05 septiembre 2013

La imperiosa necesidad de mejorar el diccionario de la RAE

El diccionario de la RAE tiene unas 90000 entradas y se define como diccionario normativo que, según él mismo, es el que fija la regla que se debe seguir. El diccionario ha sido objeto de crítica y discusión por muchas de sus interpretaciones, nuevas incorporaciones o significados atribuidos a las palabras. Valgan unos pocos ejemplos: incorporaciones chocantes (muslamen, pechamen), invención innecesaria (cederrón, oenegé) o la españolización torturada de palabras foráneas que convivían pacíficamente con las españolas (güisquibluyín). Todo es discutible y todo es mejorable, especialmente si te dan una vía para contribuir a hacerlo.
En mi opinión, los términos científicos están contemplados con indiferencia o, para los mal pensados, con cierto desprecio.
Les pongo como ejemplo el post que Paleofreak escribió en su blog hace una temporada: Paleo-DRAE. de donde extraemos la definición de
Dinosaurio: se dice de ciertos reptiles fósiles que son los animales terrestres más grandes que han existido, con cabeza pequeña, cuello largo, cola robusta y larga, y extremidades posteriores más largas que las anteriores, y otros con las cuatro extremidades casi iguales, como el diplodoco. 
Como dice el autor, la descripción sólo coincide con un tipo particular de dinosaurios: los saurópodos. Ha habido dinosaurios pequeños, con cabeza enorme, con cuello corto (incluso dentro de los saurópodos)... Consecuentemente, la definición no aporta casi nada.
Según la definición actual del DRAE, este Compsognathus no sería un dinosaurio por enano.
¿Cuál sería una definición correcta? Bueno, yo no soy especialista en esto por lo que mi propuesta sería poco documentada. Podría aventurarse algo como lo siguiente (que los que saben me corrijan):
Dinosaurio: se agrupa bajo esta denominación a un conjunto de vertebrados saurópsidos que surgió en el Periodo Triásico, hace unos 235 millones de años y desapareció en la extinción masiva de Cretácico-Terciario, hace unos 65 millones de años. Los dinosaurios, aunque variados en muchas características, presentan algunos elementos anatómicos comunes, como tener las patas articuladas por debajo de la cadera en vez de por los laterales, algo que les diferencia de otros reptiles como pterosaurios, ictiosaurios y plesiosaurios.
Lógicamente, todo es una cadena que debe quedar bien cerrada: la definición anterior exige incorporar los términos saurópsido y pterosaurio, hoy ausentes, y aconseja corregir ictiosaurio y plesiosaurio (que aparece como ictiosauro y plesiosauro con definiciones defectuosas). Por otra parte, enlaza con términos ya incluidos, como los Periodos Triásico y Cretácico y la Era Terciaria.

Les pongo otro ejemplo. En este caso se trata  de un informe exhaustivo de un especialista:
Inconsistencias, incorrecciones, atrasos y errores en las definiciones de términos relativos a la Ictiología en el Diccionario 2001 de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), por Alfonso L. Rojo (enlace al PDF)
En este documento se habla de los problemas de consistencia interna en las definiciones relacionadas con los peces, así como casos de clasificaciones obsoletas o definiciones con errores, a veces de bulto. Les pongo una entrada de las muchas que se citan, según el DRAE:
Lamprea: pez del orden de los Ciclóstomos, de un metro o algo más de largo, de cuerpo casi cilíndrico, liso, viscoso y terminado en una cola puntiaguda. Tiene el lomo verde, manchado de azul, y, sobre él, dos aletas pardas con manchas amarillas, y otra, de color azul, rodeando la cola; a cada lado de la cabeza se ven siete agujeros branquiales. Vive asido a las peñas, a las que se agarra fuertemente con la boca. Su carne es muy estimada.
Aparte de lo dudoso que resulta dar definiciones morfológicas prolijas (que suelen ser poco útiles e imprecisas), el autor señala que el Orden Ciclóstomos no existe (sería, en su caso, Petromyzontiformes, según el Catalogue of Life) y que la lamprea no vive, en absoluto, asida a la peñas por la boca, una leyenda absurda que se ha colado en el DRAE.
Problemas similares se presentan en las definiciones de tiburón, raya, esturión, etc., donde los errores e imprecisiones son abundantes.

