14 octubre 2012

Del supuesto decaimiento de la cultura

Cuando vivía en el Norte era visitante asiduo de la Casa de la Cultura de Avilés que en aquellos años albergaba la biblioteca municipal y, espero que siga igual, tenía una extensa programación de cine y exposiciones de arte, pintura principalmente. Con estas últimas tenía problemas: no sólo no me gustaba casi ninguna sino que me gustaban aún menos las reseñas que las acompañaban, hechas por alguien de la casa. Eran reseñas aparentemente bien escritas, impresas en dípticos de exquisito diseño... y ausentes de todo contenido. Frases con palabras que parecían haber sido colocadas al azar y cuyo significado era más oscuro que los escritos de Lacan.  Ayer me quedé sin internet en casa y me puse a repasar algunos vídeos que tenía a la espera. Entre ellos estaba el de Steven Pinker en TED Talks "La tabla rasa", donde habla de su libro homónimo. Hacia la mitad de la charla entra en el debate sobre el supuesto decaimiento de la creación cultural y artística, un debate extraño por cuanto aparentemente nunca se han editado tantos libros o compuesto tanta música como en las últimas décadas.
¿O será que por “cultura” se entiende otra cosa? En efecto, la idea es que ese decaimiento se ha dado en las artes ejercidas por ciertas "élites culturales" por motivos concretos que veremos a continuación. Donde no hay descenso es en la cultura más "popular", despreciada por la élite por una presunta falta de exquisitez y de sofisticación.
Apenas acabo de empezar el libro de Pinker pero la idea que me he hecho (seguro que mezclando lo que él postula con mis propias impresiones) es la siguiente: Algunas "élites" artísticas del siglo XX generaron movimientos que desprecian la belleza, el placer, la claridad, la comprensión y el estilo tal como se valoraba por la mayor parte de la sociedad. La percepción de la gente no perteneciente a esas élites coincide con invariantes estudiados acerca de esas mismas cosas por la antropología: belleza, armonía, argumento, placer... Las mencionadas élites se apartan de esos invariantes realizando obras donde existe (esta lista aparece en una de las diapositivas de la charla algo modificada):
  • arte visual sin atisbo de belleza porque se busca expresamente la fealdad, la desproporción y la falta de armonía.
  • novela y teatro sin trama y sin narrativa, muchas veces con sintaxis o puntuaciones extrañas o inexistentes.
  • poesía sin metro y sin rima, cuando no sin sentido.
  • arquitectura y urbanismo sin decoración, sin escala humana, sin espacios verdes, sin luz natural.
  • música sin melodía, sin tono, sin ritmo, sin armonía.
  • todo ello aglutinado por una literatura crítica de lenguaje incomprensible, sin ninguna atención a un mensaje claro que el lector pueda asimilar.
En la entrada de la Wikipedia dedicada al “arte conceptual” hay ejemplos de este tipo de productos aunque este "arte" no sea el todo al que se refiere la crítica.
En este punto recuerdo exposiciones en aquella Casa de la Cultura donde el feísmo o el vacío (cuadros en blanco con un punto o con salpicaduras de brocha, por ejemplo) era la norma, algún concierto de música “académica moderna” de donde huí al poco tiempo de soportar golpes, chirridos de violín y algo que parecían latas.
Hoy leo que estudios antropológicos han mostrado que todas las sociedades humanas tienen desarrollos artísticos que coinciden en algunas propiedades, lo que sugiere que, por ejemplo, la percepción de la armonía como algo agradable y placentero está sólidamente implantado en nuestra percepción (por los motivos que sean, eso es otro tema). Por tanto, cuando una tendencia artística se basa en la negación u olvido de esa parte de la naturaleza humana a través de la rotura de los invariantes y pautas generales, está probablemente condenada al fracaso.

Altamira: proporción, color y armonía de hace más de 15000 años
En esta tendencia, que Pinker etiqueta como modernista o postmodernista, las formas de apreciación del arte que funcionan desde hace siglos o milenios son negadas o descartadas y la belleza y el placer en la contemplación del arte son consideradas vulgares, comerciales y poco sofisticadas.
La primera consecuencia es el rechazo general por la mayoría de la sociedad, que se aparta de este "arte de élite" y de su literatura crítica con lo que todo el movimiento queda reducido a un grupo de "iniciados" y de seguidores que se realimentan a sí mismos pero que no tienen vínculos ni nexos con el resto de la gente.
La segunda consecuencia es que el mencionado decaimiento del arte sólo es real en la parte que coincide con esta rotura de la forma tradicionalmente humana de apreciar la creación artística. Ese decaimiento, que podría ser irrelevante, no lo es porque se da en un segmento de la sociedad que tiene influencia en las universidades (supongo que Pinker habla aquí de los EE.UU.) de donde los alumnos van perdiéndose ante la falta de empatía con la concepción de la obra artística.

Obra de Sean Norvet

2 comentarios:

Alfredo Oliva dijo...

Sin duda las reflexiones de Pinker son muy interesantes, y también muy polémicas. Yo creo que en el capítulo sobre las artes arriesga mucho. Y aunque todos hemos tenido en más de una ocasión esa sensación de tomadura de pelo ante alguna sinfonía dodecafónica o una performance conceptual, me parece que la cosa es algo más compleja de lo que plantea Pinker. Las artes avanzan y cambian con la sociedad, y algunas preferencias estéticas puedan estar grabadas en nuestros genes, como la preferencia por imágenes con horizontes amplios y puestas de sol, que nos recuerdan esos espacios abiertos que daban a nuestros antepasados la seguridad de que ningún depredador estaba agazapado dispuesto a devorarlos. Sin embargo, la estética es cambiante, y no todo apreciación de la belleza es tan fácil y directa. Llegar a apreciar determinadas obras requiere de cierta formación. Ello hace que arte y literatura sean a veces elitistas, pero ¿por ello debemos renunciar a la evolución de las artes?
Aunque, claro, eso hace que proliferen los cantamañas e impostores, como Damien Hirst.
Un abrazo

Ángel M. Felicísimo dijo...

En efecto, el tema es muy complejo al tratarse de sensaciones subjetivas. Como es lógico, nunca se debe renunciar a la evolución de nada porque, además del ejercicio de la libertad del autor, está el de la libertad del observador de mandarlo a hacer puñetas o encumbrarlo.
De todas formas, no deja de llamarme la atención que obras como las de Altamira, con 15000-30000 años de antigüedad sigan siendo un ejemplo de belleza a una mayoría (o al menos eso creo). Un abrazo Alfredo.

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