13 diciembre 2007

Aquellos poderosos ordenadores

Mi tesis de licenciatura, que iba sobre climatología, exigió una serie de análisis estadísticos que me obligaron a viajar a Santiago de Compostela, donde existía un ordenador con el paquete estadístico BMDP. El proceso era ritual: llegabas por la mañana, justo a la hora de abrir la puerta del Centro de Cálculo. La sala no tenía nada más que unos cajones de madera en una de las paredes. Tirabas de uno e introducías un paquete de tarjetas de cartón unidas por una goma elástica. Esas tarjetas contenían los parámetros que había que pasarle al BMDP y los datos sobre los que debía trabajar. Empujabas el cajón y se suponía que una mano misteriosa, en algún momento, recogía el paquete desde el otro lado.

Las tarjetas habían sido perforadas una a una en una suerte de pupitre con teclado, y mi tesina contaba con 642. Cada tarjeta podía almacenar 80 caracteres alfabéticos o numéricos.

Una vez introducido el paquete podías dedicarte a deambular por la granítica ciudad hasta pasado el mediodía. En ese momento volvías a la sala y abrías el cajón. Si no había nada era que aún no habían tenido tiempo para procesar el encargo y podías tomarte el día libre (lo cual solía tomar forma de vino de Ribeiro y queso con anchoas). Si había algo eran las fichas y un montón de papel rayado ("pijama" se decía). Salvo errores de lectura, allá estaban los cálculos impresos con una enorme impresora matricial.

Mi primer ordenador fue un Sharp 3201 al que llamé Cornelia (no me pregunten la razón, siempre quise darle nombre a estos trastos). Cornelia ganaba por goleada a sus congéneres de principios de los 80 porque mientras todos tenían 32 Kb de RAM, aquí podíamos disfrutar de 48 Kb. Además podía trabajar con una cinta de cassette para almacenar secuencialmente un "sinfín" de datos. Con Cornelia se elaboró el Estudio Epidemiológico en la Población Escolar de Avilés que comenté hace poco.

Luego mejoré notablemente mis capacidades comprando un Digital Rainbow 100+ de nombre Mariana que ya contaba con 128 kb de RAM aunque aún carecía de disco duro. Mariana se reseteaba cada vez que alguien pulsaba el timbre de la puerta. Por suerte encontré la solución: un gran transformador 220 a 220 V; y sí, en efecto, transformar no transformaba nada pero evitaba los picos y con ellos el desplome del sistema y del trabajo.

Por el medio muchas variantes de cálculo, desde una calculadora HP-41CV que aún uso (cumple estos días 27 años de funcionamiento intachable), hasta la regla de cálculo Faber-Castell que aprendí a manejar por pura afición porque, obviamente, hacía años que pertenecía al Jurásico.

Hoy, Cornelia II es un ordenador con 4 procesadores, 8 Gb de RAM y 2 Tb de disco duro. Poéticamente, ya no es lo mismo, pero es de una eficacia aplastante.

Cornelia II

11 diciembre 2007

Jocelyn y su director de tesis

En julio de 1967 se captó una secuencia de señales radioeléctricas extrañas. Se estaban buscando cuásares mediante una técnica llamada IPS (interplanetary scintillation) en un radiotelescopio diseñado por Antony Hewish. No era el radiotelescopio que estamos acostumbrados a ver, de esos en forma de antena parabólica. Éste estaba formado por un millar de postes de unos 3 m de altura que sostenían dos mil antenas (dipolos) interconectadas. El montaje, de 1.6 ha de extensión y con un par de centenares de km de cable y alambre, se llamaba Interplanetary Scintillation Array (IPS Array) y estaba en el Observatorio Mullard de Radioastronomía en la Universidad de Cambridge.

El IPS Array

El IPSA exploraba una zona del espacio entre 50º y -10º con una periodicidad de cuatro días. Los resultados se imprimían con plumillas en rollos de papel a razón de unos 34 m al día. Estos registros eran examinados manualmente por Jocelyn Bell Burnell que con 23 años estaba trabajando en su tesis doctoral. A las pocas semanas de analizar los registros, Jocelyn encontró unas señales que no encajaban con el típico centelleo de los cuásares que estudiaban pero tampoco parecían interferencias. Se dió cuenta también de que, aunque desaparecían y reaparecían, venían de la misma zona del espacio.

