30 septiembre 2012

De ofensas (y una carta a un creyente ofendido)

Introducción
Aunque suele decirse lo contrario, las artes figurativas no están prohibidas absolutamente en el Islam  y hay numerosos ejemplos de representaciones realistas, no sólo de personas y animales sino de los propios profetas, entre ellos el mismo Mahoma. Aunque en el Corán no exista esa prohibición, algunas tradiciones posteriores han vetado las representaciones interpretando que establecer la forma de las cosas es una prerrogativa de Dios y que el arte islámico debe representar algo más esencial que la mera apariencia, previniendo con ello además el riesgo de idolatría. La hostilidad a las imágenes tuvo sus altibajos en el tiempo y actualmente los chíies son bastante más tolerantes que los sunníes a este respecto.
El profeta Mahoma (copia del siglo XVII  de un original más antiguo del siglo XIV) . Fuente: Wikimedia Commons
Me parece interesante recordar que la Biblia prohíbe la representación en términos muy claros en Éxodo 20:4, Deuteronomio 5:8 y Levítico 26:1 "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra". En esta línea, los judíos no suelen aceptar imágenes, los ortodoxos aceptan venerarlas aunque sólo como pinturas y los católicos aceptan la veneración de todo tipo de representaciones.

El problema
"No hay nada en el Corán ni en las enseñanzas auténticas del Profeta Muhammad, que justifique el asesinato de personas por oponerse, criticar, humillar o mostrar irreverencia hacia santos personajes, obras religiosas, costumbres y creencias del Islam". 
Este texto aparece en una web islámica acompañado donde se mantiene que el insulto, la provocación y otros comportamientos hostiles están movidos por la ignorancia o la animadversión y no deben ni merecen ser respondidos con la violencia o el castigo.  Esta es una actitud enormemente avanzada y madura que espero sea apoyada por un porcentaje significativo de musulmanes.
La realidad, sin embargo, muestra muchos ejemplos de lo contrario. La fatwa o decreto religioso de Jomeini incitando al asesinato del escritor Salman Rushdie (y, ya de paso, de todos los relacionados con su libro) no fue el primer caso pero sí el que disparó las alarmas en Occidente. La crisis de las caricaturas de Mahoma, hoy resucitada, generó grandes tensiones incluyendo múltiples amenazas de muerte. Antes, el holandés Theo Van Gogh había sido asesinado a causa del documental Sumisión, donde una mujer denuncia la violencia sistemática a la que se ven sometidas en los regímenes islámicos.
Salman Rushdie hacia 1988
Aparte de estos hechos que irrumpen en nuestra relativamente plácida vida, en Occidente no somos plenamente conscientes de lo que supone que en un país sea la religión la que dicte las normas éticas usando del código penal. Pakistán (República Islámica), tiene leyes que prohíben y ‎castigan la blasfemia así como dañar o profanar los lugares y ‎objetos sagrados, ofender los sentimientos religiosos, profanar el Corán y difamar a Mahoma, con penas que incluyen la cadena perpetua y la muerte. En muchos otros países, las opiniones sobre la muerte a los apóstatas y las adúlteras es claramente mayoritaria; por poner un ejemplo de un país no catalogado habitualmente como fundamentalista, en Egipto el 82% de los musulmanes está a favor de la lapidación por adulterio (sólo incluida que yo sepa en el código penal de Irán) y el 84% de la muerte por apostasía (referencia).

La ley islámica
La sharia es un corpus de derecho basado en el Corán, los hadices (hechos o dichos atribuidos a Mahoma) y jurisprudencia islámica posterior. El conjunto de normas no es uniforme pero incluye en varios países que aplican estrictamente penas físicas por delitos que pueden llegar a la ejecución por la espada o por lapidación. Las reglas no están basadas íntegramente en el Corán donde, por ejemplo, no se plantea la muerte por lapidación pero sí que los adúlteros deben ser castigados con cien latigazos en público. La sharia está implantada en no menos de 20 países y existen continuas iniciativas y presiones para que los países no islámicos acepten que la sharia sea aceptada en comunidades musulmanas radicadas en ellos, a modo de zonas de excepción a las leyes generales.
La sharia es el más claro ejemplo de intromisión de la religión en los asuntos civiles, sociales y personales. Un conjunto de reglas cimentadas en los siglos IX y X y acordes con la mentalidad de la época, se mantiene en el siglo XXI con interpretaciones, conductas y conceptos basados en concepciones del mundo muy anteriores a la Ilustración y al surgimiento del conocimiento científico. A este problema se suma la impermeabilidad de las reglas ya que sus bases son sagradas (aunque El Corán contiene pocas decenas de versículos con contenido jurídico).