Lamentablemente, una actualización de los términos científicos es muy compleja, no solo por los que faltan, sino por la coherencia interna de la información y la dificultad de los temas, de los que los académicos parecen no tener demasiado conocimiento. Pensando en ello se me ocurrió que podría pedir a algún académico que considerara que un poco de ayuda externa no les vendría mal. Hay miles de personas que estaríamos dispuestas a echar una mano dentro de nuestros campos de conocimiento a incorporar términos ausentes o depurar y corregir los actuales.
Un ejemplo de definición delirante, fíjense en eso de "los partidarios de la doctrina transformista".
Cuando me puse manos a la obra me encontré con la sorpresa de que ya existe dicha vía. Se llama UNIDRAE, Unidad Interactiva del DRAE y cuya responsable es Silvia María Fernández Alonso. Lamentablemente solo existe un correo electrónico y un PDF un tanto cutre pero que trae algunos ejemplos. La idea se resume en  una de sus páginas:
... para facilitar y canalizar la participación popular se ha creado recientemente un vehículo a tal efecto: la Unidad Interactiva del DRAE (UNIDRAE). Esta unidad, dependiente de la Secretaría de la institución, coordinadora de todas las comisiones de trabajo referentes al Diccionario, pretende atender, unificar, concentrar y agilizar el proceso de estudio, revisión y respuesta a las consultas externas que sobre el Diccionario llegan a esta Real Academia tanto por correo ordinario como por correo electrónico.
En este PDF, aparentemente único, sobre la actividad de UNIDRAE se menciona haber recibido 288 sugerencias en un año, de las cuales fueron pasadas a consideración de los académicos 97 y aprobadas 76. Personalmente me parece muy poca actividad por lo que les animo a participar a modo de ensayo clínico: vamos a enviar sugerencias de vocabulario científico y comprobar si responden y, en su caso, que acogida tienen.
Respecto a las propuestas no he encontrado reglas explícitas pero sí algunas pistas; por ejemplo, en una de las cartas de respuesta mencionan lo siguiente:
... la Real Academia Española solo recoge en su Diccionario voces suficientemente documentadas en textos, preferentemente de autores de reconocido prestigio.
Entiendo, por tanto, que cualquier propuesta de palabra nueva (clado, por ejemplo) tiene más probabilidad de ser aceptada si se acompaña de unas cuantas citas en libros. Respecto a qué autores científicos consideraría la Academia como de "reconocido prestigio" es algo en lo que prefiero no meterme.
El correo de la Unidad Interactiva del DRAE es unidrae@rae.es
Intentemos mejorar el diccionario, a ver si nos dejan.

17 agosto 2013

Aumentando la profundidad de campo en macrofotografía

Se suele definir como objetivo "macro" aquél que es capaz de representar el objeto fotografiado sobre el sensor en una relación de, al menos, 1:1. Son objetivos que pueden enfocar correctamente a pocos cm consiguiendo así la relación de tamaño mencionada (o más).
El principal problema de estos objetivos es la escasa profundidad de campo que consiguen en estas tomas: puede ocurrir que enfoques a 10 cm y sólo consigas un par de mm de nitidez y el resto quede desenfocado. Lo mismo ocurre cuando se usan anillos de extensión o fuelles.
Por este motivo es habitual que en la fotografía de insectos, por ejemplo, aparezcan como la de abajo, donde solo el extremo de la alas está correctamente enfocado.
Foto 1. Se ha enfocado sobre el extremo de las alas más cercano a la cámara.
La solución a este problema es la técnica llamada en inglés "focus stacking". Se trata de realizar varias fotografías consecutivas del mismo objeto variando ligeramente el enfoque, desde lo más cercano a lo más lejano. Este conjunto de fotografías debe combinarse posteriormente para conservar solamente la zona bien enfocad de cada una de ellas.
Hay, por tanto, dos etapas: la toma fotográfica múltiple y el postproceso mediante el software apropiado. En el caso de la libélula, tomé 8 fotos consecutivas desde la mostrada arriba hasta la de abajo, enfocada en el extremo más lejano de las alas.
Foto 2. Se ha enfocado sobre el extremo de las alas más lejano a la cámara.
Los requerimientos para esta serie de fotos son pocos pero estrictos. El más importante es que el objeto debe estar inmóvil ya que cualquier cambio entre foto y foto impedirá el correcto "apilamiento" de la serie. La cámara, lógicamente, debe estar bien sujeta en un trípode, olvídense de tomas "a pulso". El enfoque debe ser manual y es deseable que el modo sea de prioridad de diafragma. Se comienza enfocando en el punto más cercano a la cámara y se va girando el anillo de enfoque e intervalos pequeños hasta finalizar con el punto más lejano.
No hay un número de fotos mínimo mientras logremos cubrir adecuadamente el objeto. El "revelado" de los RAW se hará en conjunto para hacer un buen ajuste de blancos y, si es necesario, recortando las fotos con un mismo marco.
La parte del procesado en el ordenador es más simple ya que hay aplicaciones diseñadas expresamente para el "focus stacking". En este caso, he utilizado CombineZP porque funciona bien y es gratuita pero en el enlace a la Wikipedia puede encontrarse un listado con una docena de opciones.
El resultado de apilar 8 fotografías lo tienen abajo (pinchar encima para ver la imagen a su tamaño completo).

