Seremos lo que los demás recuerden de nosotros: la necesidad de contribuir al conocimiento. El primer post de esta serie fue sobre el aprendizaje. En el ejemplo que puse, la cosa funcionaba como una cadena y el sistema era más bien patético por mucho que los chamanes se pusieran transcendentes.
Del segundo post se deduce que a los creyentes en dioses y seguidores de religiones el conocimiento no les importa porque la Verdad les es revelada. Los demás no tenemos esa desgracia.
Y en el tercero avanzaba una postura ética basada en que la vida y el pensamiento eran consecuencias inevitables del paso del tiempo. El animal ético que somos puede apoyarse en el mantenimiento de la complejidad y en el avance del pensamiento como valores sólidos y sin acudir a deidades manifiestamente mejorables.
Las formas biológicas han evolucionado hasta llegar a una complejidad que ha hecho posible la emergencia del conocimiento. Y la evolución sigue en ese plano, yo no ligado estrictamente a los genes sino al pensamiento. Aquí ha habido un par de hitos revolucionarios. El primero fue el lenguaje, que permitió la transmisión de las ideas y los sentimientos. Otras especies tienen un lenguaje utilitario pero no existe otro tan elaborado como el nuestro. Y aquí la diversidad también impone su ley, recordemos que la evolución es enemiga de lo uniforme y potencia, en cambio, lo complejo: hay cientos de lenguas en el mundo, algunas extraordinarias y sorprendentes, todas adaptadas al medio en el que se vive lo que refuerza la idea de que el lenguaje es un carácter evolutivamente estable. Pero el lenguaje tiene sus limitaciones. Es muy útil para la comunicación instantánea pero poco perdurable ya que depende de la memoria, se degrada con rapidez en las sucesivas transmisiones y es muy sensible a los errores de interpretación.
Estos problemas se solucionaron en parte con el segundo hito en nuestra historia cultural: la escritura. Escribir permitió que el aprendizaje se estructurara no ya como una cadena sino como una red. Es un método lento y no muy eficaz de transmitir sensaciones, reflexiones y experiencias pero permite que el conocimiento adquirido no se pierda con la facilidad de antes. No es eficaz porque las escrituras son formas de codificar un habla que debe existir previamente (hay lenguas sin escritura pero no lo contrario) y esta codificación es trabajosa y lenta.
Que la aparición de la escritura era otra consecuencia inevitable de la evolución (nuestra evolución) y no una mera casualidad se prueba porque ha surgido mil veces de forma independiente. Y como con el habla, existen escrituras sorprendentes. Como están sujetas a leyes similares a las de la evolución biológica, las escrituras poco adaptables tienden a desaparecer. En cualquier caso, la capacidad de almacenar y trasmitir el conocimiento es una ventaja evolutiva que satisface la tendencia a la complejidad y facilita la pervivencia de la especie, en este caso la nuestra.
¿Y qué tiene que ver esto con el título de la serie? Pues que dentro de unos años sólo seremos lo que los demás recuerden de nosotros. Y ahora tenemos una forma de hacerlo que pasa por dos etapas: conocimiento y escritura. Aportar nuestro grano de arena a la complejidad y a la memoria colectiva es una tarea que no está exenta de trabajo, los años de aprendizaje son muchos y duros. Pero nos ayuda una fuerza evolutiva poderosísima: la curiosidad, el impulso de conocer y de explicar. Por eso he defendido que las religiones son algo intrínsecamente indeseable: porque dan las respuestas por argumento de autoridad, matan la curiosidad y persiguen al que se pregunta. Son la negación del avance del conocimiento.
Nada de nuestra evolución cultural es casual, por tanto, todo es parte de un proceso imparable, sólo cuestión de tiempo. Contribuyamos a él activamente, no dejemos de aprender e intentemos contribuir a la difusión del conocimiento y del libre pensamiento.
Epílogo:
Nosferatu habla con Jonathan Harker en su castillo. Habla del paso del tiempo y se queja del tedio de su existencia: “El tiempo, el tiempo… no sabe usted lo que supone vivir durante siglos las mismas banales experiencias”. El pobre vampiro había agotado su capacidad de asombro y de descubrimiento y era un ser desgraciado. Aparte de un tocapelotas.
No acabemos como el capullo del conde, que nosotros no tenemos tanto tiempo que perder.