Las reacciones
Las reacciones ante las críticas (sean estas "ofensivas" o no) son, en mi opinión, una consecuencia de la escasa implantación de los derechos civiles en los países islámicos. En la encuesta mencionada hay porcentajes aterradores de personas que defienden que a un ladrón se le corten las manos. No es de extrañar que semejante desprecio a la integridad física lleve sin demasiado problemas a considerar que la muerte es el castigo adecuado para los "blasfemos", llamando así a cualquiera que juzgue errónea, extravagante o risible sus creencias o alguna de sus prácticas religiosas.
El problema que más me preocupa no es que haya gente así, sino que la reacción por nuestra parte sea tan tibia como para echar la culpa de la violencia a los "blasfemos". Salman Rushdie sigue viviendo en la clandestinidad 24 años después de que publicara una novela donde en una trama algo heterodoxa, se propone un origen equívoco (diabólico si no recuerdo mal) para algunos de los ayat (versículos) del Corán. Las reacciones en aquel momento fueron tan lamentables como en el presente, incendiado por un oscuro vídeo que circula por internet. La idea principal con la que se quiere que traguemos es, en resumen, que los sentimientos religiosos deben ser respetados y las críticas (y burlas) deben ser evitadas para no herir la exagerada sensibilidad de personas que no tendrían reparos en matar a pedradas a una mujer semienterrada o cortar las manos a un ratero.


Como podrán suponer, discrepo. El primer problema que tengo es que no soy capaz de entender la razón por la que un "sentimiento religioso" deba ser algo respetable. El segundo problema es que me he vuelto incapaz de saber qué diablos es un "sentimiento religioso". Dada mi torpeza en distinguir de qué puedo y qué no puedo hacer prefiero terminar esta mínima y torpe reflexión intentando convencer a ese creyente que me odia porque considero algunas de sus creencias absurdas, retrógradas, infames y criminales con una carta amable.

Carta a un creyente
Estimado creyente. Vamos a empezar poniéndonos en situación: cuando leí ciertas cosas de tu religión quedé asqueado. Por ejemplo, la tradición sostiene que tu profeta se casó con una niña de pocos años llamada Aisha, consumando su matrimonio (es decir, violándola) cuando tenía 9 o 10 años de edad. Si esa tradición es cierta, sostengo que tu profeta era un ser despreciable incluso en el caso de que semejante conducta fuera menos repugnante en su tiempo que ahora, ya que sus enseñanzas y su conducta debían ser un modelo de perfección intemporal.
Si al decir esto me convierto, según tu visión de las cosas, en merecedor de tu ira te diré que con eso sólo manifiestas tu falta de fe, tu inseguridad y tu soberbia. Me explico:
Lo que sí es una blasfemia es suponer a tu Dios tan miserable como para sentirse molesto por un dibujo, una frase, un exabrupto o una opinión como la mía.
Lo sí es una blasfemia es no confiar en que, si lo merezco por mi opinión, no tendré una sentencia justa en el más allá. Lo que sí es una blasfemia es quitarle a Dios el papel de administrar la muerte o la justicia sino tú, un trozo de barro que te declaras mísero ante la magnificencia de tu Dios. ¿Acaso no crees en la justicia divina? Pues si crees ignora al blasfemo y deja que tu Dios se ocupe de él. Y si no crees en la justicia, medita sobre la profundidad de tu fe porque si te arrogas el papel de mano necesaria de Dios tal vez estés pecando de soberbia.
En cualquier caso, debe quedarte claro que independientemente de tu Dios, si no respetas a tu mujer en tu hogar, si limitas el acceso de tus hijas a la educación, si las obligas a caminar un paso detrás de ti, si eres tan canalla como para defender esto, mereces todo mi desprecio, porque hay mínimos que una persona debe cumplir para ser merecedor de respeto.


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