23 septiembre 2010

[Breves] Artículo gratuito en Investigación y Ciencia

Tienen más, claro, pero este es nuestro y puede descargarse sin coste. Lo encontrareis bajo el título El viento y la dispersión de las plantas. Corresponde al número de julio de este año.

21 septiembre 2010

Un hombre sin más

No podía dejar de hablar, aunque sea poco y aunque todo el mundo los haya hecho ya, sobre Labordeta. Es raro que un personaje me deje una huella profunda, debe ser falta de sensibilidad, pero de vez en cuando aparece alguno. Ya hice algunos posts dedicados a gente como Ernesto Sabato, Vicente Ferrer o Juan Rulfo.
Hoy toca uno más, un tipo de voz rotunda con la que lanzaba mensajes como piedras, nítidos y demoledores. A finales de los 70 pasaba yo por una época un tanto tormentosa de mi vida y una tarde de julio de uno de esos años recalé en un pueblo de Salamanca cuyo nombre he olvidado. Esa noche hubo un recital en un campo de las afueras y entre mis confusos recuerdos aparece cantando un tal José Antonio Labordeta.
No lo seguí en los años siguientes y reconozco que Labordeta nunca me llamó la atención como cantante. Luego fue posible conocerlo un poco mejor como persona y poco a poco pasó a formar parte de la escasa galería de gente a la que daría un abrazo si un día me cruzara con él por la calle. Hoy aprecio algunas de sus canciones porque lanzan esos mensajes simples que a veces necesitamos para que nos estremezcan y nos saquen del perpetuo sopor en que vivimos. Cada vez hay menos gente que consiga eso.

16 septiembre 2010

Confundiendo valor y precio: vendamos el patrimonio natural

Jaime Lamo de Espinosa es catedrático de economía en la UPM. En un artículo publicado en ABC habló de una nueva desamortización como solución al déficit del Estado. Me enteré por el blog de Curro Bonet y yo, como Curro, me he quedado de piedra y he decidido comentar también las ocurrencias del economista. Ya sabíamos que estábamos en manos del capital y de los mercados (esa escurridiza especie criptozoológica) pero este tipo de "soluciones" me ponen los pelos de punta. Les resumo la cosa.
Don Jaime dedica el primer párrafo a recordarnos que el Estado tiene un enorme déficit y que la cosa está muy chunga. En su segundo párrafo propone su ocurrencia: una desamortización de bienes públicos. No sé si ese término es conocido al otro lado del charco pero la definición de la Wikipedia es buena:
Consistió en poner en el mercado, mediante una subasta pública, las tierras y bienes no productivos en poder de las llamadas «manos muertas», es decir la Iglesia Católica o las órdenes religiosas y territorios nobiliarios, que los habían acumulado [por causas diversas].
Es decir, se vendió un patrimonio privado para engrosar las arcas del Estado, enajenando tierras, edificios e incluso bienes comunales. Los nuevos propietarios (a veces no tan nuevos) pagaban impuestos a partir de ese momento por lo que negocio fue redondo para el Estado.
Hoy nuestra legislación prohíbe enajenar propiedades. Cosas de la seguridad jurídica. Por lo tanto, don Jaime acude a los bienes públicos y cómo no, se fija en los montes. De sus cuentas sale que son enajenables unos 7,5 millones de hectáreas de "superficie forestal" (no cubierta de bosques necesariamente en la actualidad). Vendiendo 1/3 de las mismas, el Estado podría ingresar entre 7500 y 21000 millones de euros.
El párrafo siguiente esboza la ingeniería legal necesaria para semejante asunto. No es fácil pero él encuentra alguna solución. Me gusta especialmente la siguiente:
Los bienes comunales y demás de dominio público son inalienables, imprescriptibles e inembargables. No obstante, la ley permite la alteración de la calificación jurídica de los bienes previo expediente en el que se acredite su oportunidad y legalidad.
Es todo tan fácil ¿verdad? Me recuerda algo a aquello de Groucho Marx de "mis principios son estos pero si no le gustan tengo otros": la ley no permite embargar el terreno porque es comunal luego la solución es hacer un expediente para que deje de serlo y entonces vía libre. Con dos cojones.
Al final don Jaime reconoce que no tiene ni idea de si la cosa va a funcionar. Pero le da igual: enajenemos los bienes públicos y si sale mal pelillos a la mar.

