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08 julio 2008

El debate de las dos culturas

Carlos Elías dice en El País que “España es un país de letras, dominado por la gente de letras, en el que existe un problema de acoso a la ciencia". Está, por tanto, en la línea de Paul Davies:

"Durante muchos años los científicos fueron ignorados porque no eran escuchados; ahora que comienza a oírseles, se ven pisoteados por una mafia intelectual".

O de Stephen Jay Gould:

"Entre los intelectuales de letras hay algo así como una conspiración para acaparar el panorama intelectual y editorial, cuando de hecho hay un grupo de escritores no novelistas, de formación científica en su mayoría, con multitud de ideas fascinantes sobre lo que la gente desea leer. Y algunos de nosotros escribimos y nos expresamos bastante bien".

Antes de seguir me gustaría comentar que no me gusta esa visión victimista del científico acosado por los intelectuales (entiéndase "de letras"). Veo más incomprensión que acoso. Pero bueno, lean el artículo de don Carlos y luego seguimos. Por el momento vayamos brevemente a los antecedentes del asunto.

El problema de las "dos culturas" es viejo (al menos más que yo): una cultura clásica "de letras" se opone a una "cultura de ciencias" y viceversa. Entre ambos grupos, "intelectuales" y "científicos" se mantiene un abismo de incomprensión, indiferencia y frecuentemente de desprecio. Es habitual referirse a que se considera un inculto al que no sepa las obras de Quevedo o Delibes pero nadie se asombra de quien no sabe qué es un logaritmo o cuál es la velocidad de la luz.

La expresión anterior surgió en el artículo de Charles Percy Snow The Two Cultures en New Statesman (6 de octubre de 1956) aunque su lanzamiento a la fama fue por una conferencia del mismo título en la Universidad de Cambridge. Fue la tarde del 7 de mayo de 1959 y se presentó dentro de las Conferencias Rede. Snow era físico, novelista y alguna cosa más; murió en 1980 pero el debate que suscitó sigue vivo.

El propio Snow propuso unos años más tarde el surgimiento de una "tercera cultura", una especie de alianza donde los dos antiguos bandos hablan y se comunican. Su optimista predicción nunca se produjo pero surgió otra.

A mediados de los 90 apareció el libro de John Brockman "La tercera cultura. Más allá de la revolución científica", una recopilación de artículos publicada en español por Tusquets (Metatemas, 43). Hay una traducción de un artículo de Brockman en BilbaoPundit que debe leerse y que sirve de resumen.

Brockman plantea que el entendimiento entre las dos partes no se ha producido. Como consecuencia, su tercera cultura va por otro lado: los científicos están empezando a comunicarse directamente con la sociedad al ponerse a escribir para todos. Ejemplos como Sagan, Gould, Dennett, Penrose, Dawkins, Asimov... no solucionan el problema original pero contribuyen a alcanzar una meta tal vez más importante: la comprensión pública de la ciencia.

Debo reconocer que mi visión al respecto es contradictoria. Por un lado soy optimista ante la evidencia de que nunca se había hablado y escrito tanto de ciencia. A esto ayuda un nuevo fenómeno: el surgimiento de los blogs científicos, algo que no era previsible hace apenas diez años. Una vía de divulgación cómoda, anárquica, incontrolada e imparable, donde los presuntos acosos no tienen influencia.

También tenemos libros cuyas ventas hace pocos años hubieran sido residuales pero que hoy son relativos éxitos (por poner un ejemplo, el maravilloso Una breve historia de casi todo). Finalmente, cada vez conozco más personas de "letras" que adoptan métodos y prácticas de la ciencia para desarrollar sus disciplinas, desde filólogos hasta geógrafos (sí, la geografía en España ha sido más de letras que de ciencias, cosas que pasan). Noten que esto que he comentado son esfuerzos individuales y fuera de la educación reglada y de los planes de estudios oficiales.

Y por otra parte soy pesimista por la evolución de la cosa a nivel institucional y social.

En primer lugar, la incomunicación de las dos culturas parece haberse extendido incluso dentro de ellas y hoy podríamos tal vez hablar al menos de cuatro: tecnológica, científica, clásica (las "letras") y artística, como compartimentos estancos (anecdóticamente, conozco bien la incomunicación entre tecnólogos y científicos porque la he sufrido personalmente al sacar una plaza en una carrera de ingeniería).

En segundo lugar, no debemos olvidar que los que forman parte de los diversos conjuntos de "intelectuales" (aceptemos el término) son una minoría en la sociedad en general y los que poseen una cultura más allá de su burbuja de especialidad son una pequeña fracción de esa minoría. Lamentablemente, considero probable que su número disminuya aún más en las próximas décadas ya que nuestros planes educativos están obsesionados por el mercado laboral y por las habilidades. Esto lleva a que cada vez se tiene menos conocimiento del entorno y de la historia, menos contexto donde situarnos como personas. Creo que las consecuencias personales y sociales son demoledoras.

Aquí pueden leer las opiniones de unas cuantas personas sobre la tercera cultura. Y para terminar una cita de Snow, posiblemente procedente a pesar del tiempo transcurrido (creo que es de 1959):

[...] no tenemos una sola identidad y nuestra formación y ocupación profesionales no nos definen exhaustivamente. Habitamos identidades superpuestas [..] y ninguna de ellas domina por sí sola todo el tiempo ni determina coherentemente nuestras respuestas. [...] Uno de los riesgos de la vida académica es el modo en que su ethos y su organización nos alientan a exagerar el poder y la importancia de estas afiliaciones disciplinarias en desmedro de otros lazos y lealtades, a menudo más profundos.

Para que conozcan a John Brockman hablando brevemente de esto:

y, mejor, escribiendo en El Pais.

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