15 febrero 2011

Mariposas tunecinas, historias de ciencia ficción y otros desvaríos

1.
Mohamed Bouazizi, de 26 años, se suicida el 4 de enero de 2011 por su situación desesperada en una sociedad que no ofrece oportunidades de supervivencia. Su decisión desata una serie de catástrofes (René Thom dixit), primero en Túnez, después en Egipto, tal vez en Irán, Yemen, Jordania...
Leo en algunos periódicos que se va a financiar un "modelo informátíco del mundo" o algo semejante donde se van a introducir todos los datos posibles como, por ejemplo, "el uso de teléfonos móviles" para simular el funcionamiento del mundo y poder predecir crisis como la que nos está sacudiendo.
Sin embargo, la realidad es tozuda y una mera acumulación de datos (muchas veces erróneos o de fiabilidad desconocida) no es más útil para predecir el mundo que la bola de la pitonisa Lola. Necesitamos organizar redes de relaciones entre ellos adecuadamente conectadas, reguladas y realimentadas y, por supuesto, no tenemos ni idea de cómo podríamos hacer semejante cosa para que el modelo fuera mínimamente útil.

Atractor extraño, obra de rdash.
Mohamed Bouazizi desmontó con su propia muerte toda esperanza de que dichos modelos puedan existir (o nos libró de su amenaza). Antes lo habia hecho Asimov en la ficción ya que en su Fundación, la psicohistoria podía predecir la evolución de la humanidad mediante modelos de las sociedades. Asimov fue más prudente que los actuales promotores del "modelo del mundo" (no esperaba subvenciones) y se cuidó bien de insistir en que la psicohistoria sólo manejaba tendencias y grandes números. Y él mismo desbarató las predicciones cuando en el segundo libro un único personaje desató la pertinente catástrofe. Pensandolo bien, el propio Hari Seldon, el artífice de la psicohistoria, era en sí mismo una catástrofe pero nadie llegó a enterarse nunca.

Atractor extraño, obra de rdash.

2.
Y sin embargo nuestras sociedades occidentales no saben de catástrofes. El relieve de nuestra conciencia colectiva es tan plano que no hay forma de asomarse al precipicio y caerse por un pliegue. Podríamos llamarlo el marasmo de las sociedades acomodadas. En otro libro, El fin de la eternidad, Asimov lo explicó sin saber que era un augurio. En la trama, pasado y futuro están conectados por una especie de túnel de tiempo que permite a unos técnicos, los "eternos", viajar hacia la historia pasada o futura y evitar catástrofes mediante pequeños cambios. Estas mínimas intervenciones generaban "efectos mariposa" que mantenían las sociedades en un estado de paz, placidez y ausencia de crisis. Al final de la novela se descubren las razones de algunos misterios pero la conclusión que nos interesa es que las sociedades que viven sin retos, sin crisis, sin incentivos, acaban por atrofiarse hasta en sus ganas de vivir y, por supuesto, en su capacidad de reaccionar.

Tal vez necesitamos una catástrofe para que, lejos de ver los movimientos del Norte de África como rarezas morunas, nos parezcan reacciones normales ante unos regímenes simplemente injustos. Posiblemente nuestra sociedad del bienestar, en vez de ser completamente beneficiosa tenga como efectos secundarios la atrofia de los valores, el aplastamiento de las utopías, la mediocridad de las ideas.

5 comentarios:

BLAS M. BENITO dijo...

Hola Ángel (cuanto tiempo!),

Refiriéndome al último párrafo, creo que la atrofia de los valores y la mediocridad de las ideas NO son consecuencia de nuestra sociedad acomodada (al menos, no del todo), sino un resultado inevitable de nuestra "humanidad". Somos así, en las mejores y en las peores condiciones. La mezquindad, la codicia, el odio y la injusticia (entre otros), son ideas tal vez poco abundantes si hablamos de individuos, pero tienen efectos demoledores en una zoociedad (es más patente un tipo disparando una ametralladora que bien mil tipos dando abrazos).

Podría pensarse que la sociedad acomodada está anestesiada (y creo que es así), pero en el hambre y en la miseria más extrema (que no conozco) puede que el único objetivo de sobrevivir impida mirar más allá del próximo trozo de comida, incapacitando para la reacción.

Pérez-Reverte también planteaba la idea de que nos estamos "amariconando", y que hace falta una guerra para que despierte nuestro espíritu guerrero. Y tal vez tenga razón, pero yo, particularmente, ya tengo bastante con mi lucha diaria, que es ínfima comparada con las que llevan adelante millones de personas.

Y me resisto tener que sufrir una guerra mundial cada 50 años para que podamos decir que somos unos machotes valientes que nos enfrentamos a todo. Y eso lo digo, sobre todo, valorando el riesgo de perder a los que quiero en una catástrofe.

Un saludo (y perdón por el rollo!)

J. G. dijo...

y que bien lo has contado

excelente

Ángel M. Felicísimo dijo...

Gracias JG.

Buenas Blas (no hace tanto tiempo :-)
A nivel particular valoramos la estabilidad de nuestra sociedad occidental, llena de comodidades en comparación con otras. Yo, con el presente y futuro más o menos resuelto, sólo debería preocuparme de estar dedicando mi vida a cosas intrascendentes de reflexionar poco, muy poco.

Pero, aunque tampoco hay que irse a Flandes con Alatriste para salir del marasmo, no dejo de darme cuenta a nivel colectivo de que esto es insostenible y nuestra falta de reacción ante la mediocridad (incluidas nuestras propias trayectorias vitales) es preocupante. Saludos.

BLAS M. BENITO dijo...

Me ha encantado lo de Alatriste!. Y no, espero que no haga falta...

Supongo que para tener tu futuro resuelto has procurado que tu trayectoria vital te haya llevado hasta ahí (dudo que te hayan regalado nada). Y también esa comodidad que proporciona el futuro resuelto te da la opción de mirar la vida de otra forma (y pensar mucho sobre lo bueno y malo que hay en ella).

Sobre el triunfo de la mediocridad (y me incluyo como un mediocre más, sin ninguna duda), estoy completamente de acuerdo. La autocomplacencia ya es peligrosa, pero sin méritos que la respalden se torna fatal. Y de ahí el panorama político, social y económico al que se van a enfrentar nuestros hijos (bueno, los vuestros :( ). Si no reciben la educación apropiada, no tenemos nada mejor que esperar.

Un abrazo

Blas

Ángel M. Felicísimo dijo...

Tal vez los retos hoy no sean que no te coma el león sino saber y querer avanzar en el conocimiento con todo lo que ello supone. La primera "catástrofe" fue Darwin que nos puso en nuestro sitio, sacándonos del pedestal divino. Luego hubo otras, como la relatividad, que socavó nuestra idea del tiempo absoluto. Estas catástrofes se producen sobre nuestra forma de pensar y ese, tal vez, sea el reto.

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