22 septiembre 2006

Formas de viajar: del Camino de Santiago a la psicodelia

Donde los viajes toman diferentes sentidos acordes con los tiempos

En la Edad Media europea estaba comprobado que peregrinar a Santiago de Compostela (o un poco más allá, a Finisterre, decían algunos menos piadosos) era remedio seguro para curarse de una enfermedad extremadamente desagradable. Los casos, a veces aislados, a veces epidemias que diezmaban pueblos enteros, asolaron la Europa Central en los siglos X y siguientes, tal vez antes, aunque no hay registros fiables. Parece que había dos tipos de enfermedad. El primero, más benigno se manifestaba por diarreas, vómitos y cefaleas acompañados a veces de alucinaciones y convulsiones. En la otra, mucho más grave, los dedos se ennegrecían, se necrosaban y se perdían.
A esta última variante se la llamó “fuego de San Antonio”, por San Antón Abad, tal vez porque un caso grave bien documentado surgió en Dauphiné (Francia) donde estaba enterrado. Este santo contaba con conventos a los largo del Camino, regidos por los Antonianos, que asumieron un papel importante en la cura de la enfermedad:
"Los ciudadanos nórdicos y centroeuropeos, atacados de forma endémica por del fuego de San Antón, acuden en peregrinación a Compostela. A lo largo de la andadura piden a los clérigos Antonianos que mitiguen el daño de sus extremidades gangrenadas tocándolas con el báculo en forma de Tau. Así las extremidades iban mejorando poco apoco encontrándose sanos al llegar a Santiago."
El toque de báculo antoniano funcionaba: los peregrinos mejoraban y su enfermedad desaparecía progresivamente al adentrarse en España.

La explicación se descubrió mucho más tarde. El centeno era el cereal base de la alimentación en Centroeuropa en la Edad Media (digresión: hasta que empezaron a venir las plantas de América aquí comíamos peor que los ingleses actuales). Como en aquellos momentos no se conocían los fungicidas, las plantaciones eran invadidas por un hongo llamado actualmente Claviceps purpurea o, en nombre común, cornezuelo del centeno. Estas plagas se producían ocasionalmente cuando las condiciones climáticas de la primavera eran propicias: años húmedos y no muy fríos. A pesar que que el hongo era claramente visible, el centeno no se limpiaba e iba todo junto y revuelto a los molinos. La biología, siempre sorprendente, hizo que este hongo contuviera cantidades significativas de ergolinas, unos alcaloides con un poderoso efecto vasoconstrictor. Ingiriendo cantidades significativas de centeno (o harina de centeno) contaminada se desarrolla la enfermedad llamada ahora ergotismo que es, obviamente, la que tenían los europeos medievales.

¿Por qué los peregrinos mejoraban al hacer el Camino? Pues porque al hacerse el clima más benigno, los campos de centeno eran progresivamente sustituidos por los de trigo, cereal poco o nada afectado por el cornezuelo. La dieta cambiaba, la intoxicación desaparecía progresivamente y con ella sus tremendos efectos ya que era la vasoconstricción la que hacía que el riego de las extremidades se redujera y acabaran necrosándose.

El hongo siguió estudiándose con intensidad en el siglo pasado, buscando la composición química de los diversos alcaloides que contenía y sus usos medicinales. Se llegó a descubrir casi simultáneamente por varios laboratorios la ergobasina, un alcaloide relativamente simple con un fuerte poder hemostático y potenciador de las contracciones del útero, un descubrimiento relevante para la medicina.

El siguiente paso en la peculiar biografía de este hongo se produjo hacia 1940, cuando un tal Albert Hoffman estaba trabajando en la síntesis artificial de la ergobasina para la empresa Sandoz. Hoffman contaba después el ambiente en los laboratorios: 6 personas (3 químicos y sus ayudantes) trabajando en la misma sala en cuestiones diferentes, con pésima ventilación y ningún lujo ni comodidad. En 1938 generó combinaciones diversas de alcaloides que fueron mayoritariamente descartadas por su escaso interés médico y que fueron almacenadas y condenadas al olvido. Sin embargo, Hoffman volvió a sintetizar en 1943 unos centigramos de una de esas sustancias, etiquetada con el número 25. Durante la purificación y cristalización tuvo que parar el trabajo tal como refleja en un informe de aquel momento:
Last Friday, April 16, 1943, I was forced to interrupt my work in the laboratory in the middle of the afternoon and proceed home, being affected by a remarkable restlessness, combined with a slight dizziness. At home I lay down and sank into a not unpleasant intoxicated-like condition, characterized by an extremely stimulated imagination. In a dreamlike state, with eyes closed (I found the daylight to be unpleasantly glaring), I perceived an uninterrupted stream of fantastic pictures, extraordinary shapes with intense, kaleidoscopic play of colors. After some two hours this condition faded away.
Los efectos que notó le llevaron a probar cantidades mínimas de la sustancia. El 19 de abril de 1943, a las 16:20 h, diluyó en agua unos 250 microgramos. A las 17:00 h descubrió el enorme poder psicoactivo de la sustancia, dietilamida del ácido lisérgico, más conocida como LSD. Hoffman se había tomado una dosis que casi triplicaba la considerada posteriormente “normal”.

