En cambio, el logro más importante, por lo que de desafío intelectual tiene, no tuvo tanta repercusión pública. Fueron sus artífices un arquitecto llamado Michael George Francis Ventris y un lingüista llamado John Chadwick que, conjuntamente, consiguieron descifrar una escritura muerta: la llamada minoica Lineal B.
Aunque es obvio que eso no se hizo en un año, fue en 1953 cuando se publicó el artículo definitivo:
Ventris, M.; Chadwick, J., 1953, Evidence for Greek Dialect in the Mycenaean Archives, Journal of Hellenic Studies, 73: 84-103.
Fue Arthur Evans quien encontró, el 5 de abril de 1900, las primeras muestras de este escritura sobre tablillas de arcilla. Estaban en Creta, en Cnosos. Evans creyó inicialmente que estaba ante restos micénicos pero se dio cuenta finalmente de su mayor antigüedad y llamó "minoica" a la civilización responsable del gran complejo de edificios, en relación con el posible palacio del rey Minos que, como decía la prensa rosa de aquel tiempo, fue hijo de Zeus y Europa.
Excavaciones de Evans en Cnosos
Evans encontró que aquello no tenía nada que ver con otras escrituras ya descifradas, como los jeroglíficos egipcios o la antigua cuneiforme de Sumeria. Estas habían contado con textos multilingües para facilitar su descifrado (las famosas piedra de Rosetta por un lado y la inscripción de Behistún por el otro), algo que no existía aquí. Apoyándose en posteriores descubrimientos (de Halbherr en 1902 en Hagia Triada) acabó diferenciando entre todo lo encontrado tres tipos de escritura, una jeroglífica, y otros dos que llamó respectivamente, en un rapto de imaginación, Escritura Lineal de Clase A y Escritura Lineal de Clase B.
Tablilla escrita con Lineal B
Sin embargo, a partir de aquí, Evans se equivocó en su enfoque, y aún reconociendo que aquella parecía un silabario, mantuvo que los signos tenían un significado semántico, imaginando posibles evoluciones desde teóricos antiguos pictogramas.
A la muerte de Evans en 1941 no se había avanzado gran cosa en el desciframiento de la Lineal B. Antes que Ventris, otra persona hizo un avance fundamental aunque ahora parezca pequeño. Fue Alice Kober, que buscó de forma sistemática pistas sobre un posible sistema de declinación. Había observado que aparecían raíces y sufijos comunes en palabras diferentes. Si eso se debe a un sistema de declinación, se encontrarán grupos de signos constantes seguidos de diferentes terminaciones. Por dar una idea sería como buscar algo similar a lo siguiente (en español):
To-le-do
To-le-da-(no)
To-le-da-(na)
que podría verse en Lineal B de alguna de estas formas:
Kober encontró cinco grupos de este tipo (entre ellos, los dos de arriba), con tres terminaciones de uno o dos signos. En esta etapa, aunque identificadas algunas posibles raíces y variantes, no se tenía ni idea de su significado. Lamentablemente Alice Kober murió a los 43 años, en 1950, y todo quedó de nuevo en suspenso.
Cuando Ventris entró en escena se sabía que en la Lineal B aparecían algo más de 200 signos, demasiados para ser un alfabeto. Pero su estructura tampoco apuntaba a un lenguaje ideográfico ya que muchos signos se repetían demasiado, formando grupos que parecían palabras, separadas por pequeñas líneas verticales. Finalmente se llegó a la conclusión de que se trataba de un silabario al que se le añadía un amplio conjunto de logogramas, signos que representan objetos...
Hoy se sabe que 60 signos representan valores fonéticos, con 55 sílabas y 5 vocales (en otros lugares en he encontrado que son 87 signos). El resto son logogramas y numerales, aunque aún quedan algunos sin identificar.
La gran idea para el desciframiento fue la de componer una matriz o rejilla donde las filas representaban las consonantes y las columnas las vocales. Por ejemplo, de los 5 grupos de Kober se dedujeron algunas combinaciones, como la siguiente (V: vocal; C: consonante):
Lo que daría la composición probable de 4 signos silábicos, combinaciones de dos consonantes y dos vocales. Aún así, seguía desconociéndose qué letras eran la V1, V2, C1 y C2 y, por supuesto, qué valor fonético podría tener.
