08 enero 2006

De idiomas oprimidos y opresores

España es una suma de intolerancias y su historia una secuencia de navajazos. Nuestras relaciones han sido exactamente como pinta Goya en su cuadro. Y nuestra estupidez colectiva ha hecho de las lenguas una "víctima colateral".


Primero pegó el garrotazo el de la izquierda del cuadro, que hago símbolo de una dictadura que hizo del catalán, vasco, gallego y de algunos más un síntoma de traición. Esos infames consiguieron que el español fuera considerado un patrimonio del franquismo. Y otros infames consintieron en creerlo, dándoles el patrimonio de una lengua con siglos de historia y que hablan 400 millones de personas en el mundo.
Y ahora, le toca al de la derecha devolver el garrotazo, marginar allá donde se pueda, vengar una afrenta que el idioma no hizo sino sus ejecutores.
Las lenguas son inocentes, no así sus hablantes. ¿Y saben cuando la "cuestión lingüistica" estará normalizada? Pues cuando veamos cumplidos dos hechos, por ejemplo en nuestro parlamento: que todos los idiomas, lenguas y lo que sea menester sean oficiales y, simultáneamente, que teniendo el derecho a expresarse en cualquiera de ellas, todas sus señorías se avengan voluntariamente a debatir en una única lengua de trabajo.
Pero en este país de navaja y posta lobera este ejercicio de generosidad no llegará mañana.
Mientras tanto les animo a leer un texto de Fulgencio Argüelles, escrito en 1997 y publicado entonces en "La Nueva España", diario de Oviedo. Dice todo lo que hay que decir con una rara mezcla de corazón, lógica y bondad y no merece caer en el olvido. Sea este mi pequeño grano de arena a la causa de los idiomas inocentes.

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