La LSD es probablemente el alucinógeno más potente que existe: su dosis activa mínima es de menos de 1 microgramo por kg, entre cinco mil y diez mil veces la actividad de la mescalina. El producto fue utilizado en psiquiatría durante años, vendido normalmente bajo el nombre de Delysid, y se difundió ampliamente a partir de los años 60 en los EE.UU. coincidiendo con el movimiento hippie. Posteriormente fue prohibida a pesar de no ser adictiva y de no tener los efectos colaterales devastadores de la heroína, la droga que acabó siendo el verdugo de una generación que pudo ser mágica.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Asaz interesante la entrada, Don Ángel, reciba mis más cordiales felicitaciones.

Por otra parte, viendo la gente que uno se encuentra a veces en el Camino (lo he hecho tres veces y las que me quedan), uno sospecha que el cornezuelo sigue haciendo de las suyas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Muy interesante el articulo, cuando he llegado a la parte del LSD me quede alucinado jejeje, vaya origen mas peculiar.

Anónimo dijo...

Esto es lo que técnicamente se llama una serendipia alucinante. :)

Por cierto, en Centroeuropa siguen consumiendo un montón de centeno. Lo raro, a veces, es encontrar pan de trigo.

Muy interesante, Angel, como siempre.

Anónimo dijo...

Qué interesante y qué didáctico. Todavía cabe el chiste malo: parafrasear aquello de "la religión es el opio del pueblo", sólo que cambiando la droga. Un saludo.

Unknown dijo...

En este blog sí se hace realidad el dicho de "nunca te acostarás sin saber una cosa más"

Muy interesante, sí señor ;-)

Anónimo dijo...

He hecho una referencia a este post. Como no sale el pingback lo pongo a mano en los comentarios.
Gracias
http://www.zentolos.com/?p=510

Anónimo dijo...

Decir además que, hasta donde sé, nunca dejó de probar la droga, aunque eso sí, moderadamente. Eso no le ha impedido llegar a los 102 años.

Felipe dijo...

Eso de que no tiene efectos colaterales... hace tiempo hice un pequeño trabajo de investigación sobre los alcaloides del cornezuelo y sus derivados, y el caso del LSD era de droga dura de verdad. No sólo por la posibilidad de tener "malos viajes", sino por los efectos a largo plazo (incremento en el riesgo de ciertas neuropatías). Además, hay un efecto muy curioso que comparte con otras drogas psicodélicas, los "flashbacks". Tras estar bastante tiempo sin consumir la droga (meses, años), se tienen repentinamente alucinaciones. La revisión bibliográfica no me dejó con muchas ganas de "experimentar" este tipo de sustancias.

Ángel M. Felicísimo dijo...

Hola Felipe
"Droga dura" es una expresión que hay que definir porque se puede referir a bastantes cosas: deterioro físico, adicción insuperable o casi, toxicidad inmediata o a largo plazo.
El LSD tiene un problema y es que no debe tomarlo alguien en malas condiciones ni que este en malas compañías.
Lo de los "flashbacks" es interesante y no lo conocía. No se en que condiciones se dan ni que fiabilidad tiene el dato pero no conozco a nadie que los haya experimentado.
Saludos

Anónimo dijo...

Felipe,
malos viajes es posible como te comenta Angel depende del estado en el que se encuentra la persona, pero lo de los flashbacks no tiene ninguna fiabilidad, no te lo creas, pertenece a la mala prensa que itencionadamente se le dio al LSD, por no interesar su consumo a los goviernos.

Anónimo dijo...

vivan los tripis viva ibiza

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