- Angie (The Rolling Stones); también en Youtube (éste no se lo pierdan, los dinosaurios dominaban la Tierra).
- California Dreamin' (The Mamas and the Papas)
- Dust in the wind (Kansas); en Youtube bajo su propia responsabilidad (los videoclips han evlucionado, no hay duda).
- Eleanor Rigby (Paul McCartney); en Youtube.
- House of the Rising Sun (Pete Seeger); en Youtube, fotos fijas.
- Hurricane (Bob Dylan); en Youtube.
- I heard it Through the Grapevine (Marvin Gaye); en Youtube, fotos fijas.
- Layla (Eric Clapton, Derek & The Dominos); en Youtube.
- Me and Bobby McGee (Janis Joplin); en Youtube.
- On the Road Again (Canned Heat); en Youtube.
- Please Don't Let Me Be Misunderstood (Nina Simone); en Youtube, fotos fijas.
- Still Loving You (Scorpions); en Youtube.
- The River (Bruce Springsteen, pasen al minuto 5:20); en Youtube (foto fija pero sonido razonable)
- Who'll Stop the Rain (John Forgerty); en Youtube.
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10 junio 2009
Quince canciones en Spotify
Spotify me ha dado la oportunidad de mirar hacia atrás recordando sonidos que alguna vez me sirvieron de compañía. Soy de gustos clásicos, no esperen sorpresas, sí bastante arqueología. Tienen aquí sólo el sonido en el primer enlace (deben descargar la aplicación de Spotify). Por si acaso, cuando lo he encontrado les he puesto algo similar en Youtube aunque normalmente la calidad es bastante peor.
12 diciembre 2006
Porqué no escuchar a Amaral por el teléfono móvil
Hace no mucho tiempo, nuestra aspiración adolescente era conseguir tener un buen equipo de música. Y se asumía que ese equipo estaba formado al menos por un giradiscos (hablamos de discos de vinilo), por una pletina o reproductor de cassetes y por un amplificador. De ahí salían los cables a los bafles o juegos de altavoces. Nuestra máxima aspiración era un giradiscos Dual, una pletina Marantz y amplificador Grundig. Las combinaciones se multiplicaban a la hora de elegir la aguja del giradiscos, la composición de las cintas magnéticas, la necesidad o no de incluir un preamplificador…
En mi casa, el procedimiento era ritual: cuando se compraba un disco se grababa en una cassette nueva. A continuación el disco se devolvía a su envoltorio que a su vez se metía en un sobre de plástico y se sellaba para guardarlo al abrigo del polvo durante un año. Al cabo del año, la grabación magnética se había deteriorado algo y debía regrabarse: se borraba dos o tres veces la cinta y se repetía el ciclo.
El proceso permitía mantener en perfecto estado los discos de vinilo, cuya integridad apenas se sostenia más allá de una veintena de reproducciones, y disfrutar de una música de calidad durante muchos años.
La llegada del CD supuso una revolución en este proceso pero sigo teniendo la misma costumbre: copio el original, lo guardo cuidadosamente y reproduzco la copia.
Pero todo eso dependía del último eslabón de la cadena: los altavoces. Y aquí había un problema serio porque las cajas o “bafles” que se vendían en España o eran muy malos o eran muy caros. Y en mi casa nos pusimos fabricarlos importando planos y esquemas de los EE.UU., donde esto del bricolaje técnico estaba mucho más arraigado.
Baste decir que conservo 4 cajas de aquellas, cada una con 4 altavoces: uno para graves, dos para medios y uno para agudos. Los filtros están calculados y bobinados a mano para conseguir una buena separación de frecuencias. Cada caja pesa unos 15 kg y espero conservarlas hasta el final y más allá si puede ser.
