Una de nuestras líneas de trabajo en la universidad es la construcción de modelos 3D interactivos de piezas arqueológicas y artísticas. En este vídeo se muestra la parte inicial de ese proceso, donde la pieza se escanea con un escáner láser que genera un modelo de puntos sobre el cual se superpone la textura tomada con fotografías por en mismo escáner. Este proceso es automático aunque probablemente haya que hacer un segundo escaneo con la pieza girada para cubrir zonas ocultas. Al final se muestra como queda el modelo cuando se incrusta en un documento PDF, algo de enorme interés porque puede ser difundido por internet con facilidad.
25 octubre 2013
Escaneado 3D de una pieza arqueológica con escáner láser
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15 octubre 2013
Imagina que el cielo no existe
Un amigo acaba de revelarme este texto que no conocía. Es la aportación que Salman Rushdie escribió para un libro cuya reseña no he podido encontrar. El texto se ha publicó hace años en varios diarios (Clarín, El Mundo...) y está dirigido al individuo 6000000000 de la especie humana:
Querida pequeña persona viva número seis mil millones:
Como miembro más reciente de una especie sabidamente inquisitiva, es probable que no tardes mucho en empezar a hacerte las dos preguntas de los sesenta y cuatro mil dólares con las que los otros 5.999.999.999 humanos venimos lidiando desde hace tiempo: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y ahora que estamos aquí, ¿cómo vamos a vivir?
Curiosamente –como si no nos bastara con seis mil millones de congéneres–, casi con toda seguridad te insinuarán que para encontrar respuesta a la pregunta del origen es necesario que creas en la existencia de un Ser más, invisible, inefable, presente "en algún sitio por ahí arriba", un creador omnipotente a quien nosotros, pobres criaturas limitadas, somos incapaces siquiera de percibir, y menos aún de comprender. Es decir, te alentarán con insistencia a imaginar un cielo con al menos un dios residente.
Este dios-cielo, dicen, creó el universo revolviendo su materia en una olla gigante. O bailó. O vomitó la Creación de sus propias entrañas. O simplemente pronunció unas palabras para darle existencia y, ¡zas!, existió.
En algunas de las historias de la creación más interesantes, el dios-cielo único y poderoso se subdivide en muchas fuerzas menores: deidades subalternas, avatares, "ancestros" metamórficos gigantescos cuyas aventuras crean el paisaje, o los panteones caprichosos, arbitrarios, entrometidos y crueles de los grandes politeísmos, cuyas desaforadas hazañas te convencerán de que el motor verdadero de la creación fue el anhelo: de poder infinito, de cuerpos humanos que se rompen con excesiva facilidad, de nubes de gloria. Pero justo es añadir que hay asimismo historias que transmiten el mensaje de que el impulso creador primigenio fue, y es, el amor. Muchas de estas historias se te antojarán sumamente hermosas y, por tanto, seductoras.
Ahora bien, por desgracia, no te exigirán una respuesta a ellas puramente literaria. Sólo las historias de religiones "muertas" pueden valorarse por su belleza. Las religiones vivas te exigen mucho más. Te dirán, pues, que la fe en "tus" historias y la adhesión a los rituales de veneración que se han desarrollado en torno a ellas deben convertirse en parte esencial de tu vida en este mundo abarrotado de gente. Las llamarán el corazón de tu cultura, incluso de tu identidad individual. Puede que en algún punto las sientas como algo de lo que es imposible escapar, imposible escapar no como de la verdad, sino como de la cárcel. Acaso en algún punto dejen de parecerte textos en los que unos seres humanos han intentado resolver un gran misterio y te parezcan, en cambio, los pretextos para que otros seres humanos debidamente ungidos te den órdenes.
Es cierto que la historia humana está llena de esa opresión pública forjada por los aurigas de los dioses. En opinión de las personas religiosas, no obstante, el consuelo íntimo que procura la religión compensa con creces el mal obrado en su nombre. A medida que ha aumentado el conocimiento humano, ha quedado claro asimismo que toda narración religiosa sobre cómo llegamos aquí está totalmente equivocada.
En última instancia, esto es lo que tienen en común todas las religiones: no acertaron.
No hubo revoltillo celestial, ni danza del hacedor, ni vómito de galaxias, ni antepasados canguros o serpientes, ni Valhalla, ni Olimpo, ni un truco mágico de seis días seguido de un día de descanso. Todo mal, mal, mal.
Pero en este punto nos encontramos algo realmente extraño. El error de los relatos sagrados no ha mermado el fanatismo del devoto. Es más, el simple delirio inconexo de la religión conduce al religioso a insistir de manera cada vez más estridente en la importancia de la fe ciega. De resultas de esta fe, dicho sea de paso, en muchas partes del mundo ha sido imposible impedir el alarmante crecimiento del número de seres humanos. Culpemos de la superpoblación del planeta, por lo menos en parte, al deplorable sentido de la orientación de los guías espirituales de la especie.
