29 agosto 2007

Razón, ciencia, anatema...

En "Ciencia versus religión", Stephen Jay Gould propone una visión de las relaciones entre ciencia y religión que difiere claramente a la de Richard Dawkins en "El espejismo de Dios". La idea central de Gould es que convivencia pacífica es posible si se realiza y respeta una nítida separación de ámbitos de competencia, lo que él llama "magisterios que no se superponen" —non-overlapping magisteria—. En resumen y sin matizar, un "zapatero a tus zapatos" donde las religiones se limitarían a actuar en el ámbito religioso sin interferir en aquellos otros donde la ciencia genera conocimiento objetivo y la ciencia a lo suyo sin meterse en camisas de once varas. Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia: sea anatema.

Gould se limita a las religiones cristianas en sus diversas variantes, católicos, protestantes de ramas diversas, Testigos de Jehová... y aborda a lo largo del libro debates históricos relacionados principalmente con el caso Galileo, los primeros debates darwinistas y la más actual corriente creacionista en los EE.UU.

La solución de Gould parece estupenda pero, en mi opinión, es tan bienintencionada como inexistente. Por un lado, es muy difícil definir los ámbitos de ambos magisterios sin superposición. Hay que tener en cuenta que las Iglesias se ocupan no sólo de la fe sino de la moral y en este último campo la injerencia es difícil de evitar. Véase, sólo por poner un par de ejemplos, la oposición al uso del preservativo en las relaciones sexuales o a la vacuna del papiloma humano en las niñas. En ambos casos, el argumento es que incita a la promiscuidad sexual, uno de las obsesiones morales de la Iglesia Católica, mientras que desde la ciencia está claro que preservativo y vacuna reducen la prevalencia de un conjunto no despreciable de enfermedades.

Refiriéndose al creacionismo y afines, Gould mantiene que el problema no es tan profundo como aparenta porque, en realidad, los literalistas bíblicos son una minoría y la inmensa mayoría de cristianos está abierta al avance de la ciencia. Ojalá tenga razón aunque recientes estadísticas sobre las creencias creacionistas/evolucionistas en los EE.UU. no son tranquilizadoras. De todas formas no se trata del número de fundamentalistas sino de su capacidad para influir en la sociedad, algo mucho más importante.

Tampoco tengo nada claro que la principal oposición venga de minorías fundamentalistas —que también y además arman más escándalo— sino que hay principios, al menos en la ortodoxia católica, que son claras injerencias en el papel de la razón en general y de la ciencia en particular. Estas injerencias pueden tener una repercusión enorme a pesar de ser aplicadas con sordina y sin la algarabía característica de los extremistas.

Gould recoge algunos de estos casos a través de citas de los documentos generados en el Concilio Vaticano I (1869-1870) convocado por el Papa Pío IX. He confirmado la corrección de esos párrafos porque su redacción, tal como aparece en el libro, deja muy pocas esperanzas de convivencia relajada entre el catolicismo y la ciencia.

El Concilio Vaticano I se conoce principalmente por hacer dogma de fe la doctrina de la infalibilidad papal pero hubo bastante más. Entre otras cosas, se quiso dejar clara la oposición a las corrientes racionalistas de la época, que ponían en entredicho tanto el poder terrenal del Papado, ya muy deteriorado respecto a los siglos anteriores, como la propia autoridad de la Iglesia en cuestiones que antes eran aceptadas sin más. Para solucionar estos problemas hubo una intensa dedicación a definir claramente "los errores del racionalismo, materialismo y ateísmo modernos" (1).

Se utilizó para ello un listado de proposiciones que terminaban, todas, en "sea anatema". Roma locuta est causa finita est. Asunto resuelto y a otra cosa, los católicos ya tienen una guía para sus relaciones con las razón. Gould incluye tres en su libro y yo he rescatado cinco que estoy seguro considerarán sugerentes; piensen si caen en alguno de estos errores, mi preferido es el cuarto:

Si alguno fuere tan osado como para afirmar que no existe nada fuera de la materia: sea anatema.
Si alguno dijere que la razón humana es de tal modo independiente que no puede serle mandada la fe por Dios: sea anatema.
Si alguno dijere que todos los milagros son imposibles [...] o que los milagros no pueden ser nunca conocidos con certeza, ni puede con ellos probarse legítimamente el origen divino de la religión cristiana: sea anatema.
Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia: sea anatema.
Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema.