Jocelyn Bell en el IPS Array (1968)

De acuerdo con su director de tesis, Antony Hewish, decidieron acelerar el papel para tener una mejor discriminación de la extraña señal. Esto no podía hacerse de forma continua porque suponía unos 3 km de papel al día por lo que se buscaron sólo los momentos adecuados. Durante semanas Jocelyn no fue capaz de dar con la dichosa señal hasta que una noche, a finales de noviembre de 1967, reapareció. Se trataba de una serie de pulsos regularmente espaciados.

Al ver que la señal se adelantaba cuatro minutos cada noche, encajando perfectamente con el tiempo sidéreo, se descartó un origen terrestre. Pero los pulsos parecían claramente artificiales, excesivamente regulares: el periodo era exactamente de 3.67 segundos. Unos días después, P.F. Scott y R.A. Collins lograron hacer la misma observación desde otro radiotelescopio, lo que garantizaba que no era un problema instrumental. John Pilkington midió la dispersión estableciendo que la fuente estaba fuera del Sistema Solar pero dentro de nuestra galaxia.

La posibilidad de que proviniera de seres extraterrestres fue tomada como posible opción lo que, con bastante ironía añadida, les llevó a bautizar a la fuente como LGM1 (Little Green Men: pequeños hombres verdes).

Una noche antes de la Navidad, Jocelyn se puso a examinar otras zonas diferentes en los registros y encontró algo que parecía similar en la zona de α-Casiopea. Confirmó que aparecía en otros días y unas horas más tarde analizó con el radiotelescopio la zona sospechosa durante apenas cinco minutos: los pulsos aparecían claramente con periodos de 1.2 segundos.

Un análisis exhaustivo de los registros permitió encontrar dos nuevos conjuntos de señales: ya iban cuatro. Aunque los llamaron LGM2, 3 y 4, la hipótesis de los hombrecillos verdes se deshizo: era altamente improbable que cuatro mundos extraterrestres enviaran a la vez y en la misma frecuencia señales similares desde lugares tan distantes. Tenía que haber otra causa.

El descubrimiento de la primera fuente de señales se publicó en Nature el 24 de febrebro de 1968, apenas 12 días después de haberlo enviado:

Hewish, A.; Bell, S.J.; Pilkington, J.D.H.; Scott, P.F.; Collins, R. A., 1968. Observation of a rapidly pulsating radio source. Nature, 217: 709-713 (24 de febrero de 1968). DOI: 10.1038/217709a0

El resumen era, como corresponde, breve y claro:

Unusual signals from pulsating radio sources have been recorded at the Mullard Radio Astronomy Observatory. The radiation seems to come from local objects within the galaxy, and may be associated with oscillations of white dwarf or neutron stars.

A partir de ese momento y tras un periodo de popularidad "mediática", Jocelyn Bell abandonó las observaciones y se dedicó a sacar adelante su tesis sobre los cuásares, su objetivo inicial. Luego cambió de lugar de residencia y de trabajo y no volvió a trabajar en el asunto que la hizo efímeramente famosa. Siguió su carrera universitaria y este año 2007, con 64 años, recibió el doctorado honoris causa por las universidades de Oxford y Durham.

Púlsares

La fuente de las insólitas señales resultó ser un alucinógeno tipo de estrella que recibió el nombre de púlsar (de pulsating star). Los púlsares tienen una masa similar a la de nuestro Sol, sólo que reducida a una esfera de pocas decenas de km de diámetro. Son un tipo de estrellas de neutrones con un campo magnético algo más intenso que el terrestre, sobre un billón de veces más o menos. La radiación se emite por los polos de dicho campo que, al no estar alineados con el eje de rotación, convierten a la estrella en un faro cósmico. Los periodos de rotación de los púlsares son difíciles de asimilar: el de LGM1, llamado después PSR B1919+21, es de 1.3373 s; PSR B0531+21 (púlsar del Cangrejo) gira 30 veces cada segundo; PSR B1937+21 tiene un periodo de 0.0015578 s, es decir, gira 642 veces por segundo. La superficie de este púlsar se mueve a 1/7 de la velocidad de la luz.

No se pierdan el "sonido" del púlsar Vela y la imagen tomada por el observatorio de Rayos X Chandra :


Todo eso valía un premio Nobel pero se lo dieron a Antony Hewish, no a Jocelyn Bell, en 1974. Fred Hoyle fue uno los físicos que dijo que deberían haberlo compartido. Jocelyn mantuvo años después que no tenía resquemor por aquello, que a fin de cuentas sólo era una estudiante de doctorado. Espero que esa declaración fuera sólo una muestra de corrección política en vez de una muestra de perfecta inserción en el escalafón.