En tu propio tiempo de vida, bien puede ocurrir que seas testigo de la llegada del nueve mil millonésimo ciudadano del mundo. Si eres indio (y tienes una entre seis posibilidades de serlo), aún estarás vivo cuando, gracias al fracaso de la planificación familiar en ese país pobre y dejado de la mano de Dios, su población supere a la china. Y si como resultado de las restricciones religiosas sobre el control de la natalidad nacen demasiadas personas, también morirán demasiadas personas, porque la cultura religiosa, negándose a afrontar las realidades de la sexualidad humana, también se niega a luchar contra la propagación de enfermedades de transmisión sexual.
Hay quienes dicen que las grandes guerras del nuevo siglo volverán a ser guerras religiosas, yihads y cruzadas, como en la Edad Media. Aunque, desde hace ya años, suenan en el aire los gritos de guerra de los fieles mientras convierten sus cuerpos en bombas de Dios, y también los alaridos de sus víctimas, me he resistido a creer en esta teoría, o al menos en el sentido que le da la mayoría. Llevo tiempo afirmando que la teoría del "choque de las civilizaciones" de Samuel Huntington es una simplificación excesiva: que la mayoría de los musulmanes no tienen el menor interés en participar en guerras religiosas, que las divisiones en el mundo musulmán son tan profundas como sus elementos comunes (si te cabe alguna duda de que esto es así echa una ojeada al conflicto suní-chií en Irak). Apenas puede encontrarse nada que se parezca a un objetivo islámico común.
Incluso cuando la OTAN no islámica libró una guerra a favor de los albaneses kosovares musulmanes, el mundo musulmán fue remiso a la hora de ofrecer la muy necesaria ayuda humanitaria. Las auténticas guerras religiosas son las guerras que las religiones desatan contra ciudadanos corrientes dentro de su "esfera de influencia". Son guerras de los píos contra los prácticamente indefensos: los fundamentalistas estadounidenses contra los médicos partidarios de la libre elección, los mulás iraníes contra la minoría judía de su país, los talibanes contra el pueblo afgano, los fundamentalistas hindúes de Bombay contra los musulmanes cada vez más asustados de la ciudad. Y las auténticas guerras religiosas son asimismo las guerras que las religiones desatan contra los no creyentes, cuya intolerable incredulidad se recalifica como delito, como razón suficiente para su erradicación.
Pero con el paso del tiempo me he visto obligado a reconocer una cruda realidad: que la masa de los llamados musulmanes corrientes parece haberse dejado embaucar por las fantasías paranoicas de los extremistas y parece dedicar una mayor parte de su energía a la movilización contra caricaturistas, novelistas o el Papa, que a condenar, privar de derechos civiles y expulsar a los asesinos fascistas que habitan entre ellos.
Si esta mayoría silenciosa permite que se libre una guerra en su nombre, se convertirá finalmente en cómplice de esa guerra. Por tanto, quizá sí se ha iniciado, al fin y al cabo, una guerra religiosa, porque está permitiéndose a los peores de nosotros dictar las prioridades de los demás, y porque los fanáticos, que no se andan con chiquitas, no encuentran oposición suficiente entre "su propio pueblo".
Y si eso es así, los vencedores de dicha guerra no deben ser los estrechos de miras que, como siempre, marchan a la batalla con Dios de su lado. Elegir la incredulidad es elegir el espíritu sobre el dogma, confiar en nuestra humanidad y no en todas esas peligrosas divinidades.
Así pues, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No busques la respuesta en las narraciones "sagradas". Puede que el imperfecto conocimiento humano sea un camino lleno de baches y hoyos, pero es el único camino a la sabiduría digno de seguirse. Virgilio, que creía que el apicultor Aristeo podía generar espontáneamente abejas nuevas a partir de una vaca muerta en descomposición, estaba más cerca de la verdad sobre el origen que todos los libros venerados de la Antigüedad. Las sabidurías ancestrales son tonterías modernas.
Vive en tu tiempo, utiliza lo que sabemos, y cuando crezcas, quizá la especie humana haya crecido por fin contigo. Como dice la canción: "Es fácil si lo intentas".
En cuanto a la moralidad, la segunda gran pregunta –¿cómo vivir?, ¿cuál es la actuación correcta y cuál la incorrecta?– se reduce a tu predisposición a pensar por ti mismo. Sólo tú puedes decidir si quieres que la ley te sea entregada por sacerdotes y aceptar que el bien y el mal son cosas de algún modo externas a nosotros. A mi juicio, la religión, incluso en su forma más elaborada, en esencia infantiliza nuestra identidad ética estableciendo árbitros infalibles de la moral y tentadores irredimiblemente inmorales por encima de nosotros: los padres eternos, el bien y el mal, la luz y las tinieblas, el reino sobrenatural.