No tengo noticia de que estos cánones hayan sido revisados en los últimos ciento treinta años pero mi impresión es que si se desea una convivencia armónica entre ciencia y religión católica, algunos de estos párrafos lo dificultan. La otra opción es que no haya demasiados científicos católicos porque recordemos que anatema conduce a excomunión. Menos mal que la mayor parte de los católicos desconoce la religión que dice profesar.

Respecto a los anatemas, hay más, yo he utilizado como fuente la Biblioteca Electrónica Cristiana donde encontrarán otros, resultado también del Vaticano I.

La referencia del libro de Gould (edición en español, traducida por Juandomènec Ros):

Stephen Jay Gould, 2007, Ciencia versus religión. Un falso conflicto. Drakontos Bolsillo, Crítica, Barcelona, 232 páginas.

En síntesis, el entendimiento es posible pero siempre que se cumplan las condiciones adecuadas, explicadas ya hace mucho tiempo:

"Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento". San Vicente de Lerins, Commonitorium primum, siglo V.

26 agosto 2007

¿Vida inorgánica?

Estos días se ha levantado cierto revuelo en internet sobre un trabajo publicado en el New Journal of Physics. La referencia concreta es la siguiente:

Tsytovich, V.N.; Morfill, G.E.; Fortov, V.E.; Gusein-Zade, N.G.; Klumov, B.A.; Vladimirov, S.V., 2007, From plasma crystals and helical structures towards inorganic living matter, New J. Phys., 9(8): 263-274.

El artículo puede descargarse completo en el enlace del título ya que la revista es de libre acceso.

El meollo de la cuestión es que Tsytovich y colegas dicen que han encontrado estructuras en el polvo espacial que tienen propiedades que asignamos a la "vida". La noticia ha dado lugar a comentarios como, por ejemplo, este:

Hallan en partículas inorgánicas de polvo espacial todas las propiedades de la vida

¿Puede la vida extraterrestre florecer a partir de pequeñas partículas inorgánicas de polvo interestelar? Esa es la pregunta que atormenta a los investigadores después de haber realizado un descubrimiento, cuando menos, intrigante: una serie de estructuras procedentes del espacio exterior que, a pesar de no estar basadas en el carbono, tienen características muy parecidas a las mostradas por las moléculas orgánicas que aquí, en la Tierra, dan sustento a la vida (ABC.es)

Normalmente, los noticieros y los blogs se han limitado a repetir la noticia con más o menos detalles. Pocos se han decidido a comentarla, de hecho sólo he encontrado a uno, Juan José Ibáñez, en cuyo blog aprendo mucho de edafología. Juanjo elabora dos posts (uno y dos) donde se muestra estusiasmado con los descubrimientos y se extraña de la poca repercusión del trabajo al menos en nuestro país. "¿Somos tan paletos?" pregunta.

Creo que no o, en todo caso, yo soy uno de ellos porque no me entusiasma la publicación de Tsytovich y colegas por los motivos que expondré después. Vaya por delante que el tema básico entra completamente en mi amplio campo de incompetencia pero hay cosas que creo que pueden ser comentadas a pesar de todo. Intentaré explicar primero la cuestión en términos generales extrayendo fragmentos del resumen:

Toda la vida terrestre está basada en el carbono y sus compuestos y no conocemos excepción a eso. Tsytovich et al. dicen que conjuntos de partículas en plasmas complejos pueden autoorganizarse de forma natural formando estructuras helicoidales con propiedades que suelen usarse para definir lo que llamamos "vida". Estas estructuras interactúan mostrando propiedades termodinámicas y evolutivas exclusivas de la materia viva. Por ejemplo: bifurcaciones que actúan como "marcas de memoria", autoduplicación, tasas metabólicas en un sistema termodinámico abierto... Y concluyen que estas estructuras poseen todas las propiedades necesarias para calificarlas como "vida inorgánica" con posible existencia en el espacio.

Verán que la cosa es muy fuerte. De hecho Tsytovich y colegas mencionan al final del artículo que la vida inorgánica tal vez haya "inventado" la orgánica.

En fin, asumiendo el riesgo de columpiarme y de romperme la crisma, al menos seré sincero: mi impresión es que Tsytovich y colegas han hecho un artículo que no es mucho más que una elucubración.

La primera cuestión, esencial, es que los autores no han descubierto nada real. La noticia no existe tal como se plantea. Los resultados que presentan no responden a observaciones reales sobre la materia sino a simulaciones realizadas con un ordenador. Ya he manifestado antes en otros posts de este blog que las simulaciones no tienen valor de demostración. Como mucho, son prospecciones sometidas a los riesgos inherentes a los modelos, cuya relación con el objeto real debe ser comprobada, cosa que no se ha hecho en ese trabajo.

