en la revista Arbor- Ciencia, Pensamiento y Cultura. ¿Factor de impacto? Cero (0).

Nota: rectifico porque erré, me han pasado una publicación que sí tiene factor de impacto (0,4) del Dr. Quintanilla.

Y me dió por echar un vistazo a las publicaciones de la jefa, la ministra de Educación, doña Mercedes Cabrera. Sí, la misma que dijo hace unos días que si los escolares abandonaban la escuela era señal de una economía "boyante" porque es que podían trabajar, ésa misma (¿no se pueden creer? pasen y vean). A lo que íbamos: cinco (5) publicaciones en las revistas: Hispania - Revista Española de Historia, Cuadernos de Occidente y Arbor. ¿Factor de impacto? Todas ellas tienen el mismo: cero (0).

Nota: estas cifras sí están bien.

Me dirán ustedes que me estoy poniendo muy exigente pero creo que un secretario de universidades e investigación debería saber algo de investigación. Y la pertenencia a áreas de "letras" no es eximente porque existen numerosas revistas en el JCR Social Sciences Edition, que no todo es ciencia dura.

Algún dato más, reconozco que con alevosía y nocturnidad: Ernest Freire, uno de los firmantes del artículo comentado antes tiene 21 publicaciones sólo en los años 2004-2006 (ver aquí).

Aún así, don Miguel Ángel no se anda con tonterías a la hora de definir criterios para la futura acreditación, paso obligatorio pero no único para llegar a profesor de universidad:

[...] el proceso de acreditación va a ser muy riguroso y estricto, para garantizar que todos los acreditados sean muy buenos [...]
Me parece bien pero me asalta una duda ¿ha pensado si lo pasaría él?

17 junio 2006

Libros, libros...

28000 libros disponibles en internet y en español

No sé cómo lo hacen pero en el sitio llamado Enlace Global de Bibliotecas Digitales tienen algo más de 28000 libros para descargar en formato doc, rtf o pdf. He echado un vistazo rápido y tiene de todo, desde auténtica basura hasta libros que deberían ser de lectura obligatoria. Por poner algunos ejemplos: de Asimov hay 59 libros, de Haldeman 12 y de Sagan 16, incluyendo El mundo y sus demonios que comenté hace unas semanas. Todos ellos en español. Comiencen descargando el catálogo en formato chm.

16 junio 2006

El sentido de la vida: guión biográfico con final previsible (III)

Entrada casi metafísica porque para hablar del sentido de la vida hay que hablar de la vida

Las especies aparecen y desaparecen en el tiempo y el espacio, ninguna conoce la eternidad porque eso queda para las deidades, en la vida real lo que cambia permanece y lo que no cambia desaparece. La mayor o menor permanencia de una especie depende de dos factores: su adaptabilidad a los cambios del ambiente o, alternativamente, su capacidad de aislarse de las condiciones limitantes del entorno. Algunas especies adoptan la estrategia de perfecta adaptación y evolucionan hacia la perfección en un ambiente concreto, como los tiburones, cuyos genes han permanecido inalterados millones de años. Otras exploran la diversidad y viven de y sobre un cambio genético vertiginoso, como las bacterias, lo que les permite vivir y morir en toda circunstancia pero nunca desaparecer. Ambas estrategias tienen su coste y sus riesgos. La primera sólo es útil en medios estables: pocos individuos, poderosos en su individualidad pero sensibles ante cambios globales en su totalidad. La segunda es útil en medios imprevisibles: gigantescas poblaciones, frágiles localmente pero inatacables globalmente. Hay que destacar una vía más, fascinante y extraordinaria: la evolución ha experimentado también hacia la creación de metaorganismos: el patrimonio genético de los millones de hormigas de una gran colonia es casi idéntico y la pérdida de individualidad completa en beneficio del metaorganismo que es la unión de todos en un todo. Pero esto es un estadio avanzado de la vida que tuvo un principio, probablemente muchos principios. Detractores de la evolución manifiestan la improbabilidad de que la vida surja del azar. Y tienen razón. Porque la materia no se comporta de un modo tan simple. Mirando alrededor podemos intuir cada vez con más claridad una tendencia imparable hacia la complejidad. El motor es la selección natural: anula lo gris y hace prevalecer lo que puede adaptarse al entorno. El mecanismo es automático y casi tautológico: lo vivo tiende a seguir vivo y la selección lo facilita y lo potencia. Lo que hoy vemos en nuestro planeta no es más que una instantánea de una película que comenzó hace unos 3000 millones de años y durante la cual ha habido media docena de extinciones masivas sin que ello haya perjudicado a la flecha de la evolución, imparable y siempre implacable.

Los experimentos de la vida en este periodo han sido muchos y variados pero bajo la constante de explorar la complejidad. Un experimento de gran éxito fue el de la endosimbiosis que probablemente originó las células eucariotas. Pero nosotros mismos somos resultado de la fusión de células individuales que permiten la aparición de propiedades emergentes de un conjunto que, como el hormiguero, es más que la mera suma de sus partes. Otros experimentos han resultado fallidos, por causas internas o externas, como las grandes extinciones, de las cuales sólo nos resulta familiar la última, que acabó con los dinosaurios y permitió que comenzara la era de los mamíferos. La vida siguió adelante incluso después de la más masiva extinción que ha conocido la Tierra, en la transición entre el Pérmico y el Triásico, hace uno 250 millones de años.

Lo que pretendo decir con esto es que la vida no sólo no es una casualidad sino que es una consecuencia inevitable de la selección ejercida a nivel molecular, individual y poblacional. Como dice Wagensberg en “La rebelión de las formas”:

“Lo inerte está y tiende a seguir estando, lo vivo vive y tiende a seguir viviendo, y lo culto conoce y tiende a seguir conociendo.”

Yo añado que lo inerte, lo vivo y lo pensante no son más que escalones en la escalera de la complejidad, larga, cambiante y llena de bifurcaciones. Y que cada uno lleva al siguiente de forma inevitable, sólo es una cuestión de tiempo y de dejar actuar (qué remedio) a la leyes físicas.

Visto esto, nuestra perspectiva como individuos y como especie en este mundo puede cambiar. No somos un accidente, somos una consecuencia de la existencia de la propia materia. Pero tampoco la vida será eterna porque para mantenerse necesita un universo heterogéneo, desequilibrado, cambiante, vivo... Y eso es lo que hay ahora, disfrutémoslo.

Esta perspectiva hace que personalmente haya adoptado una ética vital (no se me ocurre mejor nombre) donde lo deseable se alinea con la tendencia a la complejidad y lo indeseable nos acercaría a la muerte, donde no hay desequilibrio: es el pecado de oponerse a la evolución. “No destruyas la complejidad” sería el primer y casi único mandamiento.

Pero hay más. Nuestra especie es pensante, ha conseguido una herramienta extraordinaria que nos permite reflexionar sobre donde estamos y qué somos. Y creo que la selección se aplica también a esta nueva esfera de complejidad, pero eso lo dejo para otra ocasión.

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