¿Cómo, pues, vamos a tomar decisiones éticas sin un reglamento divino o un juez? ¿Es acaso la incredulidad el primer paso en la larga caída hacia la muerte cerebral del relativismo cultural, conforme al que muchas cosas insoportables –la circuncisión femenina, por citar sólo un caso– pueden disculparse por motivos culturalmente específicos, y la universalidad de los derechos humanos puede también pasarse por alto? (Esta última muestra de negación moral encuentra partidarios en algunos de los regímenes más autoritarios del mundo, y también, inquietantemente, en las páginas de opinión del Daily Telegraph.)
Bien, pues no lo es, pero las razones para dar esta respuesta no están claramente definidas. Sólo una ideología de línea dura está claramente definida. La libertad, que es la palabra que empleo para la posición ética secular, es inevitablemente más confusa. Sí, la libertad es ese espacio donde puede reinar la contradicción; es un debate interminable. No es en sí misma la respuesta a la pregunta de la moralidad, sino la conversación sobre esa pregunta. Y es mucho más que simple relativismo, porque no es simplemente una tertulia interminable, sino un lugar donde se toman decisiones, se definen y defienden valores.
La libertad intelectual, en la historia europea, ha representado sobre todo libertad respecto a las restricciones de la Iglesia, no del Estado. Esta es la batalla que libró Voltaire, y es también lo que nosotros, los seis mil millones, podríamos hacer por nosotros mismos, la revolución en la que cada uno de nosotros podría desempeñar nuestro pequeño papel, una seis mil millonésima parte del total. De una vez por todas, podríamos negarnos a permitir que los sacerdotes, y las ficciones en cuyo nombre afirman hablar, sean la policía de nuestras libertades y nuestro comportamiento. De una vez por todas, podríamos devolver las historias a los libros, devolver los libros a las estanterías y ver el mundo sin dogmas y en toda su sencillez. Imagina que el cielo no existe, mi querido seis mil millonésimo, y de inmediato no habrá más límite que el cielo.
Querida pequeña persona viva número seis mil millones:
Como miembro más reciente de una especie sabidamente inquisitiva, es probable que no tardes mucho en empezar a hacerte las dos preguntas de los sesenta y cuatro mil dólares con las que los otros 5.999.999.999 humanos venimos lidiando desde hace tiempo: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y ahora que estamos aquí, ¿cómo vamos a vivir?
Curiosamente –como si no nos bastara con seis mil millones de congéneres–, casi con toda seguridad te insinuarán que para encontrar respuesta a la pregunta del origen es necesario que creas en la existencia de un Ser más, invisible, inefable, presente "en algún sitio por ahí arriba", un creador omnipotente a quien nosotros, pobres criaturas limitadas, somos incapaces siquiera de percibir, y menos aún de comprender. Es decir, te alentarán con insistencia a imaginar un cielo con al menos un dios residente.
Este dios-cielo, dicen, creó el universo revolviendo su materia en una olla gigante. O bailó. O vomitó la Creación de sus propias entrañas. O simplemente pronunció unas palabras para darle existencia y, ¡zas!, existió.
En algunas de las historias de la creación más interesantes, el dios-cielo único y poderoso se subdivide en muchas fuerzas menores: deidades subalternas, avatares, "ancestros" metamórficos gigantescos cuyas aventuras crean el paisaje, o los panteones caprichosos, arbitrarios, entrometidos y crueles de los grandes politeísmos, cuyas desaforadas hazañas te convencerán de que el motor verdadero de la creación fue el anhelo: de poder infinito, de cuerpos humanos que se rompen con excesiva facilidad, de nubes de gloria. Pero justo es añadir que hay asimismo historias que transmiten el mensaje de que el impulso creador primigenio fue, y es, el amor. Muchas de estas historias se te antojarán sumamente hermosas y, por tanto, seductoras.
Ahora bien, por desgracia, no te exigirán una respuesta a ellas puramente literaria. Sólo las historias de religiones "muertas" pueden valorarse por su belleza. Las religiones vivas te exigen mucho más. Te dirán, pues, que la fe en "tus" historias y la adhesión a los rituales de veneración que se han desarrollado en torno a ellas deben convertirse en parte esencial de tu vida en este mundo abarrotado de gente. Las llamarán el corazón de tu cultura, incluso de tu identidad individual. Puede que en algún punto las sientas como algo de lo que es imposible escapar, imposible escapar no como de la verdad, sino como de la cárcel. Acaso en algún punto dejen de parecerte textos en los que unos seres humanos han intentado resolver un gran misterio y te parezcan, en cambio, los pretextos para que otros seres humanos debidamente ungidos te den órdenes.
Es cierto que la historia humana está llena de esa opresión pública forjada por los aurigas de los dioses. En opinión de las personas religiosas, no obstante, el consuelo íntimo que procura la religión compensa con creces el mal obrado en su nombre. A medida que ha aumentado el conocimiento humano, ha quedado claro asimismo que toda narración religiosa sobre cómo llegamos aquí está totalmente equivocada.
