O sea que Europa era esto: un banco central en Francfort, un vacío político y miles de jóvenes viajando con becas Erasmus. Mientras Barack Obama y la Reserva Federal organizan a toda prisa un plan de emergencia para tratar de salvar la economía estadounidense (otra cosa es que puedan), la Unión Europea pedalea en el aire y empuja a los irlandeses a celebrar un nuevo referéndum, a ver si se desencalla el mecanismo de toma de decisiones por si algún día, quién sabe, hubiera que decidir algo.
Lo dice Enric González en El País.
No sé si saben por allá, al otro lado del charco, que el Parlamento Europeo ha votado hace un par de días sobre la propuesta para ampliar la jornada laboral máxima hasta las 60 horas semanales (y 65 para personal con guardias de atención continuada). No, no es una errata: sesenta o sesenta y cinco horas. Trabajar, por ejemplo, de lunes a sábado diez horas diarias y aún quedan cinco para repartir si eres, por ejemplo, médico. La cosa tiene sus trucos porque en teoría, la jornada semanal máxima sigue siendo de 48 horas salvo que… el trabajador renuncie a ella. Les pongo a continuación los puntos cáusticos de la Directiva:
- El tiempo máximo de jornada laboral sigue siendo de 48 horas semanales a no ser que el trabajador renuncie a ella mediante la firma de una cláusula llamada “opt-out” (acuerdo de renuncia).
- El límite protector para trabajadores que firman el opt-out podrá de 60 horas semanales medias, calculadas sobre un periodo de 3 meses.
Luego, hay otros puntos que afectan especialmente al personal sanitario. Imagínense las guardias de un médico:
- Dentro de la guardia, las horas donde el médico no esté activo podrán considerarse como tiempo no trabajado.
- El nuevo límite protector para trabajadores con opt-out y periodos inactivos de la guardia es de 65 horas semanales medias calculadas sobre un periodo de 3 meses.
- Los descansos compensatorios detrás de una guardia no tendrán que concederse al término de ésta sino en “un periodo de tiempo razonable”.
Cabe pues la posibilidad de que un médico que sale de guardia se vea obligado a hacer una jornada laboral más sin descansar.
Todo esto sería mediante acuerdo directo con cada trabajador o acuerdo colectivo. El “o” es importante porque permite excluir a los interlocutores sociales que no hacen más que dar la lata.
Lo tenebroso del asunto es que todas las propuestas venían aprobadas por el Consejo de Ministros de Empleo, Asuntos Sociales, Salud y Protección de los Consumidores de los países miembros.
La genial idea venía de lejos, de la Directiva 2003/88/CE, impulsada por Gran Bretaña aunque acogida con entusiasmo por otros países que están incumpliendo flagrantemente la normativa vigente y que ven en esta Directiva la forma menos costosa de dejar de ser ilegales. En el Consejo de Ministros, donde estaba también el nuestro, claro, de los 27 miembros votaron a favor 22. Los otros, en un curioso ejercicio de no sé bien qué, no votaron en contra sino que se abstuvieron: Bélgica, Chipre, Grecia, Hungría, Portugal y España. No se consiguió la minoría de bloqueo que antes de la llegada de Nicolás Sarkozy y Silvio Berlusconi existía.
Por suerte y por lo buenos oficios de un eurodiputado español llamado Alejandro Cercas, el Parlamento Europeo rechazó esta Directiva mediante la aprobación por mayoría absoluta de las 22 enmiendas del “informe Cercas”. Hay que agradecer que los parlamentarios españoles votaran todos, sin distinción de partidos ni ideologías, a favor de las enmiendas.
Alejandro Cercas, responsable de las enmiendas, tras ganar las votaciones en el Parlamento Europeo.
La lectura que hago hoy, ya pasada la tormenta es que la propuesta del Consejo de Ministros es un desprecio a los ciudadanos. Dado que ese Consejo son los ministros de Trabajo y que lo que dice puede acabar siendo ley ¿cuál debería ser nuestra actitud si desde la UE comenzaran a llegar normativas como la recientemente rechazada? No es una pregunta retórica: de la UE vino la directiva que obliga a cobrar por sacar libros de una biblioteca pública, por poner un ejemplo. Un pequeño detalle tal vez pero con un significado ominoso. Y el tema de la jornada laboral no ha quedado zanjado, sólo retrasado, ya que se abre ahora un periodo de conversaciones a ver si se puede llegar a algún acuerdo. Incluso aunque no se llegue, se podrá volver a empezar con un trámite nuevo, cosa que no duden alguno hará.
Para no hablar de oídas:
- Directiva 2003/88/CE (4 de noviembre de 2003).
- Enmiendas a la Directiva 2003/88/EC (9 de junio 2008)
- Observaciones y comentarios desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (12 de junio de 2008).
3 comentarios:
Ajam. ¿Tú estarías dispuesto a ponerte en manos de un cirujano que lleva 24 horas currando sin descanso? ¿Esos alegres diputados lo harían? La respuesta creo que es obvia.
Alguien que no haya estado de guardia no puede comprender lo extenuante que es permanecer 24 horas en un mismo sitio, maldormir (porque se duerme con un sueño ligero y el más mínimo ruido que se asemeje al del busca hace que pegues un salto de la cama) ni la falta de lucidez que se tiene cuando ya han pasado 12 horas de trabajo intenso (es que las guardias de 24 horas son de por sí una auténtica aberración). Luego hablamos de errores médicos y tal, claro.
¿Que el tiempo que el médico no esté "en activo" no cuenta como trabajado? Manda eggs, ¿cómo se mide eso? Yo ponía a más de un político que apoya medidas de ese tipo a picar piedra...65 horas semanales, claro está.
Lo peor, Sophie, es que esa obviedad deben reconocerla hasta los que han votado a favor de esa jornada pero les da igual. Eso es lo peor de la historia, que el riesgo que corre el enfermo, el desprestigio que supondría para todo el sistema sanitario público... les da igual.
Yo os puedo asegurar que una persona que esté 24 horas sin dirmir bien se duerme de pie. Lo digo porque cuando hice la antigua mili, tenía guardias día sí día no y me quedaba dormido de pié. Literalmente, me quedaba apoyado en el quicio de una puerta y me tenían que recoger del suelo, dormido.
Eso que han intentado aprobar nuestros representantes es una auténtica aberración.
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