19 abril 2020

La necesidad de la cultura en los tiempos de las redes sociales

Recuerdo cuando hice el servicio militar que choqué (a la fuerza ahorcan) con una realidad que desconocía. Yo venía del norte, con educación universitaria y un círculo de colegas y amigos del mismo pelaje. Al llegar a Cáceres a finales de 1980, me encontré con que un porcentaje nada despreciable de los reclutas no sabían leer ni escribir y alguno ni siquiera contar. Era una España que no conocía y que yo creía que no existía o que, al menos, era solo marginal.
 Han pasado cuarenta años, la escolarización de los niños es obligatoria desde hace mucho y en la práctica casi universal y el analfabetismo es realmente marginal entre la población joven o adulta joven.
Han pasado, en efecto, cuarenta años...
Probablemente sigo viviendo en un ambiente no muy representativo pero, a falta de mili, las redes sociales son la nueva ventana a la realidad de la sociedad. La conclusión a la que llego no es optimista; nadie es analfabeto (salvajes faltas de ortografía aparte) pero eso destapa el nuevo reto: la cultura.
La lectura de cientos de tuits o de entradas en Facebook muestra que necesitamos avanzar urgente e intensamente hacia el objetivo de ser algo cultos. No hace falta complicarse mucho la vida, bastaría comenzar con leer asiduamente (vale novela negra, no hay problema) y con seleccionar un poco lo que vemos por la televisión y, conseguido esto, abordar la gran ausente: la cultura científica.
La cultura científica no es saber de todo y en profundidad, no hace falta saber qué es un trasposón o un alelo, tampoco una trasformada de Fourier o el determinante de una matriz. Tener cultura científica es adquirir unas nociones bien asentadas sobre las cuestiones fundamentales de la ciencia actual: la diferencia entre una bacteria y un virus es comprensible, conocer algo sobre la historia de los humanos en los últimos dos millones de años se puede conseguir en una hora de lectura de la Wikipedia, saber qué es la famosa PCR tan de moda hoy es, no solo fácil, sino apasionante por su improbable y alucinógena historia...
La ausencia de cultura científica es la causa, aparte de algunos casos de mala fe, de muchas barbaridades que se están difundiendo alegremente por las redes y que hacen sospechar que de lo poco que podríamos recordar de física y de biología de la enseñanza obligatoria, no queda nada, ni siquiera el sentido de la prudencia a la hora de abrir la boca o aporrear un teclado.
¿Cómo empezar? Se me ocurre que una opción sencilla y eficaz es leyendo "Una breve historia de casi todo" de Bill Bryson. Cada capítulo toca un tema diferente y como el autor es periodista, se planteó como objetivo entender lo que escribía para poder a su vez explicarlo con claridad a un público no especialista. Yo disfruté enormemente con el talento de Bryson y recordé y aprendí mucho con ese libro.
Conste, para terminar, que todos cojeamos, nadie es hoy un "hombre del Renacimiento" pero deberíamos intentar cada día acercarnos un poco a manejarnos con algo de solvencia en historia, artes y ciencias. Eso sí es un objetivo vital, aparte del básico de sobrevivir, que es lo primero, obviamente. 

Relacionado: De tramas, educación y supervivencia.



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