En última instancia, esto es lo que tienen en común todas las religiones: no acertaron.
No hubo revoltillo celestial, ni danza del hacedor, ni vómito de galaxias, ni antepasados canguros o serpientes, ni Valhalla, ni Olimpo, ni un truco mágico de seis días seguido de un día de descanso. Todo mal, mal, mal.
Pero en este punto nos encontramos algo realmente extraño. El error de los relatos sagrados no ha mermado el fanatismo del devoto. Es más, el simple delirio inconexo de la religión conduce al religioso a insistir de manera cada vez más estridente en la importancia de la fe ciega. De resultas de esta fe, dicho sea de paso, en muchas partes del mundo ha sido imposible impedir el alarmante crecimiento del número de seres humanos. Culpemos de la superpoblación del planeta, por lo menos en parte, al deplorable sentido de la orientación de los guías espirituales de la especie.
En tu propio tiempo de vida, bien puede ocurrir que seas testigo de la llegada del nueve mil millonésimo ciudadano del mundo. Si eres indio (y tienes una entre seis posibilidades de serlo), aún estarás vivo cuando, gracias al fracaso de la planificación familiar en ese país pobre y dejado de la mano de Dios, su población supere a la china. Y si como resultado de las restricciones religiosas sobre el control de la natalidad nacen demasiadas personas, también morirán demasiadas personas, porque la cultura religiosa, negándose a afrontar las realidades de la sexualidad humana, también se niega a luchar contra la propagación de enfermedades de transmisión sexual.
Hay quienes dicen que las grandes guerras del nuevo siglo volverán a ser guerras religiosas, yihads y cruzadas, como en la Edad Media. Aunque, desde hace ya años, suenan en el aire los gritos de guerra de los fieles mientras convierten sus cuerpos en bombas de Dios, y también los alaridos de sus víctimas, me he resistido a creer en esta teoría, o al menos en el sentido que le da la mayoría. Llevo tiempo afirmando que la teoría del "choque de las civilizaciones" de Samuel Huntington es una simplificación excesiva: que la mayoría de los musulmanes no tienen el menor interés en participar en guerras religiosas, que las divisiones en el mundo musulmán son tan profundas como sus elementos comunes (si te cabe alguna duda de que esto es así echa una ojeada al conflicto suní-chií en Irak). Apenas puede encontrarse nada que se parezca a un objetivo islámico común.
Incluso cuando la OTAN no islámica libró una guerra a favor de los albaneses kosovares musulmanes, el mundo musulmán fue remiso a la hora de ofrecer la muy necesaria ayuda humanitaria. Las auténticas guerras religiosas son las guerras que las religiones desatan contra ciudadanos corrientes dentro de su "esfera de influencia". Son guerras de los píos contra los prácticamente indefensos: los fundamentalistas estadounidenses contra los médicos partidarios de la libre elección, los mulás iraníes contra la minoría judía de su país, los talibanes contra el pueblo afgano, los fundamentalistas hindúes de Bombay contra los musulmanes cada vez más asustados de la ciudad. Y las auténticas guerras religiosas son asimismo las guerras que las religiones desatan contra los no creyentes, cuya intolerable incredulidad se recalifica como delito, como razón suficiente para su erradicación.
Pero con el paso del tiempo me he visto obligado a reconocer una cruda realidad: que la masa de los llamados musulmanes corrientes parece haberse dejado embaucar por las fantasías paranoicas de los extremistas y parece dedicar una mayor parte de su energía a la movilización contra caricaturistas, novelistas o el Papa, que a condenar, privar de derechos civiles y expulsar a los asesinos fascistas que habitan entre ellos.
Si esta mayoría silenciosa permite que se libre una guerra en su nombre, se convertirá finalmente en cómplice de esa guerra. Por tanto, quizá sí se ha iniciado, al fin y al cabo, una guerra religiosa, porque está permitiéndose a los peores de nosotros dictar las prioridades de los demás, y porque los fanáticos, que no se andan con chiquitas, no encuentran oposición suficiente entre "su propio pueblo".
Y si eso es así, los vencedores de dicha guerra no deben ser los estrechos de miras que, como siempre, marchan a la batalla con Dios de su lado. Elegir la incredulidad es elegir el espíritu sobre el dogma, confiar en nuestra humanidad y no en todas esas peligrosas divinidades.
Así pues, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No busques la respuesta en las narraciones "sagradas". Puede que el imperfecto conocimiento humano sea un camino lleno de baches y hoyos, pero es el único camino a la sabiduría digno de seguirse. Virgilio, que creía que el apicultor Aristeo podía generar espontáneamente abejas nuevas a partir de una vaca muerta en descomposición, estaba más cerca de la verdad sobre el origen que todos los libros venerados de la Antigüedad. Las sabidurías ancestrales son tonterías modernas.