Libélula del género Sympetrum esperando amablemente a que terminara la serie de 8 fotografías.
Como pueden suponer, esta técnica no está limitada a la macrofotografía y pueden encontrarse ejemplos interesantes como este profundo paisaje con hojas en primerísimo plano.

23 junio 2013

Acueducto de San Lázaro, la visión romántica (1800) y la actual (2012)

Los restos del acueducto de San Lázaro aparecen por vez primera en Voyage pittoresque et historique en Espagne (1807/1818) de Alexandre de Laborde. Los 349 dibujos fueron obra de varios artistas, destacando entre ellos Jacques Moulinier y François Ligier, y reflejaron una visión ilustrada y romántica de España acorde con la época napoleónica.
Laborde fue nombrado agregado cultural de la embajador de Francia en España en 1800. Los viajes que dieron origen a los volúmenes del Voyage pittoresque se realizaron entre 1798 y 1806. La guerra iniciada en 1808 puso final al proyecto, cuya edición en 4 tomos fue pagada finalmente por el propio Laborde.
Me ha parecido interesante traer aquí una reproducción del grabado del Voyage y un foto actual del llamado hoy acueducto de San Lázaro. A pesar de que la construcción ha cambiado poco, es curioso observar las diferencias, especialmente en los arcos y pilares más alejados que hoy aparecen más completos (?).

Grabado en el libro de Laborde 
Fotografía actual, donde se observan unas proporciones algo diferentes en los arcos y el último pilar en un aparente mejor estado. La foto en tamaño completo (2165 x 2523) puede descargarse en mi cuenta de Flickr)

30 mayo 2013

Yo objeto (a la educación laica)

Este país va ha tomado rumbo a la Edad Media. Los viajes en el tiempo parecían imposibles pero un par de ministros alentados por ciertos grupos (capaces, parece, de decir cosas como esta) lo están consiguiendo sin despeinarse demasiado.
Hace un par de años redacté con un "manifiesto antilaico" ironizando sobre cosas que creía yo, inocente, que eran patrimonio de los ámbitos fundamentalistas en los EE.UU. Aprovecho hoy, con la que está cayendo, para retomarlo y ponerlo en boca del puñado de cavernícolas, pocos pero poderosos, que están detrás de las decisiones tomadas o anunciadas sobre la educación pública y la justicia. Hablando de las asignaturas en la educación, manifiesto que:
Objeto a la asignatura de Ciencias Naturales porque no tiene en cuenta la dimensión transcendental del hombre y sugiere que somos esencialmente iguales al resto de seres vivos.
Objeto a la asignatura de Matemáticas porque se desarrolla en un mundo autosuficiente, donde ningún dios aparece para igualar las ecuaciones.
Objeto a la Literatura porque habla de libros que nunca deberían haber sido escritos y cuya lectura debería estar prohibida porque sólo es necesario un único Libro.
Objeto, por supuesto, a la Física y la Química porque sugiere que todo funciona obedeciendo leyes comprensibles y que podemos entender sin intermediarios.
Objeto, faltaría más, a la educación en general porque cuanto más se sabe de este mundo menos se echa en falta que exista otro.
Objeto a mi vocación, la ciencia, porque por lo visto es cosa del demonio y yo, ejerciéndola, me convierto en su seguidor.
Objeto, ya puestos, a la inteligencia, porque si la uso Logos, que habla interpretando a Dios, me condena a la tortura eterna y además ella parece muy feliz tras renunciar a la razón.
En resumen, un mundo que se reduce a un libro de cuentos donde se ha renunciado a lo que nos hace humanos: la curiosidad, las ganas de entender y el instinto de iluminar la oscuridad. Sigan con salud mientras puedan.