Para explorar:
Sonidos del espacio.
Sonidos de púlsares.

07 diciembre 2007

Los códices desaparecidos

Juan de Zumárraga nació en Durango (Vizcaya) hacia 1475 (otros dicen 1468) y se hizo franciscano. Fue inquisidor en España y ejerció con provecho ya que la enciclopedia franciscana lo etiqueta como "represor de brujas en el País Vasco". Nombrado por Carlos I, fue obispo de México además de ostentar el cargo de "protector de indios", cosa que se entendía en aquel tiempo como más bien orientado hacia la evangelización porque ello supondría mayor beneficio espiritual (of course).

«Por la presente vos cometemos y encargamos y mandamos que tengáis mucho cuidado de mirar y visitar los dichos indios y hacer que sean bien tratados e industriados y enseñados en las cosas de nuestra santa fe católica por las personas que los tienen o tuvieren a cargo y veáis las leyes y ordenanzas e instrucciones y provisiones que se han hecho o hicieren cerca del buen tratamiento y conversión de los dichos indios, las cuales haréis guardar y cumplir como en ellas se contiene, con mucha diligencia y cuidado»

Movido por su ardiente celo apostólico inició también procesos inquisitoriales en México con un total de 183 causas. En una de ellas, en 1539, actuó contra Carlos Ometochtzin, hijo del señor de Texcoco, Nezahualpilli, acusado de apóstata e instigador de la idolatría. Fue quemado vivo el 30 de noviembre en la plaza Mayor de la ciudad de México. Estaba claro cual era el dios verdadero y qué pasaba si abandonabas el buen camino.

No contento con la conversión de los vivos, decidió facilitar el olvido del legado de los muertos. Cito literalmente el texto de su biografía en la poco sospechosa web de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe:

...apenas cinco meses antes de recibir a Juan Diego, se precia en una carta al Capítulo General de su Orden, en Tolosa, de haber arrasado con cuanto había podido: ‘quinientos templos de los dioses y más de 20.000 imágenes de los demonios que adoraban...'

Pero no sólo templos e imágenes, sino también libros y papeles prehispánicos, de naturaleza jurídica, administrativa, comercial y de diversos ámbitos de conocimiento, fueron destruidos sistemáticamente por Zumárraga y sus ayudantes

Fernando Báez ratifica: "en el año 1530, en Tetzcoco, hizo una hoguera con todos los escritos e ídolos de los mayas". Eduardo Galeano, Juan Bautista Pomar y C. W. Ceram repiten la existencia del "auto de fe" donde se borraba irrecuperablemente el pasado para dejar paso libre a un futuro recto.

La parajoda (no es errata) está en que Fray Juan fue también el primer editor de libros en México. Libros, no lo duden, siempre correctos.

Como hoy va de franciscanos, citaremos también a Diego de Landa, otro celoso vigilante de la fe nacido en Cifuentes (Guadalajara) en 1524. En este caso realizó su labor en Yucatán, donde fue Provincial a partir de 1561 (la zona incluia también la actual Guatemala). Al año siguiente se estrenó mediante un auto de fe en Maní que, tras "interrogatorio hostil" (así se dice ahora), culminó el 12 de julio con la quema de cientos de ídolos y todos los libros que pudieron encontrar. En su obra "Relación de las cosas de Yucatán" (hacia 1566) lo dice y justifica:

Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena.

Otra parajoda (sigue sin ser errata) es que Fray Diego fue el único que describió los signos de la escritura maya y su equivalencia con el español. A pesar de los numerosos errores, derivados del empeño en usar una clave alfabética en vez de reconocer la naturaleza silábica de la escritura, fue útil para comenzar la tarea de desciframiento. Asimismo, su Relación es un documento único para el estudio de la situación en aquel siglo crítico donde tanto se perdió.

La destrucción de los escritos mayas fue eficaz ya que sólo cuatro de ellos sobrevivieron en forma de códices (otras muestras han quedado esculpidas o pintadas en murales o cerámica). Los códices están escritos sobre papel plegado en acordeón, hecho de corteza vegetal. Los supervivientes son los llamados de Dresden (39 pág., 3.6 m), de Madrid (112 pág., 6.8 m), de París y Grolier (11 páginas fragmentarias y de autenticidad discutida). Todos pueden descargarse en los enlaces anteriores aunque algunas fotos son antiguas (el códice de París, por ejemplo, lleva tiempo almacenado en una caja sellada por su fragilidad).