Vive en tu tiempo, utiliza lo que sabemos, y cuando crezcas, quizá la especie humana haya crecido por fin contigo. Como dice la canción: "Es fácil si lo intentas".
En cuanto a la moralidad, la segunda gran pregunta –¿cómo vivir?, ¿cuál es la actuación correcta y cuál la incorrecta?– se reduce a tu predisposición a pensar por ti mismo. Sólo tú puedes decidir si quieres que la ley te sea entregada por sacerdotes y aceptar que el bien y el mal son cosas de algún modo externas a nosotros. A mi juicio, la religión, incluso en su forma más elaborada, en esencia infantiliza nuestra identidad ética estableciendo árbitros infalibles de la moral y tentadores irredimiblemente inmorales por encima de nosotros: los padres eternos, el bien y el mal, la luz y las tinieblas, el reino sobrenatural.
¿Cómo, pues, vamos a tomar decisiones éticas sin un reglamento divino o un juez? ¿Es acaso la incredulidad el primer paso en la larga caída hacia la muerte cerebral del relativismo cultural, conforme al que muchas cosas insoportables –la circuncisión femenina, por citar sólo un caso– pueden disculparse por motivos culturalmente específicos, y la universalidad de los derechos humanos puede también pasarse por alto? (Esta última muestra de negación moral encuentra partidarios en algunos de los regímenes más autoritarios del mundo, y también, inquietantemente, en las páginas de opinión del Daily Telegraph.)
Bien, pues no lo es, pero las razones para dar esta respuesta no están claramente definidas. Sólo una ideología de línea dura está claramente definida. La libertad, que es la palabra que empleo para la posición ética secular, es inevitablemente más confusa. Sí, la libertad es ese espacio donde puede reinar la contradicción; es un debate interminable. No es en sí misma la respuesta a la pregunta de la moralidad, sino la conversación sobre esa pregunta. Y es mucho más que simple relativismo, porque no es simplemente una tertulia interminable, sino un lugar donde se toman decisiones, se definen y defienden valores.
La libertad intelectual, en la historia europea, ha representado sobre todo libertad respecto a las restricciones de la Iglesia, no del Estado. Esta es la batalla que libró Voltaire, y es también lo que nosotros, los seis mil millones, podríamos hacer por nosotros mismos, la revolución en la que cada uno de nosotros podría desempeñar nuestro pequeño papel, una seis mil millonésima parte del total. De una vez por todas, podríamos negarnos a permitir que los sacerdotes, y las ficciones en cuyo nombre afirman hablar, sean la policía de nuestras libertades y nuestro comportamiento. De una vez por todas, podríamos devolver las historias a los libros, devolver los libros a las estanterías y ver el mundo sin dogmas y en toda su sencillez. Imagina que el cielo no existe, mi querido seis mil millonésimo, y de inmediato no habrá más límite que el cielo.
08 septiembre 2013
Cómo hacer y difundir modelos 3D interactivos
Hemos publicado un artículo donde explicamos como hacer modelos tridimensionales de piezas arqueológicas (o lo que sea, claro) e incrustarlas en un PDF. Con este procedimiento se consiguen documentos que puedes enviar por internet donde el usuario puede ver las piezas, rotarlas, ampliarlas o reducirlas, hacer secciones en cualquier plano y lugar, medir dimensiones, cambiar la iluminación... Para todo esto basta con leer el citado PDF con Acrobat Reader. Pongo el enlace abajo, los interesados podeis descargar el ejemplo para ver las posibilidades de esta técnica.
Importante: es necesario descargarlo y abrirlo con Adobe Acrobat Reader ya que los otros visores de PDF (incluidos los de los navegadores) no interpretan los objetos 3D.
Artículo completo en Technical Briefs in Historical Archaeology (Society for Historical Archaeology).
Ejemplo para descargar (22.4 MB).
Resumen en inglés:
Importante: es necesario descargarlo y abrirlo con Adobe Acrobat Reader ya que los otros visores de PDF (incluidos los de los navegadores) no interpretan los objetos 3D.
Artículo completo en Technical Briefs in Historical Archaeology (Society for Historical Archaeology).
Ejemplo para descargar (22.4 MB).
Resumen en inglés:
Three-dimensional (3-D) laser scanners build 3-D models of objects and have direct application in the cataloging of artifacts and in archaeological documentation. Some low-cost scanners are suitable for small objects because the scanners have high accuracy and the ability to capture color and textures. This paper provides the workflow and the steps needed to scan small objects using a low-cost scanner, to build textured 3-D models, and to transmit these models embedded in portable document format (PDF) files. The proposed procedure permits interaction with objects in various ways, including making measurements and building sections. The results enable the dissemination of high-precision interactive models, readable with free software, thereby facilitating the study of the metric and morphological features of archaeological objects.