30 marzo 2013

¿Elegir con libertad?

Discutía estos días en un blog aparentemente filosófico sobre la libertad de actuar. Su autor, llamémoslo J, defendía que el suicidio implicaba la creencia en otra vida posterior a la muerte, que los materialistas no se suicidaban y que la decisión de suicidarse nunca se tomaba con completa libertad. Las dos primeras afirmaciones son, para mí, absurdas, pero la tercera es más interesante y me recordó algunas nociones sobre decisión que doy en una asignatura.
Cuando tomamos un decisión estamos eligiendo entre al menos dos alternativas. En el caso del suicidio son justo eso, dos: suicidarse o no suicidarse. Lo que mi contertulio decía es que el suicida (hablamos de suicidio en el contexto de la muerte digna, ver el post Mortalidad y suicidio) no actúa con libertad ya que está condicionado por el dolor o por la depresión.
En ese contexto, nunca actuaríamos con libertad ya que será raro que una decisión de cierta transcendencia no esté afectada por factores del entorno. El problema, además, es que J usaba este argumento para intentar deslegitimar la decisión del suicidio en caso de enfermedad irreversible. En su visión, el suicidio asistido y la eutanasia estarían completamente prohibidos ya que el sujeto, aunque aparentemente estuviera de acuerdo y pidiera reiteradamente su propia muerte, no era realmente libre para hacerlo.


En mi opinión, J confundía la libertad de tomar una decisión con la ausencia de influencias. En el caso que comentaba de la asignatura que imparto, les digo a mis alumnos que en el proceso de decisión hay dos tipos de factores: influyentes y limitantes. Los primeros añaden peso o valor a unas alternativas y se lo quitan a otras. Los segundos se interpretan como barreras y pueden hacer que una alternativa sea descartable si no se cumple una condición determinada. En el típico ejemplo de ubicación de un vertedero, es un factor influyente la capacidad del mismo (cuanto mayor, mejor) mientras que el sustrato geológico es un factor limitante ya que si no es impermeable, la ubicación se descarta con independencia del resto de criterios. En las decisiones técnicas existen algoritmos que combinan los valores de los criterios para elegir la mejor alternativa, que no tiene que ser necesariamente óptima.
En las decisiones cotidianas la cuestión no se resuelve mediante un algoritmo pero el esquema es el mismo: hoy es sábado y debo decidir si salgo de compra para mañana o no. La lluvia es un factor influyente y el hecho de que casi no me queda pan también lo es. La lluvia me incita a quedarme en casa pero lo del pan me empuja a salir porque me gusta desayunar tostadas. ¿Por qué no lo hice ayer, que no llovía? Porque había un factor limitante: el comercio estaba cerrado, con lo que cualquier otro criterio deja de ser tenido en cuenta.

Mi hipótesis es que, no solo es posible tener libertad de elección en un escenario lleno de factores influyentes, sino que en nuestra vida sólo tomamos decisiones en ese tipo de escenarios.
Lo que defendía J es que, ante un dolor intenso en una enfermedad terminal, la decisión del suicidio no era libre. Mi visión es que el dolor no es más que un factor influyente y que la decisión, simplemente, lo tiene en cuenta: seguimos pudiendo elegir entre el suicidio o seguir viviendo. Si no hubiera enfermedad, la decisión sería vivir pero la libertad a la hora de decidir es la misma, sólo que una alternativa se hace más deseable en un caso y la otra puede que en el otro.

J planteaba que la decisión "correcta" es siempre no suicidarse: cuando no hay enfermedad terminal porque es lo razonable y cuando la hay porque esa circunstancia quita la libertad. Es un planteamiento que parece claramente mediatizado por la ideología (otro factor influyente). El error, en mi opinión, es obviar que la enfermedad terminal cambia por completo el escenario y que la decisión del suicidio, antes sin sentido, puede ser la adecuada (o no) en este momento.