La segunda cuestión, tampoco banal, es que no hay evidencia de que las estructuras reales tengan las propiedades que aparecen en algunas de las simulaciones. De hecho, ni siquiera me queda claro que la existencia de estructuras helicoidales iguales a las simuladas esté confirmada.

Y la tercera cuestión es sobre la transmisión de información contenida en las estructuras helicoidales, cuestión que sería esencial para hablar de "vida". Según los autores, las estructuras pueden tener "bifurcaciones" —dos estados de diferente diámetro― cuya secuencia podría codificar información. Pero hasta donde entiendo, no se ha demostrado que contengan información alguna y mucho menos que esa información sea relevante para una posible replicación y éxito en un mecanismo de competencia tampoco descubierto.

Creo que con cualquiera de esas tres objeciones la espectacularidad de algunos titulares y declaraciones del autor principal quedan algo aguadas. También quiero comentar un detalle que creo manifiesta un deseo de llamar la atención algo fuera de lugar: se insiste que las estructuras helicoidales son "similares a las del ADN".

"Similar al ADN" es una frase espectacular pero gratuita ¿similar en qué? Pues de lo leido, la "similitud" no es más que formal y relativa al aspecto helicoidal ya que lo poco que comentan sobre la posible replicación, además de ser puramente especulativo, no tiene nada que ver con lo que se conoce del ADN, su estructura y su funcionamiento. Eso sí, llama la atención. Pero además ¿sería realmente relevante esta similitud? Según ellos, estamos hablando de "vida" esencialmente diferente de la conocida hasta ahora por lo que, al menos en mi opinión, la estructura replicante podría tener cualquier forma siempre que se mostrara su funcionalidad para el objetivo de la replicación —cosa que aquí no se ha producido—. Que fuera o no helicoidal no añadiría ni quitaría verosimilitud. Por cierto, el ADN es una molécula y nadie hasta donde conozco le atribuye la propiedad de estar viva como pretende Tsytovich con sus hélices.

En fin, que mi impresión del artículo es que los autores se han dejado arrastrar por un estusiasmo que no parece justificado por lo que describen. Seguramente esté yo equivocado, el tiempo lo dirá, pero hay un tufillo a amarillismo científico que debería disiparse. Mientras tanto, no parece que haya habido reacciones al trabajo salvo las repetitivas notas de prensa y blogs. A ver si en los próximos números de New Journal of Physics se abre algún debate o todo se diluye en un vórtice de polvo virtual.

Para terminar, quisiera dejar claro que no tengo mayores razones para negar la posible existencia de vida extraterrestre ni, supuesta ésta, de vida no basada en el carbono. Es una de esas posibilidades sobre las que no existe evidencia ni a favor ni en contra por lo que afirmar o negar carece de sentido.

Nota: el artículo parece basarse en las observaciones de The Plasma Crystal Experiment que se lleva a cabo en la Estación Espacial Internacional con el objetivo de estudiar el comportamiento del plasma en condiciones de microgravedad. Tsytovich no parece pertenecer a este grupo aunque alguno de los coautores sí.

24 agosto 2007

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Pues eso, se me ocurrió pasar algunos a PDF y hacer alguna anotación:



20 agosto 2007

Gulen (13.12.1893-28.4.1895)

El 17 de junio de 1896, un gentlemen con traje de cuadros estrechaba una mano grasienta en cuyo otro extremo estaba un individuo greñudo y apestoso vestido con prendas indefinibles negras de hollín. El aspecto de este segundo individuo no era de extrañar ya que llevaba 16 meses sobreviviendo sobre los hielos del casquete polar ártico lo que incluía un invierno completo. Este último era el noruego Fridtjof Nansen y el primero el inglés Frederick Jackson.

La historia comenzó años antes aunque podríamos fijar su etapa madura en una conferencia impartida por Nansen ante la Sociedad Geográfica de Londres en noviembre de 1892. Nansen era ya conocido como explorador polar por la nada desdeñable hazaña de haber cruzado Groenlandia sobre esquíes pero la idea que proponía no tenía nada que ver con las técnicas convencionales de exploración polar. Nansen había llegado a la conclusión de que la banquisa ártica no permanecía estática en su conjunto sino que las placas de hielo derivaban llevadas por las corriente marinas. La clave de su idea era la hipótesis de que estas corrientes podrían arrastrar un barco varado sobre los hielos hacia el Norte y llegar muy cerca del Polo geográfico. La estrategia era, por tanto, acercar un barco a la banquisa en el verano, dejarse atrapar por los hielos y viajar "cómodamente" con ellos hasta salir de nuevo a aguas libres por el otro extremo del casquete polar. No se planteaba como objetivo la conquista del Polo Norte pero bueno, si se ponía a tiro tampoco iban a rechazar la oportunidad.

