En la Europa de la libertades, un tribunal ha decidido que comparar el libro X con el libro Y puede ser motivo suficiente para encarcelarte. ¿Extraño, no? Pues resulta que un tipo llamado Geert Wilders, presidente del
Partido por la Libertad holandés, dijo que El Corán es "un libro fascista como el
Mein Kampf".
Wilders reconoce abiertamente que detesta el islam y sostiene sin tapujos que es una ideología peligrosa y violenta. A partir de ahí, la frase citada sirvió para que se la haya abierto un juicio por "incitación al odio, discriminación e insultos a los musulmanes" ante el cual Wilders dice que simplemente hace uso de su libertad de expresión para manifestar su opinión .
En la mía, que la comparación sea justa o sea una tontería no es importante. Tampoco es la cuestión de fondo estar de acuerdo o no con Wilders respecto al carácter del Corán. La cuestión es mucho más profunda y relevante ¿puedo expresar en público la opinión de que el Corán incluye contenidos que son una amenaza para, por ejemplo, las sociedades occidentales sin que eso sea considerado incitación al odio? ¿Toda opinión crítica al Corán será considerada un insulto a los musulmanes y me llevará a juicio?
El caso es que en países laicos parece que algunos tribunales empiezan a acotar la libertad de expresión trazando límites que casualmente siempre coinciden con la superficie de la religión islámica.
Avisos hubo, no hay que negarlo. Nos caímos del guindo al enterarnos de la
fatwa del ayatolá Jomeini en 1989 llamando al asesinato del escritor Salman Rushdie por blasfemia y apostasía. El
affaire de las caricaturas de Mahoma publicadas en un diario danés en el año 2005 nos hizo evidente que la condena de Rushdie no nos era tan ajena como pudo parecer en un principio. En este caso, el gobierno danés defendió la libertad de expresión y se negó a ceder a las presiones que, lamentablemente, fueron ejercidas no solo por países islámicos sino también por los EE.UU. y Gran Bretaña. Parece que fue aquí donde surgió la expresión mágica ya que estos últimos países calificaron las caricaturas como un
inaceptable incentivo al odio religioso y étnico. Además de numerosas y violentas manifestaciones en varios países islámicos, las representación consular de Dinamarca en Beirut y la embajada en Siria fueron incendiadas y el periódico amenazado. Ninguno de los casos pierde vigencia ya ue la fatwa de Rushdie sigue ne pie y en enero de este mismo año 2010 un tipo armado con un hacha intentó matar a uno de los dibujantes.
La equiparación de una caricatura con la "incitación al odio religioso y étnico" (¿étnico?) y la aplicación de esta expresión talismán a la comparación de los dos libros solo se explica por el miedo y por falta de convicción a la hora de defender derechos que nos hemos otorgado en un proceso largo y costoso. Es necesaria, en primer lugar, una reflexión sobre la solidez de nuestros principios y, en segundo, sobre intromisión de las religiones en las reglas sociales. Estamos en la sociedad de la tolerancia pero es necesario no sólo que la apliquemos nosotros sino que la exijamos al otro lado.