Este fin de semana he tenido un rato para organizarme en cuanto a temas pendientes. Aplico al blog la misma norma que aprendí a usar con algún correo electrónico molesto: nunca contestar en caliente. Por tanto, dejé dormir unos días el post sobre Ratzinger en Polonia. Lo mismo con este que les pongo aquí y cuyo asunto central ya fue comentado en otros sitios. Aún así, la tontería es de tal calibre que merece la pena insistir en ella y sobre todo que nuestros colegas del otro lado del Atlántico pongan sus barbas a remojar, porque la necedad es altamente contagiosa.
Bueno, al tajo: aquí tienen la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía para Andalucía. Vayan a la página 17 y encontrarán esto:
Artículo 67. Cultura y patrimonio.Las palabras clave son, por supuesto, las de "competencia exclusiva". Los tarados que han escrito esto han partido de la suposición de que el flamenco es sólo andaluz. Aunque fuera así, también han supuesto que la cultura puede ser competencia exclusiva de alguien, fíjense en las palabras conocimiento e investigación...
1. [cortado] Corresponde asimismo a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz.
Sobre la primera suposición, Arcadi Espada nos da una lista para empezar a hacer boca donde hay de todo, madrileños, catalanes, extremeños... Sobre la segunda, Javier Caraballo nos ofrece un post de los que me gustan, coña marinera para disimular el asombro.
La reforma del estatuto está ahora en debate en el Congreso de los Diputados, sí, con esas mismas señorías que hablan de medicamentos homeopáticos. Si el borrador se aprueba tal cual, el Festival Internacional del Cante de las Minas, con sus 45 ediciones, será ilegal. A quién se le ocurre celebrarlo en Murcia, qué atrevimiento.
La tribu vuelve y con ella el sentido común se desvanece. O como leí una vez, ya no me acuerdo dónde: el coste de la educación es alto pero no es nada comparado con el coste de la ignorancia.