La historia sigue con el análisis de Ventris rellenando poco a poco la potencial matriz silábica e intercambiando continuamente "notas de trabajo" con los expertos en el tema, cosa que hoy haríamos mediante correo electrónico o un wiki. Utilizó una amplia variedad de técnicas sobre posiciones, frecuencias y variaciones de los signos, haciendo suposiciones, corrigiéndolas o dándolas por probables hasta analizar más material.
El mayor problema a partir de ese momento era empezar a dar valores fonéticos a los signos. Ventris se decidió, basándose en suposiciones razonables aunque inseguras, a asignar la vocal a a un signo concreto, la llamada "doble hacha".
Luego analizó la escritura chipriota, otro silabario, y aunque no confiaba en la comparación, estableció igualdades entre dos signos parecidos en la una y en la otra y dedujo un par de valores más en la cuadrícula. Y en un paso siguiente, analizó la posibilidad de que los cinco grupos de Kober fueran topónimos y sus derivados. Dado que esos cinco grupos sólo aparecían en las tablillas de Creta, buscó nombres de cuidades que pudieran encajar en los valores supuestos de las sílabas. Y, en efecto, todo empezó a encajar:
A-mi-ni-so (Amnisos)
Ko-no-so (Knossos)
Tu-li-so (Tilissos)
Pa-i-to (Phaistos)...
El grupo de Kober de la derecha en una de las figuras de más arriba se tradujo finalmente como:
A-mi-ni-so (Amnisos)
A-mi-ni-si-jo (amnisiano)
A-mi-ni-si-ja (amnisiana)
Hubo más problemas, claro, como la omisión de la última consonante en muchos casos, o la introducción de vocales espurias para completar sílabas dentro de las palabras. Pero, según aparecían nuevas palabras y se rellenaba la rejilla silábica apareció algo sorprendente: aquella escritura se parecía a algo ya conocido. En un programa de la BBC, en junio de 1952, Ventris propuso que aquella lengua era griego. Era algo heterodoxo con el saber de la época ya que se suponía que los griegos habían llegado con el ocaso de la civilización micénica por lo que las lenguas respectivas poco podían tener en común. Ese programa fue escuchado por John Chadwick, un filólogo clásico que decidió revisar por su cuenta las propuestas de Ventris. Tras verificar su verosimilitud ofreció su ayuda a Ventris y de la colaboración nació el artículo de 1953.
Los minoicos y los micénicos, por tanto, hablaban una suerte de griego siglos antes de Homero. Evans la había supuesto derivada del Lineal A y esta probablemente de una escritura etrusca, más antigua y perdida, lo que llevaba a un callejón sin salida. El "camino griego" había sido descartado por todos hasta que salió por sí mismo a la superficie.
El año 1953, mientras el artículo estaba aún en imprenta, la hipótesis griega se confirmó al encontrarse una nueva tablilla en Pilos, la Grecia continental. El arqueólogo Carl Blegen le aplicó los valores de la rejilla de Ventris y Chadwick y aparecieron prefijos numerales, formas distintas de "asa" y "trípode", acompañados de los logogramas confirmatorios. Fue un refrendo necesario para afirmar la credibilidad del desciframiento.
Actualmente aún hay temas abiertos. La rejilla silábica de 1953 fue corregida en 6 signos posteriormente y se encontraron valores para otros 7. Tal vez la prueba final sea la confirmación a través de un texto bilingüe, algo que aún no ha aparecido.
Lamentablemente, la Lineal B no ha ofrecido sabiduría clásica. No hay textos filosóficos, literarios ni científicos. Es un lenguaje administrativo lleno de datos sobre comercio, nombres, profesiones... cosas, de todas formas, que nos acercan tal vez más que las otras a la vida cotidiana de hace tanto tiempo.
Ventris murió tres años después del artículo, en 1956, en un accidente de coche. La escritura Lineal A sigue hoy sin descifrar.
Michael Ventris
Más información en Omniglot, Alfabetos: Lineal B y en Pope, M., 2003, Detectives del pasado, una historia del desciframiento, Oberon, Madrid.