En el tema que comentamos, el suicidio, no hay decisión sin factores influyentes pero eso no quita que yo pueda decidir. Como comentaba en post mencionado, en mi caso ya lo he hecho y ha sido en un escenario muy poco mediatizado ya que no padezco enfermedad alguna no dolor crónico. Cuando le dije eso a J no le gustó nada porque derrumbaba su hipótesis y no podía aceptar que alguien tomara es decisión fuera de un escenario de presión insoportable. Ahí terminamos nuestra discusión.


¿Es todo tan simple como lo he descrito? Sin duda no, hay factores influyentes que limitan nuestra libertad. Eso ocurre cuando las consecuencias de nuestra decisión generan reacciones más allá del ámbito estrictamente personal. Les pondré un ejemplo y les propondré una receta. Pongamos el caso del chador en países como Afganistán. Hay quien defiende que esa mujer que va completamente cubierta lo hace en ejercicio de su libertad, porque decide usar esa prenda en respeto a una tradición y guiada por sus propias convicciones. Puede ser así pero en este tipo de dilemas hay una forma de evaluar la potencial libertad de elección: preguntarse qué pasaría si esa mujer saliera vestida de otra forma, con pantalones, blusa y sin pañuelo en la cabeza. Si se imaginan ustedes lo mismo que yo, convendremos en que la libertad de elección es ese escenario es inexistente ya que la mujer acabaría detenida en el mejor de los casos.
¿Es posible que una mujer lleve chador voluntaria y libremente? La respuesta es que sí, que es posible, pero no en un escenario donde los condicionantes son de tal trascendencia que puede peligrar tu vida si optas por otra alternativa.

El caso del suicidio es similar en muchos países ya que la asistencia al mismo está penalizada. Mi decisión, de ser tomada, tendrá consecuencias en otras personas por lo que solo tengo libertad para decidir si no necesito ayuda de otras personas. Por eso es importante que las leyes despenalicen la asistencia al suicidio y exista una ley de eutanasia bien diseñada que evite los abusos pero que garantice la libertad de elección ante, sin duda, una decisión importante que debe ser tomada con el mínimo de injerencias externas.

16 marzo 2013

La universidad analfabeta

El blog La lista de la vergüenza ha ido reuniendo cursos, conferencias y eventos en universidades españolas. El nexo entre ellos es la vergüenza, el bochorno de que estas supuestas estructuras del saber sean capaces de admitir que se defienda en sus aulas cualquier chifladura fruto de la fértil imaginación humana. Todo vale, nada pasa aparentemente por ningún filtro salvo, en ocasiones el económico. ¿Por qué está pasando esto? ¿No son las universidades el último reducto donde la razón y el conocimiento está a salvo e impera sobre la pseudociencia, el mito y la superstición?
En un brevísimo intercambio de tuits con @eparquiodelgado hace unos días, él planteaba como explicación la ignorancia y yo, sin quitarle razón, propongo algo bastante peor que intentaré explicar brevemente.
Cuando se defendían los doctorados en la Universidad de Alcalá de Henares hace tres o cuatro siglos había que ser casi omnisciente ya que un tribunal te interrogaba en varias lenguas, durante varios días, sobre todo lo divino y lo humano. No es prudente, creo, añorar esa situación pero sí reparar en que entonces no existía una diferencia entre ciencias y letras, entre filosofía y matemática. Dentro de las limitaciones de la época, el doctor, y por extensión el profesorado, tenía una formación integral que cubría, perdonen la redundancia, todas las áreas del saber.