Y ahora lo de Amaral. Saben ustedes que es un grupo español (dicen que un dúo) y que el otro día actuaron en un teatro en Madrid. Los medios acogieron el concierto con gran algarabía debido a una circunstancia nueva: la actuación podría seguirse a través del teléfono móvil. Esto fue aplaudido en algunos blogs como un avance en la difusión de la música a imitar por otros artistas. Mi idea es que, además de avanzar en la difusión, supone un retroceso en la calidad. Sólo he encontrado un periódico que haya mencionado que el sonido no era demasiado bueno y aún así tímidamente.
Mucha gente escucha música ahora mediante microaltavoces de sobremesa conectados al PC, a través de los altavoces del ordenador portátil, en el coche o, peor aún, mediante auriculares minúsculos conectados al reproductor de MP3. El efecto de todo esto en la calidad del sonido es devastador.
Quede claro que no es cierto que el sonido digital bien elaborado sea peor que el analógico. Y lo dice un nostálgico de los vinilos pero con los pies en la tierra. Pero a la hora de reproducirlo estamos con los mismos problemas que antes: las respuestas de los dispositivos pueden ser buenas, malas o malísimas.
En principio, un altavoz debería reproducir sonidos de frecuencias entre 20 y 20000 Hz con la misma eficacia. Esto es físicamente imposible, lo que llevó a diseñar cajas con varios altavoces de características y dimensiones diferentes que se dividían el trabajo. Las respuestas conjuntas pueden ser ya muy satisfactorias y los pequeños defectos para el oido caprichoso podían corregirse con el ecualizador. Los auriculares tienen problemas ya que un único y pequeño altavoz debe lidiar con todas las frecuencias.
Es interesante comprobar la absoluta imposibilidad de acceder a las curvas de respuesta de cualquier auricular o altavoz de los usados en nuestros PC o en los reproductores MP3. Los fabricantes deben considerar que el pequeño detalle de la calidad no es relevante para el consumidor actual. Y tal vez tienen razón.
Yo he hecho una pequeña prueba. Entren en esta página de la New South Wales University y comparen su respuesta a las diferentes frecuencias con diferentes auriculares y altavoces. Yo lo he hecho con tres: los altavoces del portátil (un Toshiba Portégé), unos auriculares convencionales de unos 12 euros de precio y unos venerables Sennheiser HD 535 ya descatalogados. Las curvas que he obtenido son las siguientes y creo que describen claramente lo ocurrido con la salvedad de que los 12 y 16 kHz están siempre a cero porque no me han funcionado:
La prueba no es buena porque la circuitería del PC es inadecuada y el volumen no puede regularse bien con lo que a mis Sennheiser apenas les llegaba comida para sonar. Aún así pueden darsw una idea de lo que quiero comunicarles. Para insistir les haré una comparación visual. Les incluyo cuatro imágenes de la misma obra, la habitación de Van Gogh. La primera está más o menos ajustada al original:
La segunda muestra un pixelado grosero que impide apreciar los detalles.
La tercera tiene una severa distorsión en el color, con el verde reducido y el azul casi eliminado.
Y finalmente, la cuarta sufre ambos efectos, reducción de la resolución y distorsión en el color.
Convendrán conmigo en que ningún aficionado al arte aceptaría que le vendieran reproducciones así. Pues por ese motivo, exactamente, no me apetece escuchar a Amaral por el teléfono móvil.
En mi casa, el procedimiento era ritual: cuando se compraba un disco se grababa en una cassette nueva. A continuación el disco se devolvía a su envoltorio que a su vez se metía en un sobre de plástico y se sellaba para guardarlo al abrigo del polvo durante un año. Al cabo del año, la grabación magnética se había deteriorado algo y debía regrabarse: se borraba dos o tres veces la cinta y se repetía el ciclo.
El proceso permitía mantener en perfecto estado los discos de vinilo, cuya integridad apenas se sostenia más allá de una veintena de reproducciones, y disfrutar de una música de calidad durante muchos años.
La llegada del CD supuso una revolución en este proceso pero sigo teniendo la misma costumbre: copio el original, lo guardo cuidadosamente y reproduzco la copia.
