29 abril 2017

Redes rotas

Revisando viejas fotos me he dado cuenta de la cantidad de gente que he conocido, que he tratado a veces no superficialmente, y que ha desaparecido de mi vida. Al cabo de un tiempo vuelven a presentarse fantasmalmente como en la imagen de abajo, apenas unos miles de puntos grises que, sin embargo, catalizan poderosamente alguna reacción que trae al presente recuerdos aparentemente perdidos. Imágenes cuyo poder no es la calidad fotográfica sino su cualidad evocadora. En un vistazo rápido puedo ver en esas fotos un centenar de personas que se cruzaron en mi camino dejando huella para luego alejarse por sus propios senderos. Muchas de ellas no volvieron a aparecer pero el hito quedó fijado, aunque la pregunta sobre su rumbo quedará, temo, sin contestar.
Luego, se me ocurrió que ese papel es recíproco y posiblemente haya personas que se han preguntado alguna vez qué fue de aquel tipo con extraño apellido que conoció un día y del que hoy se acuerdan, vete a saber por qué. Somos una red tendida en el tiempo llena de roturas, con ramales perdidos, con líneas a trazos. Cada uno de nosotros tiene una red propia, compleja, con cientos de nodos compartidos. Cada uno de ellos forma parte de otra red que, a su vez, se interseca con centenares hasta cubrirlo todo en una imagen de vértigo, en un multiverso de relaciones personales.
En una vuelta de tuerca más, me he preguntado cuántas veces estuvieron algunas redes a punto de cruzarse pero, por una distancia mínima, no llegaron a hacerlo. Una amistad que no se produjo, una relación que podría haber cambiado nuestra vida y que no existió por unos minutos o por unos metros, una encrucijada en la que no tuvimos oportunidad de elegir camino.


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