De la gripe española a la XDR TB o la curiosidad mató al gato
Que la evolución no es una hipótesis por demostrar lo sabemos casi todos. Los que no se lo creen deberían asomarse a campos de batalla evolutivos donde el proceso se desarrolla como en una película acelerada, donde los milenios se convierten en minutos.
En uno de esos campos compiten dos tipos de evolución muy diferentes: la biológica y la científica. La primera está representada por unos cientos de especies de bacterias patógenas que insisten de sobrevivir aunque eso suponga un problema serio para sus hospedadores. La otra se empeña en impedir que alguna de las bacterias nos lleve a unos cuantos por delante en una pandemia galopante.
Lógicamente, bacterias y virus van siempre en vanguardia. Ganamos escaramuzas, a veces importantes, pero no la guerra. El motivo es que la vida es persistente y se empeña en seguir viva: échense todos los antibióticos conocidos encima de unas colonias de bacterias surtidas y, más temprano que tarde, tendremos una cepa resistente, Y es que no hay como la presión ambiental para estimular la selección natural (bueno, esto no es estrictamente cierto aunque el efecto lo parezca). Este escenario se produce diariamente, en un experimento mil veces repetido, en los hospitales.
La batalla de los antibióticos empezó, como todos sabemos, con Fleming y la penicilina. Posteriormente se encontraron otras familias nuevas hasta llegar a varios cientos de productos, algo necesario no sólo para controlar más enfermedades sino para seguir manteniendo a raya nuevas variantes resistentes a los anteriores productos.
Lo malo de las bacterias es que tienen sistemas de intercambio de material genético absolutamente promiscuos lo que facilita una rápida adaptación a nuevos escenarios. Como esto es conocido, el continuo surgir de variantes de bacterias resistentes a los viejos antibióticos es una de las mayores preocupaciones que tiene la gente sensata.
A este respecto les comento dos noticias. Una no sé si es buena o mala y se relaciona con un virus; la otra es malísima y tiene que ver con una bacteria.
La primera es la reciente recreación en laboratorio del virus de la “gripe española”, que en dos años (1918-1919) mató entre 20 y 50 millones de personas en el mundo. El código genético ha sido reconstruido recientemente en un laboratorio y el virus recreado para llevar a cabo una investigación sobre las características de la enfermedad (Tumpey et al., Science, 310: 77, 2005). Parte de las secuencias clave del código genético fueron publicadas (Taubenberger et al., Nature, 437:889, 2005).
Este trabajo levantó una fuerte polémica en dos sentidos: la posibilidad del “doble uso” de la información por terroristas y la relacionada con el obvio riesgo biológico que conlleva el experimento y el posterior almacenamiento de la cepa de virus. En una de esas reacciones usaron la frase “the curiosity that died the cat” que no sabía existía en inglés pero que sigue siendo muy expresiva.
El virus se manejó con un protocolo llamado BSL-3 (Biosafety Level, ver foto abajo). BSL define un conjunto de prácticas y material de protección destinados a reducir el riesgo de daño por agentes infecciosos. El máximo nivel es 4.
La pésima noticia surgió hace unas semanas en Sudáfrica, donde ha aparecido una tuberculosis de la que se dice literalmente “The new strain, called extreme drug-resistant tuberculosis (XDR TB), is virtually untreatable”. La tuberculosis es producida por una bacteria, Mycobacterium tuberculosis, y ya durante la década de los 90 aparecieron cepas multirresistentes (MDR) que obligan a usar medicamentos menos efectivos, mucho más caros y más tóxicos para el paciente llamados SLD (second-line drugs). Los casos de XDR TB son inmunes también a los SLD. El informe “Emergence of XDR-TB” de la OMS señala su presencia en todo el mundo aunque el caso sudafricano es más alarmante por la enorme mortalidad.
Estas noticias son poco tratadas en los medios de comunicación, tal vez porque no alimentan las paranoias de moda del primer mundo, pero son una amenaza auténtica que debería impulsar dos cosas:
- Una mayor inversión en investigación.
- Una mayor prudencia a la hora de prescribir antibióticos innecesarios.
3 comentarios:
¿Qué importa todo eso?
A mí que me tengan al tanto del menisco del "azulgrana" y de las declaraciones del "sabio de Hortaleza".
Buen trabajo Ángel.Y Hasta el próximo
Totalmente de acuerdo contigo respecto a lo de "mal rollo".
Los que tenemos que vivir desde las trincheras la "guerra" contra las infecciones, nos damos cuenta de que la tenemos perdida de antemano.
Sabemos que durante pequeños periodos ganamos algunas batallas. Pero el resultado final es evidente.
Es un auténtico desafío para nuestra inteligencia el "inventar" armas eficaces contra la "adaptabilidad" de los múltiples organismos patógenos que nos rodean.
El ejemplo de la tuberculosis es evidente.
Pero no hace falta ir tan "lejos".
En nuestros hospitales, día sí y día también, estamos "paseando" por el filo muy afilado de una navaja barbera.
Hay pacientes que se mueren por infecciones cuyos cultivos sanguíneos dan cepas bacterianas con unos antibiogramas que dan pavor por sus multiresistencias.
El gran problema es que somos nosotros, con la inconsciencia que hacemos gala en el uso de los antibióticos, los que "engordamos" las cepas resistentes.
Tengo la sensación, ¿subjetiva?, de que las batallas son cada vez más cortas y que las armas empleadas por nosotros se vuelven obsoletas cada vez más pronto.
Si no cambiamos pronto de estrategia, el desastre puede llegar en cualquier momento y cuando menos lo esperemos.
Una mayor prudencia a la hora de prescribir antibióticos innecesarios.
Parece que el anuncio ese del tío con la merluza recetando va en esta dirección.
Por otra parte, se ve claramente que detrás de esta evolución bacteriana hay una inteligencia diseñadora; un tanto cabrona, pero inteligente. ¿No?
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