Two views of gabbro adze with double-bevel polished edge from the dolmen of Guadancil 1, Garrovillas de Alconétar (Cáceres, Spain), 2012 season. Scale in centimeters. (Photo by ÁMF, 2013.) |
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05 septiembre 2013
La imperiosa necesidad de mejorar el diccionario de la RAE
El diccionario de la RAE tiene unas 90000 entradas y se define como diccionario normativo que, según él mismo, es el que fija la regla que se debe seguir. El diccionario ha sido objeto de crítica y discusión por muchas de sus interpretaciones, nuevas incorporaciones o significados atribuidos a las palabras. Valgan unos pocos ejemplos: incorporaciones chocantes (muslamen, pechamen), invención innecesaria (cederrón, oenegé) o la españolización torturada de palabras foráneas que convivían pacíficamente con las españolas (güisqui, bluyín). Todo es discutible y todo es mejorable, especialmente si te dan una vía para contribuir a hacerlo.
En mi opinión, los términos científicos están contemplados con indiferencia o, para los mal pensados, con cierto desprecio.
Les pongo como ejemplo el post que Paleofreak escribió en su blog hace una temporada: Paleo-DRAE. de donde extraemos la definición de
¿Cuál sería una definición correcta? Bueno, yo no soy especialista en esto por lo que mi propuesta sería poco documentada. Podría aventurarse algo como lo siguiente (que los que saben me corrijan):
Les pongo otro ejemplo. En este caso se trata de un informe exhaustivo de un especialista:
Problemas similares se presentan en las definiciones de tiburón, raya, esturión, etc., donde los errores e imprecisiones son abundantes.
Lamentablemente, una actualización de los términos científicos es muy compleja, no solo por los que faltan, sino por la coherencia interna de la información y la dificultad de los temas, de los que los académicos parecen no tener demasiado conocimiento. Pensando en ello se me ocurrió que podría pedir a algún académico que considerara que un poco de ayuda externa no les vendría mal. Hay miles de personas que estaríamos dispuestas a echar una mano dentro de nuestros campos de conocimiento a incorporar términos ausentes o depurar y corregir los actuales.
Cuando me puse manos a la obra me encontré con la sorpresa de que ya existe dicha vía. Se llama UNIDRAE, Unidad Interactiva del DRAE y cuya responsable es Silvia María Fernández Alonso. Lamentablemente solo existe un correo electrónico y un PDF un tanto cutre pero que trae algunos ejemplos. La idea se resume en una de sus páginas:
Respecto a las propuestas no he encontrado reglas explícitas pero sí algunas pistas; por ejemplo, en una de las cartas de respuesta mencionan lo siguiente:
El correo de la Unidad Interactiva del DRAE es unidrae@rae.es
Intentemos mejorar el diccionario, a ver si nos dejan.
En mi opinión, los términos científicos están contemplados con indiferencia o, para los mal pensados, con cierto desprecio.
Les pongo como ejemplo el post que Paleofreak escribió en su blog hace una temporada: Paleo-DRAE. de donde extraemos la definición de
Dinosaurio: se dice de ciertos reptiles fósiles que son los animales terrestres más grandes que han existido, con cabeza pequeña, cuello largo, cola robusta y larga, y extremidades posteriores más largas que las anteriores, y otros con las cuatro extremidades casi iguales, como el diplodoco.Como dice el autor, la descripción sólo coincide con un tipo particular de dinosaurios: los saurópodos. Ha habido dinosaurios pequeños, con cabeza enorme, con cuello corto (incluso dentro de los saurópodos)... Consecuentemente, la definición no aporta casi nada.
Según la definición actual del DRAE, este Compsognathus no sería un dinosaurio por enano. |
Dinosaurio: se agrupa bajo esta denominación a un conjunto de vertebrados saurópsidos que surgió en el Periodo Triásico, hace unos 235 millones de años y desapareció en la extinción masiva de Cretácico-Terciario, hace unos 65 millones de años. Los dinosaurios, aunque variados en muchas características, presentan algunos elementos anatómicos comunes, como tener las patas articuladas por debajo de la cadera en vez de por los laterales, algo que les diferencia de otros reptiles como pterosaurios, ictiosaurios y plesiosaurios.Lógicamente, todo es una cadena que debe quedar bien cerrada: la definición anterior exige incorporar los términos saurópsido y pterosaurio, hoy ausentes, y aconseja corregir ictiosaurio y plesiosaurio (que aparece como ictiosauro y plesiosauro con definiciones defectuosas). Por otra parte, enlaza con términos ya incluidos, como los Periodos Triásico y Cretácico y la Era Terciaria.