Nansen era prudente tanto respecto al derrotero como al material. Por ejemplo, planteaba que la travesía duraría probablemente tres años y tal vez hasta cinco. Lógicamente, durante este tiempo las necesidades básicas deberían estar garantizadas en lo posible: comida, combustible, entretenimiento y, sobre todo, seguridad.

Los precedentes eran malos: unos años antes, en 1879, el Jeanette se vió atrapado por los hielos al Norte de Siberia. La presión aplastó su casco con el resultado de la muerte de casi toda la tripulación, bien en el naufragio, bien en la huida en botes hacia las costas siberianas. Algunos restos del Jeanette aparecieron tres años después en el otro lado de los hielos, en la costa Oeste de Groenlandia. Este fue uno de los argumentos usados por Nansen para apoyar su idea de una corriente a través del Polo que habría transportado estos restos.

Para evitar la catástrofe, Nansen tuvo muy claro que el barco debía ser especial, no uno convencional más o menos adaptado a la expedición. Así se construyó el Fram, con 39 m de eslora, 11 de manga y 400 t de registro bruto. Entre las novedades destacaba la forma del casco, de sección redondeada y sin quilla aparente, con el fin de que el hielo, al comprimirlo, lo levantase en vez de aplastarlo. El Fram era original en muchos otros aspectos. Además de su forma, la protección contra el frío incluia calefacción, múltiples revestimientos en las paredes y suelos, cuatro puertas en cada escalera de salida al exterior, ventanas con triple vidrio... Pero, además, contaba por primera vez con iluminación eléctrica mediante lámparas de arco. Para alimentar la dinamo cuando la máquina de vapor estuviera parada se incorporó un generador eólico desmontable que funcionó a la perfección. Fue embarcada comida para cinco años, tanto para la tripulación como para los treinta perros. Su elección y empaquetado, en latas herméticas o cajas de zinc soldadas, lograron su conservación y evitaron el escorbuto.

A finales de julio de 1893, el Fram abandonaba las tierras noruegas en su extremo noreste y se dirigió hacia las islas de Nueva Siberia para dejarse atrapar, cosa que ocurrió a finales de septiembre. Los tripulantes se organizaron para pasar una larga noche polar que según el diario de Nansen transcurrió con comodidad y sin problemas.

La deriva no les llevó al Polo Norte pero les acercó mucho ya que el 9 de abril de 1895 llegaron a la latitud más septentrional nunca alcanzada: 86º 14'. Habían pasado casi dos años desde su salida. Pero Nansen no había esperado tanto. Mientras transcurrían los meses dedicados a las observaciones científicas y al mantenimiento y conservación de la nave, la idea de alcanzar el Polo no le abandonaba. Consideraba que si tenían un poco de suerte con el estado del hileo podían alcanzar la meta sin demasiado esfuerzo. Se equivocaba.

El Fram varado en los hielos

El 14 de marzo de 1895, en los 84º N, Hjalmar Johansen y Fridtjof Nansen abandonaron el Fram con 3 trineos cargados con unos 240 kg de peso cada uno (incluyendo 2 kayaks) y 28 perros. Llevan comida para un centenar de días, tiempo suficiente para cubrir los 665 km que les separan del Polo Norte y regresar hacia el Sur.

Nansen y Johansen abandonan el Fram y parten hacia el Polo Norte

Pero las previsiones optimistas de Nansen no se cumplen. Apenas tres semanas después, tras recorrer penosamente 220 km deciden volver. Habían llegado a los 86º 14', el punto más septentrional alcanzado hasta la fecha, pero las malas condiciones del hielo, todo bloques y grietas, el gran peso de los trineos y problemas con los perros, algunos de los cuales mueren de agotamiento o de convulsiones, les persuaden de la inutilidad del esfuerzo. La distancia media recorrida fue de apenas 10 km diarios mientras que la temperaturas nocturnas bajaban de -40 ºC. Lamentablemente no pueden volver a la comodidad del Fram porque no saben donde está. Deberán alcanzar la Tierra de Francisco José, a más de 600 km al SO.

Semana tras semana avanzan lentamente. Verán después que su camino se cruza con el del Fram, aunque a destiempo. Poco a poco empiezan a matar a los perros más débiles, que sirven de comida a los demás. Algunos se niegan al principio a probar esa carne pero cuando el hambre aprieta acaban cediendo. A mediados de mayo les quedan doce, a finales sólo siete. Johansen cumple 28 años.

