31 octubre 2006

Uno de los nuestros

Verán que hoy no me lo he currado nada pero este artículo debe ser promocionado todo lo posible. Publicado en El País, lunes 30 de octubre.

"Uno de los nuestros..."

Aunque apenas despierta interés en la sociedad, pocas cosas tienen tanta trascendencia para nuestras expectativas de vida como la selección del profesorado universitario. Elegir mal nos hace perder el tren del desarrollo y la innovación, disminuye las oportunidades de nuestros hijos en una sociedad tecnificada y compleja y dilapida de forma absurda nuestro dinero: un profesor malo cobra lo mismo que uno bueno y, no lo olvidemos, ellos formarán a los futuros médicos, jueces, arquitectos. Para que la universidad cumpla con su papel como motor del desarrollo, debe seleccionar a los mejores profesores en base a criterios de excelencia docente e investigadora. Por desgracia, en nuestro país los profesores universitarios se seleccionan con demasiada frecuencia por procedimientos poco transparentes, donde amiguismo y enchufe pesan sustancialmente más que la investigación y la docencia.

En la universidad, los catedráticos deberían ser los máximos referentes en cuanto a excelencia. Por ello conviene seleccionarlos con sumo cuidado. Sin embargo, desde hace décadas la selección de catedráticos se ve, no pocas veces, alterada por un sistema de padrinazgo, amparado en una estructura de áreas de conocimiento que establece una red de intercambio de favores entre catedráticos ("yo voto a tu candidato para que luego tú votes al mío"). Como resultado, a los aspirantes les sale más a cuenta "buscarse un padrino" que buscar la excelencia docente e investigadora. En un tímido intento, la Ley Orgánica de Universidades (LOU, 2002) promovió el examen nacional de habilitación para enmendar esta situación. Siete miembros, elegidos por sorteo, deciden qué candidatos pueden llegar a ser catedráticos. El funcionamiento del sistema está defraudando buena parte de las expectativas que algunos pusieron en él.

Si pretendemos de una vez por todas que la selección del profesorado se realice en función de los criterios de excelencia que caracterizan a una universidad moderna, tenemos que asegurar, por un lado, que los tribunales de selección estén compuestos por los profesores más idóneos, y por otro, que sus decisiones sean totalmente transparentes. En el proceso de selección de profesores en cuanto a su capacidad científica, existe un sistema aceptado internacionalmente que permite valorar la calidad de su trabajo. Los científicos tratan de publicar sus investigaciones en las mejores revistas internacionales de su especialidad. La calidad de una revista científica se mide por un número llamado "índice de impacto". Pero los editores sólo publican los mejores manuscritos que reciben, rechazando los demás tras un complicado proceso de evaluación en que el anonimato garantiza el juego limpio. Cuanto mayor impacto tiene una revista, más difícil es publicar en ella. Los buenos científicos, capaces de publicar en las mejores revistas, tienen más "índice de impacto" -obtenido como la suma del impacto de todas sus publicaciones- que los malos. Dos agencias internacionales (Institute for Scientific Information, ISI y SCOPUS) permiten hacer estas evaluaciones. Cualquier persona puede entrar en sus páginas web y averiguar la calidad de un científico. En consecuencia, no existe justificación alguna para que una comisión de selección no elija correctamente.

Sin embargo, varias comisiones siguen saltándose a la torera todas las indicaciones objetivas de calidad. Sirva de ejemplo una reciente habilitación de catedrático de universidad (la número 1/700/0904) celebrada en la Facultad de Veterinaria de la UCM. La plaza en cuestión era para un área de conocimiento muy delicada, la producción animal, donde una mala selección puede tener graves consecuencias sobre la salud pública (recordemos las vacas locas, dioxinas, acumulación de pesticidas, metales pesados y otras conocidas intoxicaciones alimentarias, resultado de una mezcla de baja cualificación y mala praxis en la producción animal). La persona con mayor índice de impacto (119) fue la menos votada de los que pasaron el primer ejercicio (currículum vitae). Sorprendentemente, el candidato más votado sólo tiene un índice de impacto de 26 (casi 5 veces menor). El caso viene explicado en detalle en la revista Apuntes de Ciencia y Tecnología número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es). Como por desgracia estas situaciones son mucho más comunes que lo deseable en la selección del profesorado, la pregunta clave es: ¿por qué muchos tribunales de habilitación seleccionan tan mal, máxime cuando un catedrático bueno cobra igual que uno malo y en las universidades españolas y OPIs hay excelentes científicos para seleccionar al profesorado? Existen tres causas evidentes:

1. Falta de rigor en la selección de los miembros de las comisiones nacionales. Sigamos con el anterior ejemplo: el presidente de dicha Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático del departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de la UCM), sólo tiene un impacto sumado de 4.4. Sin embargo, no tiene problema en juzgar (y rechazar) a candidatos con un currículo cuyo impacto objetivo es 29 veces mejor que el suyo. Desgraciadamente, esta situación está más extendida de lo razonable: el currículo del presidente de la anterior Comisión Nacional de Habilitación de Producción Animal no es mejor que el del actual. Pero, como a todo hay quien gana, la guinda la pone el que va a ser presidente de la próxima Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid). Gana por goleada (0 artículos, 0 de impacto sumado). Que alguien pueda llegar a catedrático sin haber publicado ni un solo artículo en una revista internacional de impacto ya es más que sorprendente, pero que además vaya a presidir la siguiente comisión nacional de habilitación indica que algo muy grave está pasando en la universidad española. Ver más detalles en Apuntes de Ciencia y Tecnología número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es).

2. Total impunidad: como un tribunal no tiene que dar explicaciones a ninguna instancia superior (en la práctica, sólo se les exige respeto a las formas del proceso ya que son soberanos respecto al fondo de su decisión), puede elegir sin que la más descarada de las arbitrariedades tenga consecuencias. Como resultado, los contribuyentes terminamos pagando de por vida el sueldo a quienes son hábiles para conseguir el favor del tribunal y no a los buenos investigadores y docentes. Asimismo, pagamos a un tribunal (dietas, hoteles) que representa al Estado (y, por tanto, a nosotros) para que al final haga lo que quiera y no lo que deba.

3. Amiguismo sistemático. En la universidad española han accedido a catedráticos excelentes científicos. Sin embargo, en demasiados casos la adjudicación de plazas se rige por una ética perversa. El incompetente defiende su puesto manteniendo alejados a los profesionales de excelencia. Para ello mantiene un sistema de padrinazgo ("mi candidato es fulanito", "le debo un favor a menganito"), aderezado por una retórica imposible de entender fuera de la universidad ("no da el perfil", "no es lo normal en el área"). Fomenta siempre al protegido cuya virtud principal suele ser la servidumbre. Y sobre todo pretende convencer de que la selección del personal docente e investigador en la universidad es una cosa tan compleja que la sociedad civil no está capacitada para opinar. La realidad es que cualquier jefe de recursos humanos, de empresas competitivas, seleccionaría mejor.

Lo queramos o no vivimos en una sociedad de ciencia, tecnología e innovación. Si seguimos separando el grano de la paja para quedarnos con la paja nuestro país perderá el tren del futuro. Hay que hacer que la sociedad exija una universidad que se corresponda con nuestro nivel socioeconómico, en la que los criterios de excelencia científica y docente destierren a los sistemas de padrinazgo-servidumbre. Recordemos que durante la transición española se demostró que buena parte del sector industrial estaba obsoleto y era inviable. Con gran sacrificio, la sociedad afrontó una reconversión industrial dolorosa que afectó a miles de personas. Pese a sus grandes costes no perdimos el tren del progreso y la competitividad industrial. Quizás ahora ha llegado el momento de hacer una profunda reconversión en la universidad, sin duda difícil, pero necesaria.

Firman este artículo Miguel Delibes de Castro. Profesor de Investigación. CSIC. Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina. Fernando Hiraldo. Profesor de Investigación. CSIC. Director de la Estación Biológica de Doñana. Premio BBVA de Investigación en Biología de la Conservación. Joaquín Tintoré Subirana. Profesor de Investigación. CSIC. Director de IMEDEA. Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina. Manuel Toharia.José Antonio Donazar.Xim Cerdá. Vicedirector de Investigación. EBD. CSIC. Javier Juste. Ex vicedirector de Investigación. EBD. CSIC. Antonio Delgado. Estación Experimental del Zaidín. CSIC. Luis Rull. Catedrático. Universidad de Sevilla. Juan Martínez Hernández. Jefe de Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública. Hospital Carlos III. Madrid. José Luis Blanco. Profesor Titular. Universidad Complutense. Antonio Rodríguez Artalejo. Catedrático. Universidad Complutense. Eduardo Costas. Catedrático. Universidad Complutense Presidente de la asociación española para la comunicación científica. Profesor de Investigación. CSIC.