Les pongo otro ejemplo. En este caso se trata de un informe exhaustivo de un especialista:
Inconsistencias, incorrecciones, atrasos y errores en las definiciones de términos relativos a la Ictiología en el Diccionario 2001 de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), por Alfonso L. Rojo (enlace al PDF)En este documento se habla de los problemas de consistencia interna en las definiciones relacionadas con los peces, así como casos de clasificaciones obsoletas o definiciones con errores, a veces de bulto. Les pongo una entrada de las muchas que se citan, según el DRAE:
Lamprea: pez del orden de los Ciclóstomos, de un metro o algo más de largo, de cuerpo casi cilíndrico, liso, viscoso y terminado en una cola puntiaguda. Tiene el lomo verde, manchado de azul, y, sobre él, dos aletas pardas con manchas amarillas, y otra, de color azul, rodeando la cola; a cada lado de la cabeza se ven siete agujeros branquiales. Vive asido a las peñas, a las que se agarra fuertemente con la boca. Su carne es muy estimada.Aparte de lo dudoso que resulta dar definiciones morfológicas prolijas (que suelen ser poco útiles e imprecisas), el autor señala que el Orden Ciclóstomos no existe (sería, en su caso, Petromyzontiformes, según el Catalogue of Life) y que la lamprea no vive, en absoluto, asida a la peñas por la boca, una leyenda absurda que se ha colado en el DRAE.
Problemas similares se presentan en las definiciones de tiburón, raya, esturión, etc., donde los errores e imprecisiones son abundantes.
Lamentablemente, una actualización de los términos científicos es muy compleja, no solo por los que faltan, sino por la coherencia interna de la información y la dificultad de los temas, de los que los académicos parecen no tener demasiado conocimiento. Pensando en ello se me ocurrió que podría pedir a algún académico que considerara que un poco de ayuda externa no les vendría mal. Hay miles de personas que estaríamos dispuestas a echar una mano dentro de nuestros campos de conocimiento a incorporar términos ausentes o depurar y corregir los actuales.
Un ejemplo de definición delirante, fíjense en eso de "los partidarios de la doctrina transformista". |
... para facilitar y canalizar la participación popular se ha creado recientemente un vehículo a tal efecto: la Unidad Interactiva del DRAE (UNIDRAE). Esta unidad, dependiente de la Secretaría de la institución, coordinadora de todas las comisiones de trabajo referentes al Diccionario, pretende atender, unificar, concentrar y agilizar el proceso de estudio, revisión y respuesta a las consultas externas que sobre el Diccionario llegan a esta Real Academia tanto por correo ordinario como por correo electrónico.En este PDF, aparentemente único, sobre la actividad de UNIDRAE se menciona haber recibido 288 sugerencias en un año, de las cuales fueron pasadas a consideración de los académicos 97 y aprobadas 76. Personalmente me parece muy poca actividad por lo que les animo a participar a modo de ensayo clínico: vamos a enviar sugerencias de vocabulario científico y comprobar si responden y, en su caso, que acogida tienen.
Respecto a las propuestas no he encontrado reglas explícitas pero sí algunas pistas; por ejemplo, en una de las cartas de respuesta mencionan lo siguiente:
... la Real Academia Española solo recoge en su Diccionario voces suficientemente documentadas en textos, preferentemente de autores de reconocido prestigio.Entiendo, por tanto, que cualquier propuesta de palabra nueva (clado, por ejemplo) tiene más probabilidad de ser aceptada si se acompaña de unas cuantas citas en libros. Respecto a qué autores científicos consideraría la Academia como de "reconocido prestigio" es algo en lo que prefiero no meterme.
El correo de la Unidad Interactiva del DRAE es unidrae@rae.es
Intentemos mejorar el diccionario, a ver si nos dejan.
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17 agosto 2013
Aumentando la profundidad de campo en macrofotografía
Se suele definir como objetivo "macro" aquél que es capaz de representar el objeto fotografiado sobre el sensor en una relación de, al menos, 1:1. Son objetivos que pueden enfocar correctamente a pocos cm consiguiendo así la relación de tamaño mencionada (o más).
El principal problema de estos objetivos es la escasa profundidad de campo que consiguen en estas tomas: puede ocurrir que enfoques a 10 cm y sólo consigas un par de mm de nitidez y el resto quede desenfocado. Lo mismo ocurre cuando se usan anillos de extensión o fuelles.
Por este motivo es habitual que en la fotografía de insectos, por ejemplo, aparezcan como la de abajo, donde solo el extremo de la alas está correctamente enfocado.
La solución a este problema es la técnica llamada en inglés "focus stacking". Se trata de realizar varias fotografías consecutivas del mismo objeto variando ligeramente el enfoque, desde lo más cercano a lo más lejano. Este conjunto de fotografías debe combinarse posteriormente para conservar solamente la zona bien enfocad de cada una de ellas.
Hay, por tanto, dos etapas: la toma fotográfica múltiple y el postproceso mediante el software apropiado. En el caso de la libélula, tomé 8 fotos consecutivas desde la mostrada arriba hasta la de abajo, enfocada en el extremo más lejano de las alas.