A los tres meses de salir del Fram no han encontrado tierra firme a pesar de que sus cálculos les decían que debían haber llegado. En realidad, y a pesar de haber perdido el odómetro en uno de los múltiples vuelcos y accidentes, los cálculos eran correctos sólo que la tierra que esperaban, supuestamente avistada por otros exploradores, no existía. En junio han tenido que racionar la comida, muy escasa, y todos, perros y hombres, están hambrientos. Aunque llevan armas de caza no ven nada vivo en esta travesía hasta que el 22 de junio logran cazar una foca.

A partir de aquí deciden usar los canales en vez de evitarlos. Suben los trineos a los kayaks y reman hacia el Sur con los tres perros que quedan, acampando sobre bloques flotantes para dormir. La tierra no aparece hasta finales de julio en el horizonte. Les parece cercana pero aún tardarán quince días en llegar. Se trata de un islote del NE del archipiélago de la Tierra de Francisco José.

El viaje sigue semana tras semana. Ya no hay perros. Aparecen plantas entre las rocas y a mediados de agosto llegan a lo que parece, por fin, un mar abierto. Pero Nansen y Johansen se dan cuenta de que se les acaba el verano y entre días de mal tiempo y vientos en contra deciden construir un refugio para invernar en una isla que luego bautizarán como Isla Jackson. Sin herramientas, arrancan piedras del suelo helado y levantan poco a poco unas paredes de apenas un metro de altura intentando sellar los huecos con musgo. Cavan en el suelo con huesos de morsa y un patín de trineo pero está lleno de piedras y no llegan a igualarlo bien. El techo tienen que hacerlo con pieles de morsa que cazan en los alrededores y un tronco que encuentran varado. También abaten osos blancos cuya carne será la base de la monótona comida durante varios meses. La grasa de morsa les sirve para alimentar una cocinilla y un fanal.

En el diario de Nansen hay grandes vacíos en estos 9 meses ya que intentan pasar el tiempo durmiendo lo máximo posible. Las condiciones son malas, con mucho frío, viento y humedad. Sus ropas se les caen a pedazos e intentan no salir de los sacos que se han confeccionado con piel de oso.

El refugio de invierno

No pueden reemprender la marcha hasta el 19 de mayo. Uniendo sus kayaks en forma de catamarán e improvisando una vela navegan hacia el Sur y el 17 de junio de 1896 llegan a Cabo Flora. Una noche, en uno de sus campamentos, les parece oir ladridos a lo lejos. Por la mañana, 16 meses después de dejar la seguridad del Fram, Nansen se encuentra con Jackson. La conversación debería ser tan famosa como la de Livingstone y Stanley:

—¿No es Vd. Nansen?
—Sí, soy yo.
—¡Por Júpiter! Me alegro de verle.

Jackson está esperando un barco de avituallamiento que devolverá a los dos supervivientes, ya limpios, a Noruega.

En la Tierra de Francisco José

Apenas un par de semanas después, el 20 agosto de 1896, Nansen recibe la buena noticia de que el Fram ha aparecido después de tres años de su partida. Se reunen todos en el puerto de Tromsø. Como Nansen y Johansen, han pasado este último invierno polar confinados pero en inmejorables condiciones.

Si han llegado leyendo hasta aquí tal vez se pregunten quien era el Gulen que da título a este post. Gulen era uno de los perros y Nansen lo menciona en su diario de esta forma:

En el transcurso del día le llegó la hora a Gulen. Apenas se sostenía en pie, completamente extenuado. ¡Pobre animal! Trabajó leal, bondadosa y valientemente hasta su última hora y en pago a sus servicios iba a ser sacrificado para servir de comida a sus compañeros. Gulen nació en el Fram el 13 de diciembre de 1893 y, auténtico hijo de la noche polar, nunca vió otra cosa que nieve y hielo.

Gulen fue sacrificado el 28 de abril de 1895.

En 1922, a Fridtjof Nansen se le concedió el Premio Nobel de la Paz por su actividad en defensa de los refugiados y exiliados.

Un buen libro para seguir esta travesía:

Fridtjof Nansen
En la noche y entre los hielos. La expedición polar noruega de 1893 a 1896.
Planeta, Col. Viajes y Aventuras, Booket 9056, 1ª ed. junio de 2004. ISBN 84-08-05332-9.

Existe el Museo del Fram en Noruega.

