La radio es un gran invento y la escucho asiduamente por motivos que otro día contaré. Pero nada es perfecto y programas normalmente interesantes caen a veces en patinazos de órdago por la manía de ser políticamente correctos. Por ejemplo, no está bien visto criticar al ciudadano rural en cuanto a su actitud con el medio y, en cambio, sí se acepta el topicazo de que el urbanita es un agresivo personaje que atruena los fines de semana con su 4x4 por los antes idílicos paisajes. Pero en esta visión hay excepciones. Comentaré sólo una a raíz de un episodio del Reserva Natural, un buen programa de RNE1 que se emite los sábados por la tarde. Se comentaba el papel proteccionista que los habitantes de cierto parque natural habían desempeñado a lo largo de los años. El programa, en este caso, era peligroso para la glucemia y abundaba en expresiones como la armonía hombre-naturaleza, el sabio conocimiento tradicional que se iba perdiendo y cosas así. La Arcadia rediviva.
Pero, como dice el anuncio, va a ser que no. Hubiera quedado bien pero tuve la puñetera mala suerte de conocer el percal y la zona de la que hablaban y puedo comentar cuestiones que contradicen la visión bucólico-pastoril que nos vendían. Como que la vegetación de la zona en cuestión persiste parcialmente a pesar de sus habitantes (no gracias a), que la han quemado, talado y roturado durante siglos; que restos de la fauna original aún existen, pero a pesar de que los lugareños la han envenenado, cazado indiscriminadamente con lazos, a tiros, con nieve y mediante cepos, también durante décadas. Que el "saber tradicional" hizo que en algunos rincones del parque recibieran a los veterinarios a tiros o estacazos cuando intentaban erradicar la brucelosis o tuberculosis endémica en el ganado. Que la aprobación del plan rector de uso y gestión del parque siempre estuvo supeditada a la ejecución de obras, que las actuaciones de protección de ecosistemas previstos en los planes ni siquiera se iniciaron. Y eso con un parque "emblemático" como dicen los cursis.
Triste panorama que me hace ser escéptico, una vez más, con la visión del buen salvaje de los ilustrados, falsa como un billete de a euro. Por eso, para terminar con la arenga de forma positiva, recomendaré otro libro, magnífico, sobre el choque cultural. Nigel Barley era un antropólogo teórico que decidió hacer prácticas de campo con una tribu poco conocida de Camerún, los dowayos. El objeto de estudio resultó ser muy peculiar, así como la capacidad del antropólogo para atraer los problemas. Su primera experiencia de campo (casi la última) generó un libro delirante donde el mito del indígena en armonia con su medio queda bastante malparado. Antropología irreverente.
Nigel Barley, 2002.
El antropólogo inocente. Notas desde una choza de barro. Barcelona, Anagrama, 240 p.