Los requerimientos para esta serie de fotos son pocos pero estrictos. El más importante es que el objeto debe estar inmóvil ya que cualquier cambio entre foto y foto impedirá el correcto "apilamiento" de la serie. La cámara, lógicamente, debe estar bien sujeta en un trípode, olvídense de tomas "a pulso". El enfoque debe ser manual y es deseable que el modo sea de prioridad de diafragma. Se comienza enfocando en el punto más cercano a la cámara y se va girando el anillo de enfoque e intervalos pequeños hasta finalizar con el punto más lejano.
No hay un número de fotos mínimo mientras logremos cubrir adecuadamente el objeto. El "revelado" de los RAW se hará en conjunto para hacer un buen ajuste de blancos y, si es necesario, recortando las fotos con un mismo marco.
La parte del procesado en el ordenador es más simple ya que hay aplicaciones diseñadas expresamente para el "focus stacking". En este caso, he utilizado CombineZP porque funciona bien y es gratuita pero en el enlace a la Wikipedia puede encontrarse un listado con una docena de opciones.
El resultado de apilar 8 fotografías lo tienen abajo (pinchar encima para ver la imagen a su tamaño completo).
Como pueden suponer, esta técnica no está limitada a la macrofotografía y pueden encontrarse ejemplos interesantes como este profundo paisaje con hojas en primerísimo plano.
El principal problema de estos objetivos es la escasa profundidad de campo que consiguen en estas tomas: puede ocurrir que enfoques a 10 cm y sólo consigas un par de mm de nitidez y el resto quede desenfocado. Lo mismo ocurre cuando se usan anillos de extensión o fuelles.
Por este motivo es habitual que en la fotografía de insectos, por ejemplo, aparezcan como la de abajo, donde solo el extremo de la alas está correctamente enfocado.
Foto 1. Se ha enfocado sobre el extremo de las alas más cercano a la cámara. |
Hay, por tanto, dos etapas: la toma fotográfica múltiple y el postproceso mediante el software apropiado. En el caso de la libélula, tomé 8 fotos consecutivas desde la mostrada arriba hasta la de abajo, enfocada en el extremo más lejano de las alas.
Foto 2. Se ha enfocado sobre el extremo de las alas más lejano a la cámara. |
No hay un número de fotos mínimo mientras logremos cubrir adecuadamente el objeto. El "revelado" de los RAW se hará en conjunto para hacer un buen ajuste de blancos y, si es necesario, recortando las fotos con un mismo marco.
La parte del procesado en el ordenador es más simple ya que hay aplicaciones diseñadas expresamente para el "focus stacking". En este caso, he utilizado CombineZP porque funciona bien y es gratuita pero en el enlace a la Wikipedia puede encontrarse un listado con una docena de opciones.
El resultado de apilar 8 fotografías lo tienen abajo (pinchar encima para ver la imagen a su tamaño completo).
Libélula del género Sympetrum esperando amablemente a que terminara la serie de 8 fotografías. |
Etiquetas:
fotografía,
macrofotografía
Etiquetas, Bitacoras.com: fotografía , macrofotografía
23 junio 2013
Acueducto de San Lázaro, la visión romántica (1800) y la actual (2012)
Los restos del acueducto de San Lázaro aparecen por vez primera en Voyage pittoresque et historique en Espagne (1807/1818) de Alexandre de Laborde. Los 349 dibujos fueron obra de varios artistas, destacando entre ellos Jacques Moulinier y François Ligier, y reflejaron una visión ilustrada y romántica de España acorde con la época napoleónica.
Laborde fue nombrado agregado cultural de la embajador de Francia en España en 1800. Los viajes que dieron origen a los volúmenes del Voyage pittoresque se realizaron entre 1798 y 1806. La guerra iniciada en 1808 puso final al proyecto, cuya edición en 4 tomos fue pagada finalmente por el propio Laborde.
Me ha parecido interesante traer aquí una reproducción del grabado del Voyage y un foto actual del llamado hoy acueducto de San Lázaro. A pesar de que la construcción ha cambiado poco, es curioso observar las diferencias, especialmente en los arcos y pilares más alejados que hoy aparecen más completos (?).
Laborde fue nombrado agregado cultural de la embajador de Francia en España en 1800. Los viajes que dieron origen a los volúmenes del Voyage pittoresque se realizaron entre 1798 y 1806. La guerra iniciada en 1808 puso final al proyecto, cuya edición en 4 tomos fue pagada finalmente por el propio Laborde.
Me ha parecido interesante traer aquí una reproducción del grabado del Voyage y un foto actual del llamado hoy acueducto de San Lázaro. A pesar de que la construcción ha cambiado poco, es curioso observar las diferencias, especialmente en los arcos y pilares más alejados que hoy aparecen más completos (?).
Grabado en el libro de Laborde |
Fotografía actual, donde se observan unas proporciones algo diferentes en los arcos y el último pilar en un aparente mejor estado. La foto en tamaño completo (2165 x 2523) puede descargarse en mi cuenta de Flickr) |
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