16 agosto 2007

[Breves] El Amigo de Ulises nos hace un regalo

Hice un par de posts recomendando el decapitado programa Vanguardia de la Ciencia, antes lo mejor de nuestra ciencia en la radio pública, ahora sumido en esa oscuridad que crece. Pero el verdadero trabajo, el meritorio y eficaz, se lo ha dado el amigo.de.ulises, que ha subido un montón de programas en formato mp3 a eSnips para que podamos recuperarlos y escucharlos.
Les sugiero que visiten el lugar y, si tienen sus propios mp3 que puedan rellenar posibles huecos, díganselo a amigo.de.ulises. Y a este, mil gracias por su trabajo y que disculpe por no comentarlo aquí antes, que debería haberlo hecho.

Nota: la difusión y redistribución de estos archivos de audio está expresamente autorizada con la condición de mencionar su origen: Radio Exterior de España que, por el momento, mantiene el servicio de podcast de los últimos programas emitidos (buscar en "podcast de REE" o usar el RSS).

[Breves] Nature Collections

Nature pone en su web un librito monográfico sobre energía construido con artículos de las secciones de divulgación de la revista (no específicamente de investigación). Son de acceso libre y se accede desde el enlace Nature Collections: Energy. También puede pedirse un ejemplar impreso gratuito.
En Collections Archive encontramos otros monográficos de acceso libre: SIDA, Nanotecnología y cáncer, Metagenómica y Genoma humano.

Libros de "viajes"

¿Qué similitud hay entre las experiencias de Davis y Plowman relatadas en "El río" y las de Manuel Córdova-Ríos, contadas en "Un brujo del Alto Amazonas?

Estas semanas estoy leyendo bastante, cosa conveniente para la salud en este pueblo de Tierra de Campos aislado de internet. Entre los libros está el último citado ya que "El río" lo lei, comenté y recomendé en otro post.

El del brujo me lo recomendó un estusiasmado E que se maravillaba de las sabias experiencias que en él se mencionan. Les cuento lo esencial: hace cien años un adolescente Manuel Córdova-Ríos fue raptado por una tribu del Alto Amazonas. Prisionero durante 7 años descubrió que el anciano jefe de la tribu le estaba preparando para su sucesión transmitiéndole la ancestral sabiduría sobre la selva, la caza y la medicina tradicional. El método de enseñanza por antonomasia fue a través de la ingestión de ayahuasca o yagé. En el libro se defiende que los viajes de ayahuasca permiten una suerte de telepatía comunal, clarividencia y aprendizaje a partir de experiencias ajenas.


Libros que prometen mucho y dan más bien poco ("Un brujo del Alto Amazonas") o todo lo contrario ("El río")

Más tarde, en 1971, Frank Bruce Lamb cuenta la historia en el libro Wizard of the Upper Amazon: the history of Manuel Cordova Rios (hay versión en castellano en la colección Terra incognita). Según Bruce la historia debía ser contada debido a la "gran cantidad de valiosa información que contenía sobre las potencialidades del espíritu humano". Igual se lo tomó mi amigo E y más o menos al contrario me lo tomé yo.

En realidad, el libro no contiene prácticamente nada de información valiosa. Es un relato interesante del que uno podría esperar datos novedosos dada la experiencia que se supone se transfirió al protagonista. Lamentablemente sólo se obtienen descripciones de experiencias psicodélicas y supuestos hechos vagamente creíbles como lo de que los indios son capaces rutinariamente de alcanzar flechas al vuelo con otras flechas o partirlas a la mitad como en la película de Robin Hood.

Es interesante comparar el libro con otros que pueden dar ejemplo de variedades dentro del género fantástico-iniciático. El ejemplo más conocido es probablemente la famosa serie de Carlos Castaneda, con el brujo yaqui don Juan como maestro. Igualmente atractiva que el libro de Frank Bruce e igualmente ausente de contenido tangible. Otro ejemplo más grave, trasplantado a los aborígenes australianos, es el perpetrado por Marlo Morgan que comenté ácidamente en Marlo Morgan ilumina mi espíritu.

Y en el otro extremo situaría "El río" de Wade Davis, donde un par de jóvenes botánicos se meten todo lo que pillan siguiendo las huellas de Richard Evans Schultes. Las experiencias de Schultes (12 años desaparecido en la Amazonia y dedicado a estudios etnobotánicos) o de Wade Davis y Tim Plowman son igualmente apasionantes pero mucho más creíbles además de estar llenas de información contrastable.