Enace a las revistas mencionadas en el artículo:
Apuntes de Ciencia y Tecnología, núm. 19 (PDF)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Dónde se votan los post? que le quiero poner un 10 a este.

Anónimo dijo...

Chapeau.

Anónimo dijo...

La reflexión es interesante, como lo es el artículo. Sin embargo, cada vez que leo uno como este (no es el primero), echo en falta un verdadero análisis de por qué estamos así, y cómo se soluciona (que no se reduzca a... vamos a echar esa manta de inútiles, entre los que nunca están mis amigos, claro)...

En mi humilde entender, hay un par de aspectos en los que nos diferenciamos de otros sistemas que igual funcionan un poco mejor.

En términos generales, creo que se subestima la influencia de la falta de medios y de movilidad. En otros lugares, los equipos están integrados por algunos profesores, bastantes posdoc, y muchos estudiantes de doctorado becados. Aquí no tienes dinero para la troupe. ¿Solución? Que tu equipo lo pague la Universidad, o sea, que te lo contraten con cargo a docencia. Eso sí, entre la gente que ha currado mucho antes, sin cobrar demasiado. Esto tiene efectos demoledores sobre la contratación del profesorado y, recordemoslo en lo que se nos viene encima, los planes de estudio.

Por otro lado, no olvidemos que la Universidad no funciona en el vacío... por desgracia no se diferencia tanto de otras administraciones públicas.

Saludos.

unnombrealazar dijo...

El texto ya tiene su tiempo, pero ha sido ahora, a través de la publicación en El País, y con repercusión en la blogosfera, cuando ha 'impactado'. En mi blog hablé de él hace un tiempo.

Yo también creo que el análisis es pobre. Primero, porque obvia que un catedrático es algo más que un investigador. Segundo, porque sacraliza el índice de impacto. Hay países que, mientras que nosotros todavía no hemos llegado, ellos ya están de vuelta con el impacto. Tercero, porque olvida que la ciencia es un trabajo colectivo. Una persona puede ser un gran investigador y sacar artículo tras artículo, pero crear un mal ambiente en el área y ser una continua fuente de problemas para los demás. Su CV puede resultar perfecto, pero lo sensato sería no contrarlo. Un profesor puede ser muy productivo gracias a trabajar en su universidad de origen con un grupo fuerte y, quizá, al sacarlo de ahí hundas su trabajo.

La endogamia se mantiene, entre otras cosas, porque es la opción más conservadora. Uno garantiza no meter problemas en casa y, por el momento, como no hay incentivos para buscar lo mejor, las áreas buscan lo más cómodo.

Ángel M. Felicísimo dijo...

Creo que hay que tener en cuenta que el artículo es de denuncia, no de análisis. En cuanto a los comentarios del Topo, entiendo estoy completamente de acuerdo en el primer y tercer punto. En mi manera de ver las cosas, el catedrático es aquel que ha conseguido formar un grupo de trabajo y, por tanto, no sólo ha hecho investigación sino que ha dirigido investigación. En este sentido, lo que comentas de haber trabajado en equipo es correcto, debe valorarse prioritariamente y además puede deducirse fácilmente de su curriculum (tesis dirigidas, proyectos y publicaciones).
No sé si los firmantes "sacralizan" el facor de impacto, creo que lo usan como un indicador simple de cómo está la situación. Si es así estaría bien, si sólo es volumen de publicación se queda cojo.

Ana dijo...

Acabo de citar este post en el blog La columna de Ana; creo que es conveniente que se lea entre la comunidad universitaria nuestra.

Anónimo dijo...

Puede ser que para una oposicion a funcionario en la universidad la investigacion la valoren poco, pero la valoran. ¿Y la docencia? esta faceta si que esta olvidada y arrinconada en la universidad. Se supone que un profesor de universidad investiga y da clase, pues lo primero lo valoran a lo segundo ni caso.

Ángel M. Felicísimo dijo...

En las que he visto se valoraban ambas cosas sólo que los baremos eran muy flexibles (por no decir arbitrarios). En general el problema es que no hay reglas claras y los tribunales tienen comodines en la manga: que si esta publicación es del área o no, que si las clases son del área pero no encajan en el perfil...
Tiene que llover.

Anónimo dijo...

www.prociencia.com pronto abra debate....

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