Bosques de Quercus pyrenaica, enajenables, a vista de satélite.
El asunto me molesta especialmente porque el catedrático se olvida (o le da igual) que lo que propone es la pérdida definitiva y la muy probable degradación del poco patrimonio natural que las administraciones del Estado poseen. Dado que sólo le interesa el dinero, tampoco menciona qué posibles usos harían los nuevos propietarios de los terrenos enajenados ni qué actividades habría que permitir para que la compra fuera atractiva. Pequeños detalles que para don Jaime deben ser secundarios, probablemente despreciables ¿qué importa eso si los ayuntamientos tienen dinero fresco con el que seguir tirando?
La crisis no la ha provocado la naturaleza pero parece que dilapidar lo poco que nos queda en este país es la mejor solución que se le ocurre ¿no sería mejor, sólo sugiero, analizar lo que ha ocurrido y ponerle freno a los dislates de las entidades especuladoras? ¿No sería mejor controlar mucho más duramente el endeudamiento de las admisnitraciones? ¡Ah, que eso no se puede hacer!
Recordemos también, aunque tampoco lo diga él, que ese déficit se ha producido en buena parte por gastar más de lo que se tiene, por hacer las cuentas de la lechera previendo ingresos dudosos, por realizar, en suma, una pésima gestión del dinero público. Como dice Curro, hemos vivido importando riqueza del futuro a base de créditos, de forma que ese futuro se presentará en su momento despojado de recursos y de posibilidades, depredado, pidiendo que paguemos finalmente nuestras deudas.
La solución debe venir, parece ser, poniendo precio a los montes (ojo, que los desiertos no los comprará nadie) y vendiéndolos a cualquiera que esté dispuesto a pagar. Destruyamos lo que sea para sacar de apuros hoy a unas administraciones manirrotas. Mañana será otro día. Que nuestros hijos busquen sus propias soluciones creativas. Eso es lo que propone el doctor Lamo de Espinosa, catedrático de economía y, tiemblen, ingeniero agrónomo y exministro. Otro día hablamos de las diferencias entre valor y precio.

13 septiembre 2010

Quemar o no quemar (Coranes): elogio de la indiferencia y de la defensa de derechos

Gente como el "pastor" Terry Jones existe y existirá siempre (no caigan en la tentación casi irresistible de confundirlo con el miembro homónimo de los Monty Python). Son, por fortuna y por el momento, una minoría desquiciada y agresiva pero el desarrollo de esta pequeña historia ha mostrado que el problema que realmente debe solucionarse no son ellos. Me explico: con gente así tendremos que lidiar por pura estadística, jamás desaparecerán. Ante la imposibilidad de librarnos de ellos, la reacción más sana es la indiferencia ya que sus acciones sólo son ruido, no contienen nada valioso que merezca la pena escuchar. No quiero confundir la indiferencia con la tolerancia. Ser tolerante es aceptar el derecho que tienen los demás a hacer algo aunque este algo nos desagrade; la indiferencia añade un punto de desprecio y es, por lo tanto, algo más recompensante.

