11 enero 2006

El tramposo cutre

Al hilo del tramposo Woo Suk Hwang y sus clones de las Guerra de las Galaxias me apetece comentar un par de obviedades sobre la publicación de trabajos científicos y la posibilidad de fraude en ellos. Intentaré ser ordenado por una vez:
  • los trabajos científicos se publican en revistas una vez que dichos trabajos han sido revisados y dados por buenos por dos o tres revisores, normalmente anónimos.
  • los revisores no se plantean si los datos son reales o no: se supone que lo son. Sólo se proponen revisar las novedades del artículo, lo adecuado de la metodología, lo correcto de las conclusiones...
  • algunos revisores pasan bastante de su tarea y no examinan a fondo los trabajos que les llegan, lo que facilita que no se publiquen solamente los buenos trabajos.
  • los tramposos existen y existirán porque de las publicaciones se deriva la promoción profesional, la financiación y el prestigio.
  • los trabajos científicos han llegado a un grado de sofisticación elevado de forma que ningún revisor puede detectar el fraude a primera vista si el artículo está bien cocinado técnicamente.

Por ejemplo, si aparecen unas fotografías de electroforesis en gel como las de la figura (las he tomado prestadas y no sé ni de qué son), el revisor no puede saber si reflejan realmente los resultados de la prueba; ni siquiera puede saber si el aparato estaba correctamente calibrado, si los "gusanitos" de gel no estaban contaminados o caducados, si las condiciones ambientales de la prueba eran las correctas... Por defecto, supondrá que todo ha sido correcto.
Los fraudes en las publicaciones son normalmente menos graves que el de Hwang; algunos ejemplos, de menor a mayor que pueden encontrarse con cierta frecuencia:
  • el "leve" retoque del dato inconveniente que molesta porque no confirma la hipótesis, no se inventa nada pero se quita aquello que estorba.
  • la ocultación de información estadística relevante que debería darse para saber si los resultados son realmente consistentes; por ejemplo, el tamaño de la muestra, los intervalos de confianza para los estadísticos...
  • la invención de datos para engrosar la muestra y hacerla más representativa: sólo se tomaron 30 medidas pero si las cuadruplico, llego a las 120, por ejemplo, y la cosa tiene un pasar.
A los tramposos persistentes podemos dividirlos a grandes rasgos en dos grandes grupos: los cutres y los finos.
A los cutres se les nota porque el cocido está poco hecho o se les ha pasado. Normalmente saben poca estadística y un revisor atento puede notar que su trabajo huele porque los datos y los análisis son, en menor o mayor medida, inverosímiles.
Los finos son harina de otro costal. Sus recetas son tan buenas que sólo cuando otros equipos se ponen a repetirlas aparece el problema: nadie es capaz de llegar a sus resultados. Cuando el trabajo es irrelevante el fraude cuela y queda escrito para siempre. Pero cuando el tema es importante, como el caso de los clones del Hwang, el pestazo se va a notar más bien temprano que tarde.
Por cierto, que estos tramposos de fino estilo suelen acompañarse por más firmantes que han confiado en él y que, sin participar en el trabajo, aceptan la autoría regalada (otro tipo de fraude) para engrosar su curriculum. Luego vienen las rebajas, las retractaciones, los balones fuera (no, si en realidad yo no intervine en el trabajo...).
Por eso el caso del coreano es extraño, porque no podía colar.

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