Pero todo eso dependía del último eslabón de la cadena: los altavoces. Y aquí había un problema serio porque las cajas o “bafles” que se vendían en España o eran muy malos o eran muy caros. Y en mi casa nos pusimos fabricarlos importando planos y esquemas de los EE.UU., donde esto del bricolaje técnico estaba mucho más arraigado.
Baste decir que conservo 4 cajas de aquellas, cada una con 4 altavoces: uno para graves, dos para medios y uno para agudos. Los filtros están calculados y bobinados a mano para conseguir una buena separación de frecuencias. Cada caja pesa unos 15 kg y espero conservarlas hasta el final y más allá si puede ser.
Y ahora lo de Amaral. Saben ustedes que es un grupo español (dicen que un dúo) y que el otro día actuaron en un teatro en Madrid. Los medios acogieron el concierto con gran algarabía debido a una circunstancia nueva: la actuación podría seguirse a través del teléfono móvil. Esto fue aplaudido en algunos blogs como un avance en la difusión de la música a imitar por otros artistas. Mi idea es que, además de avanzar en la difusión, supone un retroceso en la calidad. Sólo he encontrado un periódico que haya mencionado que el sonido no era demasiado bueno y aún así tímidamente.
Mucha gente escucha música ahora mediante microaltavoces de sobremesa conectados al PC, a través de los altavoces del ordenador portátil, en el coche o, peor aún, mediante auriculares minúsculos conectados al reproductor de MP3. El efecto de todo esto en la calidad del sonido es devastador.
Quede claro que no es cierto que el sonido digital bien elaborado sea peor que el analógico. Y lo dice un nostálgico de los vinilos pero con los pies en la tierra. Pero a la hora de reproducirlo estamos con los mismos problemas que antes: las respuestas de los dispositivos pueden ser buenas, malas o malísimas.
En principio, un altavoz debería reproducir sonidos de frecuencias entre 20 y 20000 Hz con la misma eficacia. Esto es físicamente imposible, lo que llevó a diseñar cajas con varios altavoces de características y dimensiones diferentes que se dividían el trabajo. Las respuestas conjuntas pueden ser ya muy satisfactorias y los pequeños defectos para el oido caprichoso podían corregirse con el ecualizador. Los auriculares tienen problemas ya que un único y pequeño altavoz debe lidiar con todas las frecuencias.
Es interesante comprobar la absoluta imposibilidad de acceder a las curvas de respuesta de cualquier auricular o altavoz de los usados en nuestros PC o en los reproductores MP3. Los fabricantes deben considerar que el pequeño detalle de la calidad no es relevante para el consumidor actual. Y tal vez tienen razón.
Yo he hecho una pequeña prueba. Entren en esta página de la New South Wales University y comparen su respuesta a las diferentes frecuencias con diferentes auriculares y altavoces. Yo lo he hecho con tres: los altavoces del portátil (un Toshiba Portégé), unos auriculares convencionales de unos 12 euros de precio y unos venerables Sennheiser HD 535 ya descatalogados. Las curvas que he obtenido son las siguientes y creo que describen claramente lo ocurrido con la salvedad de que los 12 y 16 kHz están siempre a cero porque no me han funcionado:
La prueba no es buena porque la circuitería del PC es inadecuada y el volumen no puede regularse bien con lo que a mis Sennheiser apenas les llegaba comida para sonar. Aún así pueden darsw una idea de lo que quiero comunicarles. Para insistir les haré una comparación visual. Les incluyo cuatro imágenes de la misma obra, la habitación de Van Gogh. La primera está más o menos ajustada al original:
La segunda muestra un pixelado grosero que impide apreciar los detalles.
La tercera tiene una severa distorsión en el color, con el verde reducido y el azul casi eliminado.
Y finalmente, la cuarta sufre ambos efectos, reducción de la resolución y distorsión en el color.
Convendrán conmigo en que ningún aficionado al arte aceptaría que le vendieran reproducciones así. Pues por ese motivo, exactamente, no me apetece escuchar a Amaral por el teléfono móvil.
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