Una página del códice de Madrid

La escritura maya surgió de forma independiente del resto de las escrituras del mundo. A pesar de su complejidad, los glifos en que se basa se saben leer actualmente en buena parte, aunque aún hay muchos detalles sin comprender.

El personaje clave de este trabajo fue Yuri Valentinovich Knórosov (1922-1999), un soldado ruso en la Segunda Guerra Mundial. Se dice que, al entrar con el ejército ruso en Berlín se llevó de la Biblioteca Nacional dos libros: la mencionada Relación de las cosas de Yucatán de Diego de Landa y Códices mayas (1930-1933), con reproducciones de los hermanos guatemaltecos José Antonio y Carlos A. Villacorta Calderón. Pero esto merece ser una historia aparte.


Yuri Valentinovich Knórosov

Finalizo con la trascripción de un texto de José de Acosta (1539-1600):

En la provincia de Yucatán, donde es el obispado que llaman de Honduras, había unos libros de hojas a su modo encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligencia. Parecióle a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual sintieron después no sólo los indios, sino españoles curiosos, que deseaban saber secretos de aquella tierra.

06 diciembre 2007

[Breves] Doña Mercedes y los datos imaginarios

Doña Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Ciencia en España, justifica en una entrevista en RNE1 los malos resultados del informe Pisa mediante una estrategia novedosa: usando datos imaginarios. Dice doña Mercedes que si tuviéramos un informe Pisa de hace 20 o 30 años veríamos lo mucho que hemos mejorado.

Debo reconocer que me sorprendió esta nueva forma de eludir la realidad. Usa datos inexistentes para convencernos de la bondad de los actuales (estos sí reales). 

¿No se lo creen? Escuchen la grabación de la entrevista para el programa "En días como hoy" de Juan Ramón Lucas a partir del minuto 16:30. Por cierto que JR Lucas, como siempre, no supo o no quiso preguntar lo obvio: Oiga ¿y usted cómo sabe eso? ¿con qué datos lo sostiene?

Y sí, soy de la generación aludida.

02 diciembre 2007

Los libros arden tan bien...

Sugerencia: lean esto primero (o después)

La obra completa de Aristóteles estaba en la Biblioteca de Alejandría. No desapareció sola ya que en su destrucción se acompañó de cientos de miles de rollos: 700000 según Aulo Gelio (Noctes Atticae, Libro VI: XVII) y Amiano Marcelino (Ammiani Marcellini Historiae, Libro XXII: 16,13); otros dan cifras menores pero, en cualquier caso, enormes.

La Biblioteca de Pérgamo, en la costa occidental de la actual Turquía, fue fundada hace algo más de 2000 años. Fue contemporánea de la de Alejandría y llegó a reunir entre doscientos y trescientos mil volúmenes sobre pergamino, material más resistente que el papiro. El esfuerzo fue vano ya que, tras ser parcialmente destruida en las guerras de Asia Menor, lo que pudo quedar desapareció sin dejar rastro, tal vez en la conquista de la ciudad por Marco Antonio o poco después en Alejandría, donde se dice que fueron a parar los fondos que quedaban como regalo de Marco Antonio a su Cleopatra.

No fueron las únicas, aunque sí las más famosas de la antigüedad. Se mencionan en fuentes clásicas las bibliotecas privadas del propio Aristóteles, Eurípides, Pisístrato o Hierón, las públicas de Atenas o Rodas. De otras sólo queda registro en alguna mención o inscripción: Cos, Milasa, Delfos...

Las bibliotecas islámicas fueron muchas y preservaron durante siglos oscuros el saber anterior y desarrollaron el propio. No por ello se libraron de la destrucción (los libros arden tan bien). Por mencionar dos: Dar al-Hikmah, fundada por el califa abbasí Hārūn al-Rashīd a finales del siglo VIII en la ciudad de Bagdad y que alcanzó su cénit con su hijo al-Mámun. La biblioteca fue destruída junto con la ciudad de Bagdad completa por los mongoles de Hulagu Khan en 1258.

La otra podría ser Dar al-I'lem, fundada en el año 1005 en al-Qáhira (El Cairo) por el sultán de la dinastía fatimí al-Hakim y destruida por Saladino el año 1172.