Clases de ecología en el campo (Asturias, 1985)
El primer problema surgió cuando las áreas de conocimiento se separaron debido a que el desarrollo de la ciencia y de las humanidades (incluyo aquí disciplinas no pertenecientes a las "ciencias duras") hizo que una persona normal no fuera capaz de abarcar el conjunto. Surgieron las dos culturas, las dos formas de ver y abordar el mundo.
El tema de las dos culturas ("ciencias" y "letras") ha sido objeto de numerosos debates aunque sigue sin solucionarse. Yo he hablado de él en algunos posts como por ejemplo El debate de las dos culturas. La polarización del saber tuvo consecuencias conocidas: cada bando desprecia al otro por, es para asombrarse, parcial y deficiente; cada profesor, esto es aún peor, no solo es absolutamente ignorante de las disciplinas "opuestas" sino que considera que estas son irrelevantes para su propio desarrollo personal.
En mi opinión, esa separación evolucionó a peor y comento en el post citado que hoy podríamos hablar de cuatro grandes áreas incomunicadas dentro de las universidades: tecnológica, científica, clásica (las "letras") y artística.
Un paso más en el desastre ha sido la especialización miope y creación de miniespacios compartimentados dentro de los cuales se realizan actividades que ignoran escandalosamente cualquiera otra que se produzca en el laboratorio del vecino. La especialización ha sido obligada ya que nadie es capaz de dominar un área completa ni estar al día de los avances de cualquier disciplina.
El detalle esencial de todo esto los problemas no vienen de la especialización por si misma sino de como se ha hecho, perdiendo la perspectiva general. Lamentablemente, entre mis experiencias académicas más traumáticas está el reparar en que el ingeniero de al lado no sabe qué es el número de Avogadro, que el físico al que llamo acepta sin despeinarse que los seres vivos tenemos una "energía vital" y que el biólogo amigo no es capaz de imaginarse como el Curiosity puede enviar a la Tierra las fotos que toma en Marte.
¿Cómo es posible esto? Les explico mi hipótesis. Soy responsable de una asignatura sobre metodología científica desde hace unos años pero, en vez de darla en primero o segundo de carrera, la imparto en un máster de investigación. En estos cursos me ha dado cuenta de que los alumnos, todos ellos licenciados o ingenieros, desconocen todo sobre lo que caracteriza a la ciencia y no han sido advertidos de que el espíritu crítico y la razón están en la base de toda actividad universitaria.
Actualmente las carreras no forman científicamente, sólo enseñan parcelitas de conocimiento consolidado y algunas habilidades. Ya se que generalizo y que existen, sin duda, excepciones por todos lados, pero me permito ser injusto con ellas para dar mi visión global y no alargarme.
La ausencia de formación de base sobre metodología científica, la inexistencia de formación sobre áreas ajenas, la nula valoración de la cultura científica general en el curriculum académico... todo ello ha llevado, en mi opinión, a un desenlace: en las universidades hay una incultura científica escalofriante.

Posado para la cátedra de homeopatía en la Universidad de Murcia financiada por Laboratorios Heel 
No pensemos, por tanto, que las universidades son estructuras sólidas y resistentes ante la tontería, un baluarte de la razón y del librepensamiento. Salvo excepciones no lo son, son débiles, expertas en microcampos de conocimiento y analfabetas en todo lo que se sale de ellos, que es el 99.999% de conocimiento científico. Un mosaico desarmado formado por piececitas de conocimiento desconectadas del mundo del saber.
Así, aunque la homeopatía, el reiki, el feng-shui, la aromaterapia, las flores de Bach... están tan desacreditadas por la ciencia como que los niños vienen de París [1], las universidades las aceptan como una visión más, un tanto exótica tal vez, pero sin que salte ninguna alarma en profesores, decanos y vicerrectores, todos ellos prisioneros en su minúscula burbuja.
¿Qué soluciones tiene este problema? Si les soy sincero, no las veo. Haría falta una reflexión revolucionaria sobre qué somos y qué servicios debe prestar la universidad y actualmente no somos capaces de hacerla. Haría falta un cambio radical en los planes de estudios, cada vez más centrados en el mercado laboral y menos en el saber integral y actualmente no existe la más mínima posibilidad de que esto ocurra. Tal vez la universidad española ha sobrepasado el punto de no retorno. Harían falta tantos cambios que mientras esperamos que lleguen, si es que llegan, no podemos seguir parados. A los profesores sensibles a este problema no nos queda otra que trabajar en nuestro ámbito de influencia, las aulas, intentando despertar en los actuales alumnos la duda sistemática, el pensamiento creativo, la reflexión y el sentido común. No cambiaremos todo, por supuesto, pero al menos haremos mejor nuestro trabajo y tal vez la semilla del pensamiento crítico (la base de toda cultura que merezca ese nombre) crezca en media docena de personas cada año. Quién sabe.


[1] No voy a extenderme con esto porque ya lo hice hace un tiempo en la serie de posts "Ciencia y no-ciencia" que pueden leer aquí: 12 y 3.


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