Quema de libros en Berlín, 10 de mayo de 1933

Esa deseable reacción de indiferencia no será unánime. Si Jones está, por hacer un símil estadístico, en una cola de la distribución, los del otro extremo reaccionarán de forma similar, posiblemente mimética, con lo que nosotros, que estamos en el medio, deberemos tratar a ambos de igual forma.
Pero analizando lo que ha pasado con el mencionado Jones podemos darnos cuenta de varias cosas:
el anuncio de la quema de Coranes por parte de este soplagaitas recibió una publicidad incomprensible que gracias a las escasas luces de los medios de comunicación alcanzó en pocas horas una repercusión internacional. Ese es el primer problema serio que deberíamos solucionar: la educación de los medios. Si eso no se produce, visto el facilísimo éxito mediático de la iniciativa, siempre habrá gente dispuesta a anunciar cualquier cosa con tal de aparecer en la televisión. Es tan barato...
El segundo problema ha sido la reacción de la mayoría de la sociedad estadounidense. La indiferencia no se produjo sino más bien una reacción en cadena de emociones dispares aderezada por intervenciones que nunca recomendaron la conducta más razonable: ignoren a ese payaso.
El tercer problema fue que nadie "importante" (al menos que yo sepa) defendió el derecho a quemar cualquier libro, estatua o fotografía que uno pueda tener. Quemar un Corán (o una Biblia) es un gesto que, aunque a mí me parezca innecesario, no tiene efecto alguno sobre las cosas. Es, o debería ser, como quemar una guía telefónica, "El capital" o, si nos ponemos a lo grande, las obras completas de Lenin.
Sin embargo, nadie se atrevió a plantear esa cuestión en un contexto de completo acojone ante la prevista ira islámica y sus posibles consecuencias.
Y eso nos lleva al otro lado. En este caso concreto desconozco la proporción de musulmanes que podrían ofenderse por esa anunciada combustión y tampoco sé cuántos de ellos estarian dispuestos a matar al autor de la ofensa. Temo, sin embargo, que la minoría no es aquí sólo una anécdota y que la acción violenta vía fatwa o cualquier otro pretexto es probable vista su persistencia en imponer el pensamiento mágico sobre la sociedad civil, sea ésta o no de la misma cuerda. Personalmente creo que ello refleja falta de fe porque un creyente de verdad no puede rebajar a su dios hasta el extremo de creer que puede ofenderse porque una reacción química degrade unos papeles en un rincón de este mundo. Pero bueno, muftíes y ayatolás tiene la iglesia por lo que ese tercer problema a solucionar es nuestro y se traduce en la falta de convicción a la hora de defender derechos elementales (digo elementales en su acepción de obvios) cuando a ellos se opone un grupo de fanáticos.

Relacionado: los libros arden tan bien.

04 septiembre 2010

Rebuznos en la universidad

Hace un tiempo critiqué a mi universidad por caer en una trampa absurda: aceptar asignaturas de contenido religioso como de libre elección (ver Excmo. 0 - Rvdmo 1). Un post un tanto ácido que terminaba
Ahora barra libre ¿por qué no acordar con musulmanes, budistas, testigos, cienciólogos y demás peña acuerdos semejantes? ¿O es que la UEX ha decidido que la religión católica es la única y la verdadera?
Luego podemos invitar a Rappel o cómo se llame el capullo ése a un máster, y al Padre Apeles a la lección inaugural del curso que viene. O poner una diplomatura en tarot.
Ya sabía entonces que tenía algunos poderes paranormales pero la precognición no era uno de ellos. Sin embargo, han bastado cuatro años para que toda esta basura que mencionaba al final del post se haya extendido en nuestras universidades. Homeopatía, astrología y toda sarta de majaderías aparecen con cierta abundancia en forma de maestrías, cursos de especialización o postgrado, etc. Lamentablemente, estas actividades son aprobadas por comisiones académicas con lo que no sólo podemos hablar de los espabilados que los proyectan sino de los grupos de mariachis en forma de comisiones que aceptan cualquier cosa que pueda meter dinero en las arcas universitarias. 
Las universidades que han caído tan bajo son demasiadas: León, Granada, Lleida, Sevilla, Alclá, Barcelona... Por suerte (bueno, por firme decisión de un grupo de colegas) están recogidas en un blog específico llamado propiamente La lista de la vergüenza que muchos de ustedes conocerán ya pero al que siempre hay que hacer publicidad.
Recordando el día en el que nos suicidamos homeopáticmente
 Les recuerdo, ya de paso, que si quieren un título en homeopatía no es necesario que pasen por caja de ninguna universidad y paguen los mil o dos mil euros que suelen costar estas cosas. Como descubrió Yamato, pueden hacer un breve curso online en Laboratorios Boiron (la farmacéutica homeopática que más cara vende el agua en el mundo) para obtener el diploma acreditativo de homeópata. Gratis y, por supuesto, ausente de todo contenido y ajeno a cualquier conocimiento científico. Lean una síntesis en este post de El retorno de los charlatanes.


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