En España también tenemos casos notables ya que época omeya hubo hasta 70 bibliotecas entre públicas y privadas. La más famosa fue la fundada por Al-Hakem II (961-976), califa de Córdoba que compró o mandó copiar todo lo que consiguió, incluyendo viajes a Bagdad, Damasco o Alejandría. Se estima que atesoró unas cuatrocientas mil obras. La biblioteca de Córdoba duró poco ya que fue quemada en su mayor parte por Al-Mansur (Almanzor en nombre cristiano) en un intento, eliminando libros impíos, de aparecer como adalid de la religión ante sus críticos.

Cosas de antiguos, podríamos suponer si no tuviéramos memoria. Pero los avances cientificos y tecnológicos no han supuesto necesariamente avances culturales equivalentes.

Así, muy cerca tenemos ejemplos magníficos por lo recientes y por lo que podríamos aprender de ellos. Cuenta Fernando Baéz, citando al escritor Ivan Lovrenović, la destrucción de la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina en Sarajevo (pueden ver un artículo de Lovrenović sobre estas destrucciones aquí):

La biblioteca tenía 1500000 de volúmenes, 155000 obras raras, 478 manuscritos, millones de periódicos del mundo entero, pero fue devastada por órdenes del general serbio Ratko Mladic por medio de 25 obuses incendiarios...

Y en otra ocasion hablé del peor acontecimiento, permitido, cuando no alentado, por las potencias que se supone más desarrolladas en cultura y derechos.

La Biblioteca Nacional de Iraq, en Bagdad, fue quemada en abril de 2003. El día 10 comenzó el saqueo. Las tropas de los EE.UU. estaban allí pero no hicieron nada para proteger el edificio. Una semana más tarde un grupo no identificado entró, de nuevo sin oposición alguna, y provocó el incendio. En el mismo también desapareció el Archivo Nacional, con 10 millones de documentos. Sólo por mencionar un libro entre tantos: el Canon en Medicina de Avicena (980-1037 d. C).

No fue esto lo único, claro, la Biblioteca Awqaf, en el Ministerio de Asuntos Religiosos, quedó en ruinas. Algo parecido pasó en la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Hikma) y en la Academia de Ciencias de Irak.

En el archivo de Bagdad (foto de NYT)

Donald Rumsfeld lo explicó con claridad "la gente libre es capaz de cometer fechorías, y eso no puede impedirse". En el Ministerio del Petróleo no se extravió nada. Ahí sí pudieron impedirlo ya que estaba fuertemente custodiado.

Algo más de información:
Artículo de Fernando Báez con fotografías.
Artículo de Javier Gimeno.

Quema de libros en Berlín, 10 de mayo de 1933. Fue coordinada en Bonn, Braunschweig, Bremen, Breslau, Dortmund, Dresden, Frankfurt, Göttingen, Greifswald, Hannover, Hannoversch-Münden, Kiel, Königsberg, Marburg, München, Münster, Nürenberg, Rostock y Worms.

Nota: no me olvido de la quema sistemática de códices en América tras la conquista. Otro día hablaremos de ello pero es un excelente ejemplo de destrucción sistemática destinada a borrar el pasado y sustituirlo por "valores" nuevos.

30 noviembre 2007

Una historia sobre salud y contaminación

En 1950, dicen que Avilés era una villa asturiana con 21300 habitantes y con una población claramente envejecida. En esa misma década, la zona fue elegida como cabecera industrial del "milagro económico" de los 50 y 60 en España. Aparecieron la Empresa Nacional Siderúrgica, S.A. (ENSIDESA, 1950), Cris­talería Española, S.A. (1952) y la Empresa Nacional del Aluminio, S.A. (ENDASA, 1958).

En sólo unos años la población se dobló (48500 habitantes en 1960) y experimentó un fuerte rejuvenecimiento. Fue la década de la emigración interior por la Ruta de la Plata romana y Avilés se llenó de andaluces, extremeños y castellanos. Algunos pueblos de Burgos o León perdieron toda su población joven buscando ese Eldorado norteño.

Los cambios introducidos por la instalación de las industrias básicas tuvie­ron, entre otras consecuencias, un claro deterioro de las condiciones ambientales. Mi padre, un emigrante catalán, recordaba años después que cuando llegó a Avilés a mediados de los 50, el café en las terrazas de los bares se tomaba con el plato encima de la taza para que recogiera el orbayu de cenizas.

Baste para terminar esta introducción con decir que en 1981, Avilés había llegado a los 86500 habitantes, una parte de los cuales vivía en barrios al pie de las chimeneas.