Mi amigo E utiliza el libro para reforzar el moderno mito de la existencia de ancestrales fuerzas y conocimientos que, como son secretos, no podemos ver pero que sin duda son reales. La prueba, según él, es que el comportamiento del animal X se aprende introduciéndose en él mediante un trip lo cual, lógicamente, da mucho más conocimiento que la observación y la experiencia convencionales. O sea, que se cree sin cuestionar nada todo lo que se cuenta. Curiosamente, E también ha leído El antropólogo inocente de Nigel Barley pero eso no socava su fe en lo más mínimo.

No cuestiono que la historia básica del libro sea real pero mi impresión general es que se exagera como tributo al espectáculo y al marketing. He encontrado alguna reseña que sin negar el atractivo del libro achaca al autor estadounidense un excesivo estusiasmo que le lleva a introducir contenidos inexistentes en la experiencia real.

¿Qué me falta para tomarme con seriedad este libro? Hay que darse cuenta de que Manuel Córdova existió y que Frank Bruce tuvo mucho trato con él, tal como relata en el prólogo. Hubiera sido una evidencia aplastante que los vegetales usados en alguna de las maravillosas experiencias hubieran sido identificados y su forma de preparación documentada. El caso de la ayahuasca ha sido estudiado (ver abajo) pero otros no. Y son espectaculares. Por ejemplo, en las primeras páginas del libro se describe la "zombificación" de una cautiva cuya voluntad es sometida mediante la aplicación de emplastos vegetales. Pero este tipo de información jamás aparece en estos libros, qué lástima. Hubiera sido fácil ya que hay excelentes especialistas en flora amazónica en centros y universidades del mundo.

En fin, le diré a mi amigo que no dude en probar la ayahuasca en su próximo viaje y que use la clarividencia para algo palpable, como ver el número premiado en el siguiente sorteo de la lotería. O, algo menos pragmático: que me envíe una carta con 5 números de 3 cifras y luego se comunique conmigo en sueños y me los de a conocer. Les contaré si tuvo éxito.

Mientras tanto y a pesar de todo no dudaré en buscar y leer el otro libro titulado "Río Tigre y más allá" dedicado, parece ser, a la medicina de don Manuel. Tal vez allá sí encuentre información fresca.

Aclaración: aquí se unen dos circunstancias diferentes que quiero dejar claras. Por un lado, la ayahuasca tiene efectos descritos abundantemente de los cuales no me cabe duda aunque mi experiencia al efecto es nula. Pero no hablamos de eso sino de crear un aura de misterio impenetrable para añadir a esos efectos la adquisición de habilidades telepáticas y de precognición entre otras.

Información: se conoce como ayahuasca a un preparado hecho con una liana de nombre científico Banisteriopsis caapi (descrita para la botánica por Spruce) y con hojas del arbusto Psychotria viridis (las posibilidades son mucho más amplias ya que se han descrito un centenar de especies vegetales con DMT y susceptibles de ser mezcladas con la liana, ver abajo). Los alcaloides encontrados en los preparados son principalmente la harmina, la THH (1,2,3,4-tetrahidroharmina) y el DMT (N,N-dimetiltriptamina); todos han sido ya sintetizados artificialmente.
El funcionamiento de la mezcla es interesante: la DMT no tiene efectos psicotrópicos si se ingiere aisladamente debido a que es eliminada por un enzima presente en nuestro organismo, la monoamino-oxidasa (MAO). Pero la THH y la harmina actúan como inhibidores de la MAO permitiendo que la DMT manifieste su actividad.

03 agosto 2007

De la curiosidad aI desasosiego

No hacemos ciencia ni creamos arte para conocer o disfrutar sino como consecuencia de la necesidad de sobrevivir. Somos animales culturales, lo cual  nos diferencia del resto. Pero el surgimiento de la cultura no ha sido fruto de la casualidad sino un efecto de la curiosidad. Y la curiosidad es una potente característica evolutivamente ventajosa, probablemente porque lleva al conocimiento y éste al progresivo control del medio.

La curiosidad y el consecuente conocimiento permitieron dos logros esenciales en nuestra evolución como humanos. El primero fue la capacidad de elaborar modelos de la realidad lo que permite adelantarse a ella, reconocer sus ciclos, establecer causas y consecuencias. La segunda, que dió aún más importancia a la primera, fue el nacimiento de la tecnología que nos permitió en momentos muy difíciles vestirnos previniendo los ciclos meteorológicos, resguardarnos de los enemigos tras barreras artificiales, desarrollar trampas e instrumentos de caza como el propulsor o la honda, usar el fuego para iluminar la noche, cocinar o defendernos del frío... Ambos aumentaron la estabilidad ante la incertidumbre, nos aisló del azar y permitió a nuestros antepasados lejanos experimentar un éxito evolutivo inédito para una única especie en tan corto espacio de tiempo.