En esta situación, el Servicio de Pediatría del Hospital San Agustín (el que atendía a la comarca) hizo públicas algunas cifras que empezaron a llamar la atención. Por ejemplo, que de todos los niños ingresados en el Servicio en la década de los 80, el 46% lo hacía por problemas respiratorios mientras que lo más común en otras zonas de España eran porcentajes cercanos al 25%.

La creación de un Servicio de Lucha contra la Contaminación a finales de los 70 permitió organizar una red de medidores y conocer los niveles de inmisión de algunos contaminantes. Los resultados hicieron que Avilés se declarase en 1981 Zona de Atmósfera Contaminada, ya que los niveles de inmisión de partículas eran entre 2 y 30 veces superiores a los máximos declarados admisibles en la legislación del momento.

En este contexto se planteó la realización de un estudio epidemiológico cuyo objetivo era:

[...] establecer si exis­te una relación significativa entre los niveles de contaminación atmosféri­ca y los síntomas, enfermedades e indicadores relacionados con la fun­ción respiratoria.

La cosa tuvo dos vertientes interesantes. La primera fue personal ya que, recién salido de biológicas, este fue mi primer trabajo freelance. Me llamaron para que me encargara del diseño del muestreo y elaboración estadística de los datos, tareas a las que hubo que añadir la revisión bibliográfica, cartografía de la contaminación y redacción de los informes (800 páginas)...

Interesante también porque no había precedentes en España sobre este tipo de estudio que surgía, además, de las administraciones responsables del posible daño ya que las mayores industrias eran de titularidad estatal.

Con un estusiasmo un poco inconsciente nos pusimos a trabajar. Se definieron tres zonas según el nivel de contaminación que sufrían: alto, medio y bajo. Se eligieron 10 colegios de esas zonas y durante dos cursos escolares se realizaron 28230 espirometrías forzadas a un total de 2962 niños, mayoritariamente entre los 8 y 11 años. De las espirometrías se extrajeron los valores de 7 variables de capacidad pulmonar y flujo eliminando los casos de afecciones agudas.

Quedan anécdotas del momento, como que la base de datos y la estadística se hizo en el ordenador de mi casa, un Sharp con 48 kb de RAM. O que todos los análisis se hicieron con aplicaciones que tuve que programar en un dialecto de BASIC, desde los estadísticos más simples hasta el análisis de la covarianza.

Los resultados que encontramos son largos de exponer, demasiado para el espacio de un post pero, aunque sólo sea por recordar a esos niños que hoy habrán pasado ya de la treintena, les resumo que encontramos, entre otras cosas:

  • que la función respiratoria en niños y niñas era progresivamente menor según aumentaba el nivel de contaminación de la zona donde vivían.
  • que todos los grupos, incluso los de la zona de menor contaminación, presentaban menores valores de variables respiratorias que los considerados estándar. En los niños la reducción era de un -8% aproximadamente; en las niñas, de un -13%.
  • que en la zona de alta contaminación, la prevalencia de problemas respiratorios era más elevada para bronquitis aguda, tos habitual, catarros con flemas, silbidos en el pecho, haber padecido enfermedad respiratoria de más de 7 días de duración...

En fin, lo esencial es que a finales de los 80 encontramos una clara relación entre las condiciones de vida al pie de la fábrica y la salud de niños que aún no habían llegado a la adolescencia. Entonces lo tomamos como un ejercicio profesional, el primero de nuestra carrera. Ahora lo veo de otra forma porque recuerdo las mañanas en los colegios, las ojeadas curiosas al espirómetro, la decepción de un niño porque le decíamos que estaba enfermo y no podía hacer las pruebas, la atención preocupada con la que algunos pediatras locales seguían el trabajo...

En la zona de alta contaminación ya no vive nadie. Las familias de los 149 escolares y todos sus vecinos dejaron sus casas, antes rurales, y fueron realojadas en otros barrios. Con la crisis industrial, el cierre de instalaciones o la apertura de otras nuevas ya dotadas de electrofiltros, se redujo la contaminación general de forma que hoy Avilés se parece muy poco al de hace veinte años.

Del estudio epidemiológico nunca más se supo. Hubo un avance el primer año y a su finalización fue olvidado completamente. Se presentó como una iniciativa pionera dentro de las acciones de lucha contra la contaminación pero nunca llegó a publicarse ni a publicitarse. Tampoco tuvo efecto alguno ya que el desalojo de la zona más contaminada estaba decidido previamente y el resto se quedó como estaba.

Y este post viene a cuento porque encontré hace unos días el estudio original en unos archivadores y releyendo los nombres de los niños, decidí recordar y contárselo a ustedes.

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