Es importante reparar en que sólo en un contexto de estabilidad, de razonable independencia del azar, puede desarrollarse la complejidad. Complejidad cultural en nuestro caso, que necesitó y llevó a la búsqueda y desarrollo de métodos de comunicación entre individuos y el surgimiento, consecuentemente, de la cultura como patrimonio colectivo.

Aquí aparece otro tipo de evolución, la cultural, que debe cumplir, como la biológica, algunas condiciones. La más importante es que debe transmitirse entre generaciones. Esta transmisión supone la existencia de un mensaje, el acervo cultural, y de un soporte o medio. 

En sus estadios iniciales el proceso encontró rápidamente sus límites técnicos ya que el medio era la transmisión oral, un mecanismo incompleto, ineficaz y muy sensible a los errores. Cualquier descubrimiento o avance individual apenas tenía repercusión más que en el ámbito inmediato, espacial y temporal.

La solución vino, ya lo sabemos, con una creación revolucionaria que garantizaba el éxito del proceso y lo catalizaba: la escritura. De construcción lenta pero muy eficaz como medio de transmisión, permitió que el conocimiento se propagara, por fin, rompiendo límites temporales y espaciales. En la época de la transmisión oral la cadena era estricta: una persona hablaba con otra sólo cuando coincidían en un lugar y en un momento; además el hecho era único, difícilmente repetible. La escritura rompió esas limitaciones y hoy leemos textos con independencia de donde y cuando hayan sido escritos.

La eficacia de la escritura es efecto de varias causas. Una de ellas es la tecnología implicada: la copia manual, un método ineficaz y trabajoso, duró muchos siglos. Las imprentas permitieron que nacieran las  bibliotecas y con ellas la generalización del acceso a la cultura.

Hoy todo está cambiando. Al mensaje escrito se ha unido la imagen y el sonido. Desde el daguerrotipo o el colodión húmedo hasta la fotografía actual, desde los discos de cera o pizarra hasta la grabación magnética apenas nos separan un siglo. La información ya no se codifica en formatos analógicos sino digitalmente lo que permite, si fuéramos cuidadosos, la réplica exacta e ilimitada. La difusión ya no se hace mediante el intercambio de material tangible sino de secuencias de estados de energía. La revolución tecnológica ha permitido unificar soportes, medios y procedimientos de transmisión para las tres formas básicas de información cultural: escritura, imagen y sonido.

Pero la revolución tecnológica lleva aparejada otra silenciosa: la del contenido, el mensaje. Y en esta última somos seres inadaptados. 

Estamos adaptados a recibir por nuestros sentidos un ingente flujo de información de forma continua. Nuestros ojos son equivalentes a una cámara de algo más de 1 Megapíxel y funcionan de forma continua en la vigilia. Nuestros oídos reciben un flujo continuo de sonido. Otros sentidos están captando también continuamente información del medio: el tacto, la presión, el equilibrio, el olfato, la temperatura...

Toda esa información debe ser procesada por nuestro cerebro de forma, además, de que quede "CPU" libre para cualquier análisis consciente que estemos haciendo, desde manejar una herramienta hasta examinar un mapa. 

Pero eso ya sabemos hacerlo, en parte porque la información que recibimos por nuestros sentidos es muy redundante y en parte porque lo que queda es filtrado bastante eficazmente hasta separar lo útil de lo irrelevante, una herencia evolutiva.

Lo que ya no sabemos hacer, ya que la evolución no nos ha preparado para ello, es aplicar ese mismo proceso a la información cultural. Esa información nos llega desagregada, aislada, independiente una de la otra a través de los medios de transmisión: radio, televisión, libros, discos, internet, fotografía... Estamos ante ella en una situación de desamparo derivada de la falta de mecanismos para conocer y filtrar. Obviando incluso la información basura, ya no podemos leer lo que se escribe, ni mirar lo que se fotografía, ni escuchar lo que se compone. Ni una fracción ínfima. Estamos en una situación equivalente a cuando imperaba la tradición oral: antes no había tiempo de viajar y hablar con todos los maestros; hoy, que ya no hay que viajar, no lo hay de seleccionar entre todo lo desplegado ante nosotros.

Y seguimos, con mucho esfuerzo, analizando y seleccionando nuestras lecturas... Pero el tiempo pasa y la labor pendiente crece. Por eso la sensación ante lo que existe y la porción minúscula a la que el tiempo nos permite acceder es a veces de vértigo y las más de desasosiego. Necesitamos vivir más ¿se apuntan?

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